Capítulo 15

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Llegó el día más importante para los estadounidenses, el 4 de julio, y aunque yo no era muy dada a celebrarlo, Reece había decidido venir a Los Ángeles y dar una fiesta. Decía que no podía estar tanto tiempo separado de Dave, así que había venido unos días antes de volverse con su familia y disfrutar del resto de las vacaciones hasta su boda. Por eso, una mañana me llegó un mensaje invitándome a una barbacoa que iba a dar en casa de Dave el cuatro de julio y, por supuesto, estábamos todos invitados. Sabía que Kylie iba a ir y tenía ganas de verla a pesar de que no hablásemos tanto como antes, pero al mismo tiempo tenía miedo de encontrarme con Kane, puesto que era el mejor amigo de Dave. Estaba confundida y no sabía qué hacer o cómo actuar, así que decidí llamarle.

–¡Linda! ¿Ya sabes si vendrás? Tienes que hacerlo, ya sabes que sin ti no va a ser lo mismo...– dijo Reece nada más cogerme el teléfono. A veces su intensidad me abrumaba, pero entendía que formaba parte de su encanto.

–No te voy a mentir, Reece, no quiero encontrármelo– suspiré, derrotada. No quería poner a mi amigo entre la espada y la pared como ya había hecho antes y, precisamente de ahí venía mi duda. Quería ir para verle a él y a Kylie, pero no quería ir por si me encontraba con Kane y montábamos un numerito. Era una situación muy difícil para mí porque al final hiciese lo que hiciese le iba a hacer daño a Reece y no quería eso.

–Sobre eso quería hablarte yo. Tienes mi palabra de que no va a venir. Dave le invitó hace un par de semanas y dijo que no podía porque no iba a estar en la ciudad por el tema del fútbol. Al parecer se ha hecho muy famoso y no puede ni salir a la calle sin ser reconocido. ¿Te lo puedes creer?– canturreó al otro lado del teléfono.

–En ese caso iré. ¡Nos vemos esta tarde!– me despedí con gran énfasis para que no se diese cuenta de que no le había respondido a la pregunta.

Sí, si que me podía creer que Kane se hubiese hecho famoso porque había estado investigando sobre él. En redes sociales tenía más de 100.000 seguidores que iban duplicándose día tras día, por no decir las noticias que publicaban las revistas de corazón sobre su misteriosa novia. Kane aún no había borrado la foto que subió a su perfil de Instagram conmigo, así que los periodistas se morían por saber quién era la chica y yo me moría porque no me encontrasen. A pesar de todo eso, intentaba no darle muchas vueltas, porque sino me empezaba a rallar con que me iban a encontrar e iban a saber que él me había dejado embarazada.

Comencé a arreglarme y a prepararme para la barbacoa en casa de Dave, que se iba a celebrar en un par de horas. Había insistido a Maia de que viniese conmigo varias veces, antes de que supiese que Kane no iba a ir y ella siempre me había dicho que no. Últimamente se arreglaba más de la cuenta, lo que me hacía sospechar. O su trabajo nuevo le había sentado muy bien o había conocido a alguien especial. Yo me moría porque fueran las dos cosas, porque mi tía se merecía ser feliz más que nadie.

Debido al calor que hacía últimamente cubrirme demasiado no era una opción, así que decidí ponerme un vestido rojo de tirantes que me llegaba hasta la rodilla y que era bastante suelto, por lo que disimulaba un poco la tripa que se me iba notando cada vez más y más, y unas Convers bajas de color blanco. Por primera vez, me sentí con la suficiente confianza como para ponerme un pinta labios rojo a juego con mi vestido y, por último, metí las cosas en un bolso negro que me había dejado Maia. Cuando me miré en el espejo me quedé sorprendida: apenas reconocía a la chica que me miraba desde el otro lado. En este tiempo me había crecido un poco el pelo que meses atrás me había cortado y mi piel había cogido color de tanto sacar a Chocolate, lo cual había atenuado mis pecas que ahora brillaban sin disimulo sobre mi piel. Me veía realmente bien y eso hacía que me sintiese bien conmigo misma. Hoy no sabía qué me pasaba que tenía la autoestima por las nubes, así que pensaba aprovecharlo para darle a mis amigos la mejor versión de mí misma.

Por supuesto, había invitado a Leo, que se había portado muy bien desde que me mudé de vuelta a Los Ángeles. Teníamos una muy bonita amistad y estaba deseando que mis amigos le conociesen para ir aumentando nuestro grupo.

–¡Maia!– la llamé desde las escaleras– Me voy a la barbacoa de Reece.

–¡Pásatelo bien!– dijo desde la cocina. Su voz sonaba distorsionada entre el sonido de las sartenes. Normalmente no solía cocinar mucho ya que tanto ella como yo comíamos poco y a Wolf aún estaba amamantándolo, lo que me hizo sospechar de que tenía una cita y, cuando me asomé para echarla un ojo, no hice más que confirmar mi teoría.

Maia se encontraba colocando pulcramente la mesa, frunciendo el ceño cada vez que encontraba algo mínimamente descolocado. No se me pasó por alto el hecho de que había colocado platos y vasos para dos, lo que hizo que me saliese una sonrisa.

–¿Esperas a alguien?– pregunté.

Se giró hacia mí mientras se llevaba una mano al pecho.

–Autumn, ¡qué susto me has dado!

M reí entre dientes de su histeria y decidí respetar su silencio, así que pasé por su lado y le di un beso en la mejilla, dejándole una marca de mi pinta labios en el moflete.

Se lo limpié con el dedo mientras ella trasteaba con la cena sin prestarme atención. Se la veía histérica así que decidí dejarla sola, no sin antes gritar: –¡Tú sí que te lo vas a pasar bien!

Me despedí de Wolf y Chocolate justo antes de que sonase el timbre, así que corrí en dirección a la puerta esperando encontrarme con Leo, ya que íbamos a ir juntos.

–¡Hola!– me saludó un hombre clavadito a Leo desde el otro lado de la puerta, llevaba un ramo de rosas en a mano así que uní todas las piezas –Soy Polo Tucker, el padre de Leo.

–Yo Autumn Johnson. Encantada de conocerlo– sonreí mientras le estrechaba la mano. Vi a Leo esperándome apoyado en su coche, así que hice pasar a su padre lo más rápido posible –Maia ahora sale, así que siéntase en su casa. Si no le importa le dejo, que Leo me está esperando.

–Oh, sí, por supuesto. Pasadlo bien– dijo, guiñándome un ojo. Lo de la sinceridad se veía que era cosa de familia, porque ni él ni su hijo tenían filtros.

–¡No me puedo creer que no me hayas contado lo de tu padre y Maia!– exclamé como saludo nada más me acerqué a Leo. Le di un empujoncito en broma que a penas hizo que se moviese.

–Oye, no me juzgues que yo tampoco tenía ni idea. Además, ¿tú no eras Sherlock? Yo sí que no me puedo creer que esto se te haya pasado por alto. Voy a empezar a dudar de tus habilidades– me respondió con gracia.

–Mira tú lo que me importa- respondí mientras le sacaba la lengua y me subí al coche antes de salir directos a la fiesta. Tocaba pasármelo bien, y estaba dispuesta a hacerlo.

SEPARADOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora