65. María Magdalena

Comenzar desde el principio
                                    

—¿Y cómo llegó vestido? —pregunta Pipo con un suspiro.

—Traje completo elegante. El Chevalier que le compré para la gala de Becker Steak House.

—El de su primera vez.

—Ya —censuro, pero en mi boca de labios rojos hay una sonrisa.

—Te traerá buenos recuerdos.

Lo recorro de arriba abajo. Porque si he de ser sincera, sí; se ve formidable.

Follable.

—Está de pie ahí —continúo describiendo—. Con un aire tímido, como acostumbra. Aunque esta vez intenta disimularlo.

—Mi trufa de chocolate.

—Calla.

—Pero no lo olvides: debes dejarle en claro que no lo llevarás al viaje, no lo celarás y marcarás tu distancia. Cuéntale que Marinaro te envió en un coche con chófer. Háblale mucho de Marinaro —me advierte Pipo al mismo tiempo que los ojos de Luca por fin me encuentran.

Percibo que también le gusta lo que ve.

—Sí —contesto a Pipo—. ¿Ya llevaste a Clarissa a su casa?

—Y a Alex y a Roy los dejé en el centro. Termino de preparar mi maleta y me voy para el aeropuerto.

—Gracias, Philipo. Te llamo al salir de aquí —me despido y cuelgo.

Contrario a la primera gala que asistí con Luca, esta vez debo ignorarlo por completo.

El sexo es la última opción hoy.

Advierto que tararea pero se detiene en cuanto termino de aproximarme.

Y lo voy a saludar, pero recuerdo que estoy enfadada y por qué, de manera que solo me instalo frente a él seria.

—Jefa —saluda, pasando sutilmente su lengua por encima de su labio inferior—. Intenté llamarte —se apresura a justificar, parándose más erguido, como si recordara que no debe mostrarse sumiso.

—¿Para qué?

—Para saber cómo estabas... tú... y el Maserati

—Como si te importáramos —lanzo ofendida, y entro al edificio caminando rápido para dejarle atrás.

Él se apresura a rodearme a modo de detener mi avance, en tanto otros invitados a la gala pasan de nosotros molestos por obstaculizar su paso.

—Me importan, Ivanna.

—No más que Prudensa.

—Le pediré que ya no me busque en horario de trabajo —promete.

—Que considerado —me burlo, sintiendo tensar mi mandíbula; no obstante, pronto recuerdo que, de querer resolver esto a mi favor, no debo celar a Luca, y, por el contrario, deberé marcar mi distancia.

Debo volver a ser la Ivanna de antes.

—Pero ya no importa —digo, retomando mí camino—. Aquí venimos a trabajar. De modo que ya sabes qué hacer.

Él asiente con la cabeza.

—Te ayudo a cazar cuentas.

—Exacto —resuelvo y otra vez trato de ignorarlo.

Pero mientras hablo con posibles clientes, lo miro de soslayo: él mismo mantiene su distancia, se asegura de que no sea interrumpida, aleja a gente indeseable, toma nota cuando lo requiero, me trae champán, vela porque no deje de sentirme cómoda. Tal como se lo pedí, se comporta como un asistente. Solo como un asistente.

El asistente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora