Capítulo 11

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Poco a poco los días fueron pasando y dieron comienzo a mi segunda ecografía, ya que empezaba el segundo trimestre de mi embarazo y le tenían que hacerle pruebas al bebé para descartar posibles enfermedades. Por ello, Maia, Wolf y yo nos presentamos en la misma consulta de la última vez.

Esta vez el procedimiento fue más lento, midió al bebé con una máquina especial, me explicó que éste ya tenía las extremidades formadas. También me sacaron sangre y me dijeron que en unos días me llamarían para decirme los resultados pero que todo estaba en orden por el momento. Pudimos ver las imágenes del feto y, como no, nos emocionamos una vez más. Cada vez tenía la cabecita más grande y, mientras que antes sólo podíamos distinguir sus párpados, ahora ya se le veía la naricita y algo de la boca. Tuvimos suerte porque el bebé parecía que le gustaba tener audiencia y se colocaba de la mejor manera para que pudiéramos observarlo. Esta vez la doctora no me había dicho nada sobre mi peso, cosa que agradecí. Me había cuidado, había empezado a tomar vitaminas y a dar paseos. Había engordado y empezaba a notárseme la tripa, así que todo volvía a ir bien. Aún me dolía lo de mis padres, por supuesto. Pero todo se me pasaba cada vez que miraba la pantalla y veía vida.

Salimos de la consulta con nuevas imágenes. A Maia le había salido un trabajo como periodista deportiva y empezaba mañana, por lo que estaba súper nerviosa recorriendo la casa de un lado para otro. Como yo aún no había encontrado algo que hacer, cuidaría de Wolf mientras tanto.

Empezaba a agobiarme la idea de tener que buscarme la vida sin padres de por medio. Al final y al cabo les había tenido todos estos años cerca y estaba acostumbrada a su presencia en mi vida. Es verdad que nuestra relación se enfrió al irme yo a Los Ángeles, pero ahora ya si que estaba muerta del todo.

Al día siguiente Maia comenzó su trabajo y yo salí a dar una vuelta con Wolf y Choco. Maddie me había dicho de reunirnos en una terraza de una cafetería al sur de la ciudad para conocer a su novio y, como no me tenía que desviar de mi ruta habitual, accedí. Y en qué momento lo hice.

Cuando giré a la derecha en la esquina de la calle de la cafetería, lo vi. Maddie estaba abrazada a un chico. Ambos estaban de espaldas pero supe perfectamente quien era y mi cuerpo se tensó por completo. Paré repentinamente, haciendo que la persona que iba detrás de mí se chocase conmigo. Murmuré unas disculpas con mi vista clavada en ellos. No podía ser. Chocolate se empezó a poner nervioso y tiró de la correa para que me moviese en la dirección que fuese, por lo que decidí alejarme lo antes posible sin que me viesen.

Decidí escribirla un mensaje diciendo que me había surgido algo y que lo sentía. Me temblaba todo el cuerpo. ¿Cómo es que no lo sabía? No recordaba que Maddie me hubiera dicho el nombre de su pareja porque sino no hubiese accedido a venir ni loca, pero aún así no era una sorpresa para nada grata. ¿A ella le habría hecho lo mismo? Mi primo era peligroso. Axel era malo y no sé cómo había acabado con ella. Espera, ¿él sabría que me llevaba con ella y por eso habían empezado a salir? Tenía un millón de preguntas, pero no pensaba preguntárselas a Maddie, y menos aún a él. Pensé que ahora que había recuperado mi amistad con ella todo iba a ser más fácil, pero otra vez había obstáculos en el camino.

La sensación de que necesitaba salir de Denver cada vez era más grande. Necesitaba irme de ahí porque desde que había llegado solo me habían pasado cosas malas y basta que quiera huir de alguien para encontrármelo por todos lados. Además, Kane y yo habíamos quedado en denunciarle y que él me defendería ante el tribunal, pero como ya no salía con él no podía llevar el tema a los juzgados puesto que no tenía dinero para pagarme un abogado y claro, ¿con qué pruebas? En fin, era demasiado tarde para tomar medidas legales y me arrepentía muchísimo de no haberlo hecho en su momento, pero estaba aterrada.

Andamos hasta que se nos hizo tarde y, cuando quise darme cuenta, nos encontrábamos ante la casa de mi tía. Pasamos dentro y ella permanecía con una sonrisa en la boca mientras hacía la cena.

–Ya veo que te ha ido bien– afirmé mientras le hacía carantoñas a Wolf. Maia se acercó para darnos un beso primero a Wolf y luego a mí y continuó con su tarea.

–Y tan bien, Autumn. Pero desgraciadamente tengo algo que decirte.

Paré inmediatamente de acariciar a Wolf y seguí con la mirada todos los movimientos de mi tía.

–Me han ofrecido un puesto estupendo en el que me pagan bien, pero me han destinado a Los Ángeles porque aquí no tienen vacantes– dijo, suspirando.

–¿Y a qué esperas?– la animé. Chocolate también seguía los movimientos de mi tía pero por una razón distinta. Quería que se le cayese algo de comida.

–No puedo dejarte aquí sola y allí no tengo casa y tendría que vender esta, pero estar aquí me pilla cerca de familiares por si alguna vez les tengo que dejar a cargo de Wolf...

–Mira, Maia– la interrumpí –Te ha salido una oportunidad única y no puedes desaprovecharla. Además, ¿quién te ha dicho que me voy a quedar aquí? Mi lugar está en Los Ángeles ahora. Podemos alquilar una casa y mientras tu trabajas yo cuido de Wolf hasta que encuentre trabajo. ¿Has visto como no hay ningún problema?

–¿Y lo de la casa qué?– continuó.

–Tengo varios amigos allí, les puedo preguntar si conocen de un sitio donde podamos quedarnos– propuse.

Se quedó meditando durante unos segundos y se giró para mirarme: –¿Enserio vamos a hacer esto?– me preguntó, fascinada.

–¡Pues claro que sí! De todas maneras aquí no tenemos nada que hacer, o al menos yo.

–¡Dios, Autumn, eres increíble!– me gritó al oído mientras me abrazaba.

Cuando una puerta se cierra, otra se abre y esto era prueba de ello. Las dos íbamos a empezar de cero y, esta vez, ambas teníamos un hombro en donde apoyarnos.

SEPARADOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora