"Quizá"

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El ruido del ave gigante junto con los gritos de la mucama sonaban por el jardín mientras revisabas las hojas sobre tu escritorio, miras la ventana reconsiderando el dejar a Annie sola con la misión de llevarla a los establos.

-Podría ser la cenar- sugiere Sebastian mirando en la misma dirección.

-La conocí con vida, no podría comerla- respondes resignada- además a la chica le agrada.

Te encojes de hombros al escuchar otro grito de la mucama, arrugas la partitura en tus manos para arrojarla a la basura.

-No piensas ir en su auxilio?

-Piensa desechar todo esto?- responde él levantando la bola de papel del suelo- tirar tanta belleza me parece un crimen.

-Están incompletas, no puedo tocarlas por que no tienen un final, son solo basura.

Él no responde, levantas la vista  encontrándote con la mirada llena de decepción y autoridad, levantas una ceja sin entender que le pasaba.

-Algo que decir?- preguntas sin dejarte intimidar.

-Que tontería- suelta Sebastian sin inmutarse- se la pasa escribiendo hermosas melodías que es incapaz de tocar, por qué?

-Ve a ayudarla- le ordenas arrugando otra hoja, él obedece de inmediato.

Sus palabras te habían sacudido ligeramente ¿Era tonto? Después de todo, desde que Sebastian te había revelado la fascinación que criaturas como él sentían por tu musica, el tocar ya no era algo que pudieses hacer tan fácilmente; tocar el instrumento oculto en tu armario había sido algo imposible desde que lo habías intentado la primera vez, a cambio escribías miles de notas sobre los pentagramas durante los ratos de ocio ya que no podías acallar las notas que sonaban en tu mente, pero improvisar sonaba algo imposible de hacer por el momento.

Sueltas un suspiro girando para ver la ventana, Sebastian sostenía al ave del cuello mientras Annie intentaba sacar su cabello del pico del animal sin mucho éxito.

"Se tardarán un rato" piensas al alejarte de la ventana tomando rumbo a tu habitación.

Sacas del armario aquel instrumento que te producía cierta culpa, el violín que Gideon te había obsequiado se veía realmente hermoso a la luz del sol de la tarde que se colaba por la ventana, una pieza antigua, el arco y el cuerpo, incluso la voluta parecían hechos de la misma pieza de madera, definitivamente era la pieza  perfecta.

Lo tomas con cuidado como si lo estuvieses robando, lo llevas hasta tu hombro con la intención de tocarlo pero te detienes al mirarte en el espejo, puedes sentir que algo no estaba bien, lo dejas delante del espejo sentándote justo en frente, lo miras como si pudiese darte una respuesta, de pronto era más pesado y producía la sensación desagradable que te había impedido tocarlo las veces anteriores.

-Andar a hurtadillas por su propia casa- escuchas la voz del mayordomo tan sólo a unos centímetros de tu oído- usted si que es extraña.

Te levantas rápidamente alejándote de inmediato, tomas el instrumento ocultándolo entre tu vestido.

-Te encargaste del la bestia?- respondes al mirando el vacío- encargate de que no muera de frio... Yo solo necesito un tiempo a solas, quería algo que hacer, tocar me pareció buena idea después de que lo mencionaste...- "Que estoy diciendo?" piensas antes de levantar el rostro para encontrarte con los ojos de Sebastian.

-Eso fue una orden o una explicación?- te sientes torpe mientras él se burla- pero ya que lo dijo, debo solicitar su permiso de presenciar su ensayo.

-No!... quiero decir que... Bueno yo no -Sebastian se acerca un poco y tu retrocedes por reacción dejando la silla como una barrera entre ambos, ¿Por que te ponía tan nerviosa de repente? El intenta acortar la distancia de nuevo, definitivamente su altura se imponía y el bastardo estaba acorralandote- qué crees que haces?- miras a otro sitio intentando disimular.

"LA VENGANZA DE LAS ROSAS" Sebastian Michaelis y tú.Where stories live. Discover now