T R E N T A T R E

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     El aire era cálido en Roma.

Los turistas revoloteaban a los alrededores y grababan sus memorias en fotografías que después, subían a post de Instagram, Facebook y Twitter.

Afuera había toda una vida, mientras que dos muchachos bellísimos e inocentes se besaban en un confesionario a puertas cerradas. Nadie, absolutamente nadie, se imaginaba que dentro de aquella capilla a lado del Vaticano, un pecado se estuviera cometiendo.

Arriba en el cielo Los Ángeles cantaban con victoria —ninguno de ellos los juzgaba—, sabían sus vidas, los habían cuidado en cada paso que daban; al verlos por fin libres y felices, se dieron cuenta de qué tal vez aquellos dos estaban alcanzó aquella plenitud que muchos buscan. Se hacían de la vista gorda ante sus acciones.

Y es que era así de sencillo.

La humanidad cometía todos los días crímenes atroces. ¿Por qué el amor debía ser castigado? ¿Incluso aquello era amor?

Ninguno de los dos conocía aquel sentimiento, no sabían si aquello era amor o solo era una extraña atracción. Aunque tampoco sabían bien sobre ella. Alessandro había leído una Ley en los libros de ciencia y Gianna, solo había escuchado de ella por las historias de amor que le contaba su madre. Aquellas en donde de forma suave y cariñosa le decía el como había sido atraída por su padre, le había enamorado y después con desenfreno, había tenido una vida juntos.

Una vida corta pero hermosa.

Los movimientos de sus labios era suavísimos, ya lo había hecho una vez, pero había sido rápido, fugaz... un momento robado y precioso que solo había durado segundos.

Ahora mismo —a pesar de que no tenían todo el tiempo del mundo— trataban de memorizar lo más que podían de si mismos. Recorrían con suavidad sus bocas, trataban de encontrar cada rincón de ellas y, memorizaban su sabor.

No querían que el momento precioso se terminara, pero tenían que parar.

Estaban en un lugar peligroso en donde en cualquier momento un feligrés podría tomar la iniciativa de irse a confesar y sorprenderlos. Alguien podría percatarse que Alessandro no había ido a tomar su merienda o tomado un descanso. Alguien iba a notar que Gianna no había ido a la plaza para tomar inspiración y tomar fotografías para su nuevo taller que había tomado apenas unas horas antes en la universidad.

Había demasiado peligros alrededor, pero ninguno de ellos quería parar.

Alex fue quien recuperó la poca cordura que le quedaba.

Se separó de Gianna a regañadientes y tomó un poco de aire muy esencial. Literalmente, Gianna le había robado la respiración. Había tomado todo de él en tan poco tiempo que, se sentía un poco intimidado.

Había sido alucinante, pero ahora, empezaba a recuperar la razón lentamente.

—Tienes que irte—pidió el muchacho mirándola y bebiéndola de arriba a abajo—, en cualquier momento podrían notar que faltamos.

La muchacha suspiro cansinamente. Sabía perfectamente que el momento había terminado.

Y no quería eso.

—Por favor Gianna, esto fue demasiado peligroso, alguien puedo venir y descubrirnos.—La voz del muchacho estaba cargado con una ansiedad que a Gianna no le gusto.

Le robo un pequeñísimo de nuevo.

Alex la miro, su mano tomo un mechón rebelde que se había escapado y ahora estaba tratando de cubrir su rostro. Ella era hermosa, era algo que no creía poder encontrar en otro lado ni en otra vida.

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