Capítulo 30

104 13 1
                                    

–¿Qué tal estás?– me preguntó una vez emprendimos la marcha. No sabía adónde nos dirigíamos pero sabía que, aunque se lo preguntara, no me lo iba a decir así que dejé que me llevase a donde quisiera.

–Bien, ¿tú?– dije con desconfianza.

–Mejor ahora que estás aquí– susurró y no pude evitar rodar los ojos ante la típica frase de ligoteo.

–¿Podrías hacer el favor de no ligar conmigo? No es gracioso.

Crucé los brazos alrededor de mi pecho. Tenía la sensación de que él se pensaba que esto era un juego. Como si tuviera que reconquistarme de alguna manera al ver que yo ya no era suya como antes. Tenía que haber dejado que siguiera creyendo que Leo y yo éramos pareja porque así me habría ahorrado todo esto, pero si quería sinceridad por su parte también tenía que ser sincera yo.

–Perdona, Autumn– quitó la vista de la carretera por unos momentos para fijarla en mí. Vi sus ojos azules llenos de remordimientos y no me paso desapercibido cómo tragaba sonoramente, moviéndose su nuez de la garganta de arriba a abajo en un gesto muy sexy. Joder, concéntrate, me dije a mí misma –De veras que no sé cómo actuar, pero me encantaría que me escucharas en algún momento de la noche.

–Es para lo que he venido– zanjé. No quería entretenerme en nimiedades teniendo que solucionar tantas cosas.

Aparcamos enfrente de un restaurante y bajó del coche justo antes de abrirme la puerta del copiloto y extenderme la mano para ayudarme a salir ya que mi panza me lo impedía.

Murmuré un agradecimiento rápido mientras me fijaba en mi alrededor. Era un local muy bonito. No habíamos estado aquí antes porque parecía de más nivel a los que frecuentábamos antes que eran de comida rápida. Se notaba que ahora tenía más dinero y no sabía si quería hacérmelo notar de alguna manera. Antes de que pudiese meditar durante más tiempo noté su mano en la parte baja de mi espalda, obligándome a andar hacia delante. Su contacto hacía que la piel me cosquillease involuntariamente, aunque al bebé de mi interior parecía hacerle mucha gracia la situación porque notaba sus movimientos, como si estuviera cambiándose de postura.

–Bienvenidos– saludó una chica nada más entrar en el restaurante –Síganme, por favor.

La seguimos en silencio hasta que llegamos a una mesa enfrente de un ventanal que daba al mar. Las vistas eran preciosas porque justo estaba atardeciendo, por lo que el agua era un reflejo del cielo rosado del atardecer. Me quedé unos segundos embobada. Desde que había conocido el mar lo amaba.

Kane me ayudó a sentarme y la señorita se retiró una vez nos dejó las cartas. Efectivamente el restaurante era caro y me sorprendía que hubiera tanta gente en él para los precios que tenían. Levante la vista de la carta para mirar a Kane, al que sorprendí mirándome. Me guiñó un ojo antes de bajar la vista a la carta y, una vez se aseguró de su índice de azúcar en sangre, pidió a la camarera por los dos. Me sorprendió que no me dejase elegir, pero supuse que sería porque sabía que me iba a gustar.

–Tranquila, te va a encantar– dijo, leyéndome el pensamiento.

Unos jóvenes chicos de la mesa de atrás se empujaban los unos a los otros mientras se acercaban a donde nos encontrábamos. Se les notaba nerviosos y no sabía por qué era hasta que pararon en frente de Kane.

–Hola, Kane. Perdona que te moleste pero, ¿te importaría firmarme la servilleta?– dijo uno de ellos tartamudeando un poco. Kane me echó un breve vistazo, como pidiéndome permiso, y yo asentí varias veces. Esto de que fuera famoso era una novedad para mí también pero me alegraba ver lo bien que trataba a sus fans firmándoles pacientemente.

–¿Queréis que os haga una foto?– le pregunté a los chicos intentando contribuir en algo. Asintieron y uno de ellos me entregó su móvil rápidamente. Se puso rojo pero tenía una sonrisa de oreja a oreja. Me levante de la silla con dificultad intentando que mi tripa no chocase con la mesa y me puse frente a ellos. Kane rodeaba a cada uno por los hombros y sonreía a la cámara mostrando sus hoyuelos. Él era el triple de grande que los chicos juntos pero, de alguna manera, me resultaba adorable.

–Muchas gracias– agradecieron eufóricos antes de marcharse.

Me senté de nuevo y Kane me miró con una expresión que no lograba descifrar.

–¿Qué pasa?– pregunté, preocupada por si tenía algo en la cara. Me toqué brevemente el rostro justo cuando la camarera trajo los platos.

Negó con la cabeza y bajó su vista al plato.

–Pruébalos– exigió con una sonrisa.

Me llevé los raviolis a la boca y no pude evitar soltar un suspiro que se parecía más bien a un gemido. Me puse colorada en cuestión de segundos al ver que el hombre sentado frente a mí me miraba los labios con pasión. Frené mí irrefutable deseo de darle un beso y centré mi atención en el plato.

–Están buenísimos– suspiré.

–Te lo dije– repondió mientras se metía sus raviolis en la boca.

–¿Cómo descubriste este lugar?– pregunté echando un vistazo a mi alrededor y luego mirando por la ventana junto a nosotros. Creí ver delfines en el mar, pero desaparecieron por el horizonte tan rápido que pensé que solo había sido una ilusión.

–Vine una vez con Dave. Tenía una comida familiar pero se quedó sobado en una fiesta del instituto y, cuando se despertó resacoso, me preguntó si podía coger su coche y traerle– contestó y me sorprendió que me diese tantos detalles –Una vez le traje me invitó a pasar con ellos y acepté. Por aquel entonces no tenía que hacerme cargo de Nash porque nuestra madre seguía viviendo con nosotros.

–¿Como es la familia de Dave?– pregunté, curiosa.

–Sus padres son algo estrictos y bastante ricos pero, en general, son buena gente. Siempre me trataron como uno más. Es por eso que él es mi mejor amigo.

Asentí varias veces asimilando sus palabras. Casi podía imaginarme a un joven Kane viniendo a este mismo restaurante.

–Nunca pude volver al restaurante porque se me salía mucho del presupuesto así que me prometí volver algún día con alguien especial.

El Kane que estoy conociendo me resulta totalmente desconocido porque es una faceta que no sabía de él a pesar de que me gusta mucho. No es muy dado a contarme cosas del pasado, al igual que yo, pero ver qué se está abriendo hace que mi corazón también tenga ganas de abrirse. Me trago los raviolis y me preparo para la conversación pendiente que tenemos.

SEPARADOS ©Where stories live. Discover now