Capítulo XXI

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Las cosas marchaban entre Louis y Harry a la perfección.

Pareciese que, desde la partida de Emma, un tipo de amor más abrumante los hubiera cubierto en un manto invisible de cercanía.

Louis, que en una semana llegaría a los siete meses, se había vuelto exigente en cuanto a los cariñitos afectuosos que Harry le concedía siempre que lo veía. En cuanto se aparecía a la hora de la cena, lo abrazaba y esperaba con una sonrisa el montón de besos que el rizado le colocaba en distintas partes del rostro. Cuando se iban a dormir, se pegaba más al cuerpo del mayor y ronroneaba esperando que le pusiera el brazo encima. Se había vuelto un ser más necesitado de amor que nunca.

Y Harry parecía disfrutarlo, porque no se quejaba en absoluto cuando el menor gruñía en desacuerdo cuando tenía que levantarse para ir al trabajo. Él realmente disfrutaba como el castaño buscaba su atención, como se volvía tan dócil y gruñón solo para obtener un besito, o dos, o tres...

Eran esos pequeños y significativos detalles que lo tenían suspirando cada que el omega cruzaba su mente.

Pensaba en sus manos suaves, en sus ojos coquetos y la manera en que mordía su labio cuando estaban muy cerca. Caía ante su voz de seda, aguda pero que lograba llamar su atención en un segundo. Vivía perdido en el movimiento de sus caderas, en el solemne caminar y en el mechón que siempre le atravesaba la cara. Harry vivía en un ensueño con él, y lo amaba.

Sentía que, finalmente, la vida comenzaba a poner las piezas en su lugar para que le fuera bien. No sabía si era una corazonada o simple optimismo, pero estaba seguro de que su futuro apuntaba a un buen lugar. Un buen y tranquilo lugar junto a Louis.

Su alfa se sentía tan pleno y se llenaba a diario los pulmones del aroma del omega que tanto anhelaba. Lo inhalaba necesitado, frustrado porque quisiera hundirse por siempre en él y no salir ni para dar una bocanada de aire. Porque el aire no lo mantenía tan vivo como Louis, como su olor embriagante y adictivo que, en más de una vez, le había provocado sacar los colmillos cuando le besaba la nuca, justo a la altura de su fuente dulce.

Harry no podía evitarlo, el omega sacaba a flote todos sus instintos animales. Su alfa se volvía loco ante su cercanía y lo ansiaba a querer marcarlo para que el mundo entero pudiera ver que ese pequeño chico le pertenecía. Que era suyo y que el amor que se tenían era mutuo. Que nunca perteneció a nadie más. Que él era el indicado. Que él es su alfa.

Lo tenía tan claro y lo sentía tan profundo en su pecho que no dudaba que Louis sintiera lo mismo dentro de sí.

No dudaba que su omega se volviera tan loco como él, así a como tampoco dudaba de lo necesitado que se escuchaba Louis gimiendo de ese modo tan escandaloso y agudo, jadeando en suspiros en los que tomaba aire antes de gemir nuevamente.

—Oh, Harry —Gimió contra el colchón; la mejilla aplastada contra las sábanas.

La cosa era que Harry había llegado del trabajo cansado, hambriento y malhumorado. Tres cosas que Louis estaba muy seguro de poner cambiar en el rizado paulatinamente.

Así que primero lo guio a la mesa y le puso en frente un gran plato humeante. El ojiverde lo engulló en mordiscos grandes y prolongados, hasta que quedó satisfecho con un eructo del cual se disculpó y Louis le dijo que no se preocupara. Después, el menor dejó los platos en la pileta y se lo llevó de la mano a la habitación que ahora compartían, indicándole que se sentara sobre la cama.

Se colocó detrás de él y comenzó a hacerle un masaje en los hombros, que se prolongó hasta la espalda y terminó en una cantidad obscena de besos que se posicionaron en su cuello y clavículas. A como siempre que Harry lo olía, perdió el control y lo continuó forrando a lamidas, besos y pequeños chupetes.

The war is blue || L.S. (Omegaverse)Where stories live. Discover now