Just a one deal [TK] Mpreg

Capitulo 41

Jungkook estaba de brazos cruzados mirando el suelo, las sirvientas se llevaron a Yeri para darle un baño y el joven esperaba a que su marido llegue. Yoongi observaba con pena al chico, que estaba sentado en el suelo de la entrada del palacio y cada tanto levantaba la cabeza para ver si su esposo estaba llegando. Pero estaba vacío.

Se dio cuenta de la presencia del general y frunció el ceño.

—N-no me mire con lastima, Taehyung esta vivo

—Un grupo irá a traer los cuerpos, verán si está el de su marido

—El seguro esta en camino, no se preocupe por esto

El general suspiró, sabía que la primer etapa del ser humano cuando alguien moría, era el rechazo. Negar profundamente que esa persona estaba muerta. Aunque aun no sabían la verdad.

—Joven Jeon, si todo no resulta como usted quiere, sabe que puede confiar en mi. Le juré lealtad al rey y si no llega, lo cuidaré a usted y a su hija.

—G-gracias por todo general, pero ya verá que el rey volverá. Él es fuerte, lo conozco y se que en tan solo unos minutos estará aquí. 

Yoongi se fue, dejando a Jungkook con los ojos humedecidos y tristes.

—Vamos Taehyung, tu no puedes morir en una e-estúpida guerra

Las imágenes de su boda se le vinieron a la mente, cuando pensaba que casarse con ese hombre iba a ser lo peor que podía pasarle en la vida. Y ahora estaba llorando por él.

Jungkook no se entendía, el porque lloraba por Taehyung. Ellos jamás tuvieron tiempo de conocerse, solo lo compraron, luego se casaron y tuvieron una hija. Disfrutaba los momentos a su lado pero aun no tenía en claro que sentía. Eso mismo le pasaba a Taehyung, nunca pensó en que sería tan difícil decirle a alguien que lo amaba a pesar de estar casados.

Y también lloraba por él.

Taehyung nunca sintió esa sensación, era tan raro que lo único que pensaba era en ser frío y serio con su esposo. En la noche de su boda, cuando le dijo que estaba enamorado de él, nunca mas se atrevió a decirlo. Sentía que algo estaba mal, que eso podía ser mejor. Jungkook se hizo una bolita en el suelo, rogando por favor ver a su esposo entrar al palacio sano y salvo.

Las horas pasaban, se había echo de noche y el menor seguía esperando. Si era por el esperaría días y días. Y así fue, el castaño esperó días sentado en la entrada, mirando al frente con seriedad con una pizca de esperanza a que su esposo entre al reino.

Pero no, no sucedió.

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