V E N T U N O

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Era como si el tiempo dejara de transcurrir mientras cabello largo, rizado y color chocolate era acomodado.

Alessandro no podía apartar la mirada.

Ella era hermosa, divina... algo celestial. Tampoco era como si tuviera algo con que compararla. Ciertamente había tenido su dosis de rostros yendo y viniendo, dado que nunca le había interesado por demasiada atención, no tenía con que comprarla.

Ciertamente Gianna podría ser más guapa, pero algo en esa sencillez, fue lo que la hizo extremadamente bella a los ojos de Alessandro.

Gianna no era alta, de hecho, era muy bajita a comparación con Alex. Sus ojos no eran extraordinarios, era un color avellana común que podrías visualizar en la mayoría de las personas; era la pureza de esa mirada que te atraía hacia ella. Aun sin ser de colores extraordinarios, sus ojos brillaban como si se tratase de algo... mágico. Muchos podrían llamarla mirada de cordero —por lo inocente que se le veía— otros más podrían mirarla como una mirada de ciervo —por lo brillante que los mismos. Solo... eran ojos inocentes, pero ¿qué tan inocente sería la poseedora de los mismos?

Su cabello, era algo que tenía embelesado a un par de ojos grises. Era largo, muy largo. Cuando Gianna lo había tratado de acomodar. Lo más que pudo, notó que iba más allá de su espalda baja. El color chocolate viéndolo más de cerca se mezclaba con otros rubios y unos tantos más claros que eso, haciéndolo ver delicado y brillante. Fácilmente lo exótico de esos cabellos, dejaría opacado a un rubio soso.

Pero, lo que más amo Alessandro, fue su piel y labios. Un par de labios en forma de corazón de color rojo cereza brillaban en una sonrisa tímida y, una piel lisa y blanca como la porcelana estaba descubierta.

En su rostro salpicaba una que otra peca pequeñísima, pero lo que más amo, fue el lunar en forma de corazón en su clavícula.

Gianna no era una belleza despampanante que ganaba concursos de belleza, pero si era algo dulce y delicado que movía el piso de quien posaba sus ojos en ella. Era un rostro sencillo lleno de inocencia, ¿cómo no mirarla dos veces?

Y mientras el peso de su apariencia se asentaba en Alessandro sin dejar de mirarla, hubo otra cosa que lo hizo observarla con curiosidad.

Al parecer el escrutinio de los ojos grises hizo avergonzar a Gianna; haciéndola sonrojarse. Alessandro observó fascinado como el tinte de su suave y blanca piel iba tornándose delicadamente de un rosa adorable.

Ya estaba perdiendo la cabeza por ella, con tal solo obtener una mirada.

—¿Dejarás de mirarme como si fuera un extraterrestre?—Rompió el momento Gianna apartando la vista de Alex tan rápido como pudo.

Alessandro alejó la mirada avergonzado.

La había estado mirando como un obsesivo. El hechizo se había roto y ahora se sentía... extraño. Quería tanto mirarla de nuevo, que sus manos empezaban a hormiguear a causa de lo nerviosismo.

Por supuesto que había tenido su dosis de personas.

Habían sido pocas las veces que había salido, pero eso no lo detuvo en mirar.

Claro, no los vio fijamente como lo había hecho con Gianna, pero al menos había tratado de poner atención en pequeñas cosas de alguien.

Nadie sabría que no le llamo la atención la belleza de la chica que le había ofrecido un helado por primera vez —y vaya que si lo era y demasiado—, fue raro que no lo atrajera su rostro fino, sus ojos azules y su cabello rubio—no, no; para nada había sido aquello—. Alessandro, se había fijado en un delicado punto en su cuello en donde tenía un pequeño lunar. Le había llamado la atención que, de entre tanta pureza en aquella chica, existiera un lunar.

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