Interludio 10

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Eleonora Vikström levantó la mirada por encima del libro que estaba leyendo, La expulsión de lo distinto de Byung-Chul Han. Se subió los anteojos y se concentró para oír mejor. Chasqueó la lengua. Sebastián estaba escuchando otra vez esa música horrorosa.

Lenny se había dado cuenta de que su hijo escuchaba Suicide Commando cuando estaba de mal humor o triste, y últimamente el mal humor de Sebas tenía nombre y apellido: Juan Cruz Zimmermann. Ella había investigado un poco al muchacho por redes sociales: lindo, músico talentoso, familia adinerada, un poco gato. En Instagram seguía a montones de actores de porno. Bueno, Sebastián también, qué más daba. Para qué hacerse la idea de que su hijo era un santo, ¿no?

Pero ese Juan Cruz... nunca le había terminado de gustar.

Sebastián subió el volumen de la música.

—¡Ay, por Dios! —gritó Lenny, y tiró el libro al suelo.

Suspiró, respiró hondo... y volvió a suspirar. Se levantó, recogió el libro, lo colocó sobre el sillón donde había estado recostada, se alisó las arrugas de la túnica japonesa que tenía puesta y fue hasta la habitación de Sebastián. No se molestó en tocar la puerta. La abrió, se paró en el marco y contempló a su hijo, que estaba hecho un ovillo sobre la cama, dándole la espalda a la puerta.

—¿Sebastián? —Lenny se acercó al parlante y bajó la música al mínimo. Sebastián se giró. Estaba llorando—. Hijo... ¿Qué pasa?

—Nada...

—Bueno. Espero que Nada no te esté molestando...

—No tiene nada que ver con Juan Cruz.

Lenny se sentó en la cama y Sebastián se irguió y se abrazó las rodillas. Le pasó una mano por el pelo, algo seco por tanta tintura negra. Y sucio. Su hijo no se bañaba hacía al menos dos días. Además, estaba vestido como un pordiosero; con un buzo viejo desteñido de alguna de sus bandas musicales y unos pantalones de deporte grises que le quedaban un poco grandes. Hacía semanas, Sebastián se había pintado de negro las uñas de los pies y ahora solo tenía pintadas las uñas de los dedos gordos. La imagen le dio risa.

—Creo que Johnny se enojó conmigo.

Lenny frunció las cejas, confundida. No se imaginaba a Jonathan enojado. Jonathan era un chico tan dulce, tan tímido y tranquilo.

—¿Por qué? ¿Qué pasó?

Sebastián se pasó la mano por la cara para limpiarse las lágrimas.

—No tengo idea.

—¿Qué?

Y su hijo le contó que habían ido al cumpleaños de esa piba, la cheta, y que bueno... jugaron a verdad o consecuencia (sí, como si tuvieran doce años) y que se había chapado a un chico del otro colegio y Johnny se había esfumado de un momento a otro, ¡me di vuelta y ya no estaba!

—Y ahora no me contesta el whatsapp... ni el instagram.

Eleonora casi se echó a reír. No lo podía creer.

—¿Y por eso llorás? —susurró—. ¿Porque no te contesta?

—Mamá —Sebastián suspiró y empezó a meter los dedos por el tejido del cubrecama, un poco avergonzado—. Si sabés que me gusta Johnny.

Lenny soltó una carcajada.

—Ay, Dios...

—¡Mamá!

—¿Y cómo lo voy a saber? Si nunca me lo dijiste...

—¿Me vas a decir que no se me nota?

—A vos no sé. Pero a él sí que se le nota.

Sebastián abrió la boca para decir algo, pero la cerró. Estaba confundido.

—¿Qué querés decir?

—Que le gustás a Johnny, hijo. ¿Más claro te lo digo o me disfrazo?

—Pero Johnny es hétero...

—No sé qué es Johnny. Pero le gustás.

Y le contó lo que había ocurrido aquel mediodía, cuando Juan Cruz tocó el timbre del edificio, y Sebastián regresó llorando y con un chocolate en la mano. Un chocolate que no podía comer. Qué imbécil ese Juan Cruz, por Dios...

—Mamá, ¿por qué no me lo dijiste antes?

—Era cosa de él. Pero bueno, ahora es cosa de ambos.

Se quedaron un rato en la cama, con Suicide Commando de fondo.

—Hijo, cambiá esa música horrorosa.

Sebastián agarró el celular y se lo pasó. Eleonora eligió la opción Recuerda y repite de Spotify, y comenzó una canción de HIM. No recordaba el nombre, pero le gustaba. Mucho mejor que los gemidos atragantados de la banda anterior. Se quedaron así un rato, escuchando música en silencio. Sebastián apoyó la cabeza en su vientre y cuando Lenny estaba a punto de quedarse dormida, la voz de su hijo la trajo de vuelta:

—Mamá... te tengo que contar algo.

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Hola, chiquis! Bueno, adivinen! ¿Qué es lo que va a contarle Sebas a su mamá?

Les agradezco un montón los comentarios que me dejaron en los capis pasados :) Aún no tuve tiempo de contestarlos todos, pero en cuanto pueda me pongo con ello. Estoy teniendo mucho trabajo estos días, por suerte (yo trabajo para editoriales editando libros, más que nada libros digitales , y por la cuarentena mucha gente está aprovechando para digitalizar sus libros y vender en tiendas como Amazon). 

Ustedes cómo están?

Les mando un beso y un abrazo!!! Nos vemos en el siguiente capi! 

CoverWhere stories live. Discover now