xi.

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Desperté con un dolor de cabeza y por el sonido de la puerta abriéndose. Entraron Kiernan y... Seis al mismo tiempo y me miraron.

—Estás despierta. Bien —dijo Kiernan—. Tienes que vestirte.

—¿Me vas a explicar qué está pasando? —le pregunté.

Seis puso un bonche de ropa sobre una de las mesas frente a mi cama. Me levanté como pude.

—Es mi deber ayudarte —me dijo Kiernan.

—¿Por qué tu deber?

Solo una persona se cruzó por mi cabeza.

—¿Es por mi papá? —pregunté y luego miré a Seis—. Ella se robó el maletín, ¿Tiene algo malo?

—Eso es lo que queremos averiguar —dijo Kiernan.

Seis se me acercó con la ropa. Un pantalón caqui y una camisa blanca. Me quedé sin aire.

—¿Por qué me pedían eso? —le pregunté a Kiernan, refiriéndome por lo que la ardilla y el perico me torturaban—. Yo no sabía lo que me pedían, te lo prometo.

—Lo sé, lo sé —dijo Kiernan—. Te espero afuera.

Salió del cuarto dejándome sola con Seis, quien se quedó parada y con sus manos frente a ella, como si estuviera esperando alguna orden.

—¿Tú me puedes explicar? —le pregunté—. Te conozco como Lola.

—Soy Seis, señorita Welton —fue lo único que me respondió.

Negué con la cabeza y me quité la ropa.

Noté que mi brazo derecho estaba rojo por los latigazos que me había dado la ardilla para que hablara.

"¿En dónde está tu Otro? ¿Dónde está el corazón del Muerto?" me preguntaba una y otra vez, pero yo lloraba y le decía que no sabía.

Porque en verdad no lo sabía.

Me puse los pantalones caqui, un sostén y la camisa blanca arriba. Me quedaba a la medida, como si supieran exactamente mi talla. Me puse unos zapatos negros que estaban a un lado y salí con Seis detrás de mí.

Seis empezó a caminar frente a mí para que la siguiera por aquel oscuro pasillo.

Me quedé helada cuando llegamos a un enorme comedor con un techo bastante alto y unos ventanales tapados con cortinas de tela. Había un candelabro encima de la mesa y miré caras familiares.

Kiernan estaba parada y recargada en una silla, Ross enfrente de ella, sentado con tranquilidad, el chico de cabello oscuro que había besado a Kiernan el otro día en la fiesta y dos caras que hicieron que me sobresaltara.

Timothée estaba parado detrás de la cabecera de la mesa y Jasmine Boltare estaba sentada frente a él.

Todas las miradas llegaron hacia mí.

—¿Cómo te sientes, Alessa? —fue lo primero que me preguntó Jasmine. Su mirada bajó hacia mi brazo lastimado—. Tendremos que tratarte la herida. De eso se encargará Uno.

Una señora que aparentaba más de 70 años se acercó a mí y tocó mi brazo con la yema de sus dedos.

Me di cuenta que habían otras personas paradas enfrente de una pared, haciendo la misma pose de Seis, sus manos frente a ellos, esperando órdenes.

—No entiendo nada —les dije.

Me encontré con la mirada de Timothée. Era oscura y demandante, pero aún así tenía esa pizca de desinterés.

The Others » timothée chalamet Where stories live. Discover now