15. Lindo pero bruto

491 49 37
                                    

Sí, ando por acá. Eso fue rápido, jaja.

No supe qué contestarle. Había pensado que no me respondería. ¿Y ahora qué? Me quedé quieto y mudo, contemplando el "En línea" hasta que la pantalla de mi celular se puso negra. Eso. Y ahora qué. Miré a mi alrededor, a toda esa gente acompañada, a todas esas parejas. Y sentí que tenía derecho a salir de ahí acompañado. A la mierda todo. A la mierda Sebastián.

Sí, jeje J

Sentí un suave peso en el hombro. Y un sacudón en el estómago. Me giré lento.

—Hola de nuevo.

Y de repente pensé: no puedo creer que me dé bola un tipo tan lindo. Se me amontonaron todos los pensamientos. Qué linda boca, qué lindos ojos, qué linda sonrisa, ¿me tratará bien? ¿La tendrá grande? ¿Tendrá tatuajes? ¿Cómo será su cuerpo desnudo?

—¿Todo bien? –le pregunté, como un tarado.

Sonrió más, mostrando los dientes. Se mordió el labio inferior. Soltó un pequeño suspiro y asintió sin decir nada. Parpadeó. Qué lindas pestañas. La re puta madre.

—Sí. Muy bien...

Me estremecí. Su mano seguía en mi hombro. Sus dedos se pasearon por mi cuello y su pulgar me acarició el mentón. Sin embargo, no lo notaba muy convencido.

—No sé qué estoy haciendo –declaró.

—Yo tampoco.

—Sos muy chico...

—Sí... Creo.

—¿Creés?

Me mordí lo labios hasta que me dolieron. En esa calle del centro de Buenos Aires, en la puerta de ese bar, solo estábamos él y yo. Ni siquiera oía la música. Nada.

—¿Vamos...? ¿Vamos a tu casa?

Vi su nuez de Adán moverse cuando tragó saliva. Y me abalancé sobre su boca. Lo sentí gemir de sorpresa, pero no tardó en devolverme el beso. De repente, sus manos estaban en mi cintura y sus dedos se me clavaron en las costillas y pensé otra vez que no lo podía creer, que estaba besando a un tipo que no era Sebastián y creo que me puse un poco triste... pero qué importaba. Estaba buenísimo y me encantaba. Y era mi primer beso. A un desconocido, ahí en medio de la calle.

El auto de Alejandro tenía olor a nuevo. Como un olor a plástico y a cuero, si es que así huelen los autos nuevos. Puso música: lounge mix beach decía la pantalla. No era mi género favorito, pero me resultó agradable. Era música electrónica, ese estilo de música tranquila pero repetitiva que se hace en computadora y que Sebastián menospreciaba diciendo que eso no era música. Paramos en un semáforo y Alejandro me miró de costado.

Sebastián, ¿quién te conoce?

Alargué la mano hasta su pierna, como había visto hacer en alguna película o video musical. Pero la dejé ahí, en el muslo. No me atreví a seguir subiendo. El corazón me latía a mil por hora y la tenía dura, durísima. En una avenida, Alejandro aceleró y cuando miré por la ventanilla, las luces de la ciudad me marearon. O capaz eran los restos de cerveza, que seguía navegando por mi cuerpo.

—Llegamos.

Era un barrio cheto. Creo que habíamos pasado por la Facultad de Medicina...

—¿Qué zona es esta?

—Recoleta.

Uh. Chetísimo. Cuando le contara a Sebastián...

Me saqué el cinturón de seguridad con las manos temblorosas. ¿Por qué carajo no podía dejar de pensar en Sebastián? Cuando salí del auto, el frío de la noche me acomodó las ideas. ¿Por qué estaba en el auto de un desconocido?

CoverWhere stories live. Discover now