Capítulo 42

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Había pasado un par de días desde que regresamos de Puerto Rico y hoy era el día en el que me harían la última ecografía, la más importante, pues debían asegurarse de que el bebé se encontrara en una buena posición para salir. Habíamos esperado mucho tiempo este momento porque nos dirían el sexo del bebé. Realmente no es que nos importara mucho siempre y cuando naciera sano, pero la ilusión se notaba en el ambiente.

No había tenido oportunidad de hablar con Reece porque seguía de luna de miel y tampoco le había dicho nada a Maia ni a Polo sobre lo de Leo, a pesar de que se notaba bastante el hecho de que nos ignorábamos. Maia me había preguntado en un par de ocasiones, pero por su relación con el padre de Leo decidí callármelo, no era tan importante como para darle protagonismo. Sin embargo, su traición me escocía. No entendía que quisiera estar cerca de mí para lograr algo en vez de buscárselo por sí mismo. Me sentía tonta por haberle dejado entrar en mi vida y me daba pena pensar que se hubiera aprovechado de mí en mi peor momento, pero comprendí que el ser buena persona a veces pasaba factura porque el resto de personas no estaban acostumbrados a eso. La gente, en ocasiones, era muy egoísta y no pensaba en cómo se sentirían los demás por sus acciones.

Además, me había vuelto a incorporar al trabajo, salvo que ya no tenía que ir de manera presencial debido a mi avanzado estado de embarazo y trabajaba atendiendo al teléfono de la oficina desde casa. Me sorprendía que adaptasen mis horarios y me facilitaran el proceso de ser madre. Tan solo tenía que trabajar por las mañanas haciendo lo que quisiera en casa mientras atendía las llamadas que recibía de vez en cuando. Era tal chollo que hasta me sentía mal por cobrar por ello.

-Ya está aquí tu chico favorito- me saludó Kane mientras entraba en la casa sin llamar. Estaba jovial, parecía mentira lo mucho que había cambiado la situación en estos últimos meses. Al principio no quería saber absolutamente nada del bebé y de mí, mientras que ahora no había quien le despegase de nosotros. Me acompañaba a todos lados y eso me enternecía. Chocolate se puso a saltar de la emoción y se tiró a lamerle. Kane le acarició y hasta le cogió en brazos.

-¿Quién?- pregunté, haciéndome a tonta -¿Nash?

Teníamos todo organizado. Nash se había quedado en casa de Zoelene y Ezra, sus amigos más cercanos, mientras que Maia trabajaba. Por primera vez íbamos a estar los dos solos viendo a nuestro bebé en una ecografía.

-Muy graciosa- refunfuñó.

-¡Voy a ser papá!- le dijo al perro, zarandeándole suavemente y haciendo que sonriera tontamente. Me hubiese encantado ver aquella reacción desde el principio, pero no le podía reprochar absolutamente nada, pues estaba intentando enmendar su error con todas sus fuerzas.

Se acercó a mí y me estrechó a él como pudo con Choco en medio de ambos. No paraba de lamernos la cara y me hacía cosquillas, así que no tardé mucho en reírme.

-Vámonos si no queremos llegar tarde. Tenemos la cita en media hora- avisé.

-Cierto, marchando- respondió mientras dejaba a Chocolate en el suelo. Le dimos un par de carantoñas antes de irnos.

Nos montamos en el coche y me puse el cinturón. Fui a poner la radio justo cuando Kane hacía lo mismo y nuestras manos chocaron. El contacto entre ambos ya no se hacía tan raro como antes. Sin embargo, seguía notándose la electricidad.

-¿Qué quieres que sea?- preguntó, refiriéndose al bebé. Me sorprendía que lo hiciera porque recordaba haber hablado con él sobre ello, pero le respondí nuevamente una vez empezó a conducir.

-Con que nazca sano me conformo. ¿Y tú?

-Seguro que alguna preferencia tienes y eso no quiere decir que sea malo, todos las tenemos- reflexionó.

-Me da la sensación de que será un niño- repuse, mirándole fijamente.

Puso su mano en mi muslo mientras que con la otra dirigía el volante, lo que le hacía ver realmente sexy.

-Pues yo creo lo contrario, el niño ya lo tenemos, ahora nos falta la niña- no veía fallos en su lógica, pero aquello no funcionaba así. Para mí, era cosa del destino.

-¿Qué te apuestas?- cuestioné, alzando la ceja.

Lo pensó durante unos segundos sin quitar la visa de la carretera y supe que ya se le había ocurrido algo cuando me miró con los ojos brillantes.

-Si gano, te vienes a vivir con nosotros en el plazo de una semana y, si pierdo, puedes escoger cuándo mudarte con nosotros.

Me reí, negando con la cabeza: -¿Ya das por hecho que voy a vivir con vosotros?- pregunté, incrédula.

-Sip- me respondió sin duda alguna, sacándome otra sonrisa: -Solo espera y verás.

-Hecho- acepté, tragando con fuerza. Tarde o temprano tenía que plantearme vivir cerca de él o con él para que el bebé se criara con ambos.

Al rato estábamos ya en consulta esperando a ser atendidos. Una señora con bata blanca dijo mi nombre y los dos nos levantamos de los asientos como resortes. Estábamos ansiosos y yo no podía evitar que me temblaran las manos, algo que Kane notó y las apretó con las suyas. Entendí el mensaje: que no se iba a ir.

-Buenos días- dijo la médica mientras nos dirigía a la camilla. Kane se sentó en una banqueta al lado de la cama en donde me tumbé yo.

-He estado revisando tu historial. ¿Te has estado tomando las vitaminas?- preguntó casualmente. Ese tipo de preguntas debía hacerlas rutinariamente para asegurarse de que todo estuviera bien. Además, no podíamos olvidar de que el embarazo seguía siendo de riesgo hasta que la especialista me dijera lo contrario y, sinceramente, tenía miedo de saber la respuesta.

Asentí brevemente mientras me hacía más preguntas y me esparcía el gel frío y pegajoso que ya había tenido la oportunidad de conocer. En ningún momento Kane soltó mi mano mientras veíamos las imágenes. El bebé estaba bien y el sonido de su corazón rezumbaba en la habitación. Cuando quise darme cuenta ya estábamos llorando y mirábamos la pantalla con adoración y a la vez preocupación. Deseábamos saber si estaba todo bien, como era lógico.

-¡Pero qué tenemos aquí!- dijo la médica haciendo que se nos parara el corazón por un momento: -¿Queréis saber el sexo del bebé?

Solté todo el aire que tenía dentro y miré a Kane que no paraba de asentir con la cabeza.

-Sí, por favor- murmuré, emocionada y asustada a partes iguales.

-Es una niña.

Las lágrimas cayeron por mi cara sin control en sintonía con las del Mastodonte. Era increíble que fuéramos a tener la parejita y no me daba nada de pena tener que decirle que había ganado. Estaba encantada con que fuera una niña, seríamos las mujeres de la casa, lo que implicaba que debía mudarme con él de inmediato.

-¡Lo sabía!- gritó mientras me agarraba la cara con las dos manos y me estampaba un pico. En cualquier otra situación probablemente me hubiera enfadado, pero no en esta. La médica nos miraba enternecida.

-Tengo otra cosa que contaros- dijo y yo no pude evitar pensar lo peor. Las pausas de la doctora me estaban matando: -El feto ya está en la posición perfecta para salir, así que esperemos que no se adelante mucho. Por lo demás está todo bien, no hay síntoma alguno de que vayan a haber complicaciones en el parto, el cual está programado para el 21 de noviembre. Les recomiendo que vayan haciendo una mochila con las cosas que vayan a necesitar cuando vengan al paritorio.

Los dos asentimos y la señora me entregó papel higiénico mientras imprimía las fotografías del feto. Yo no dejaba de llorar, así que fue Kane quien me limpió la tripa con sumo cuidado y me acarició la frente durante un breve instante, leyendo en sus ojos que todo saldría bien.

SEPARADOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora