10. Rubio no asumido

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Al día siguiente me desperté de buen humor hasta que recordé todo lo que había ocurrido la noche pasada. Entonces volvió la angustia. Valeria dormía a mi lado, panza arriba y con la boca abierta. Miré la hora en su celular; eran las siete y media de la mañana, me había permitido dormir un poquito más. Me levanté en silencio para no despertar a mi hermana y fui a mi habitación. Todo estaba tal cual como lo había dejado: la luz apagada, la cama deshecha y la notebook enchufada.

Me di una ducha rápida y puse a cargar el celular. Tenía nuevos mensajes en el grupo de WhatsApp del curso: ¿quiénes llevan mate? Organicémonos para llevar termo, azúcar, yerba y galletitas.

«Llevo un termo con agua caliente», escribí.

Me puse unos pantalones de deporte, una camiseta de mangas largas, un buzo y me calcé las zapatillas.

—Llevá la campera, Jonathan —me dijo mamá cuando bajé hasta la peluquería para desayunar con ella—. ¿Qué pasó que dormiste con Valeria?

Siempre era ella la que venía dormir a mi habitación.

—Nos quedamos charlando y nos dormimos —contesté sin mirarla.

Me cebé un mate mientras mamá barría el suelo de la peluquería. Había pelos de todos los colores; negros, rubios, incluso unas puntas pelirrojas. Me llegó un whatsapp. Era él.

Johnny, me dijiste que tu mamá es peluquera, ¿no?

Correcto.

Bárbaro, porque me quiero teñir de nuevo.

Que ya se me notan las raíces.

¿De negro?

Obvio.

Morocho tenido, jajaja.

Me pregunté cómo sería Sebastián rubio. ¿Cuándo se habría teñido por primera? No había visto fotos en su casa.

¿Que cómo sería?

Igual de lindo, sin duda.

—Ma, Sebastián se quiere teñir de negro, ¿cuándo puede venir?

Mi amigo aún no había venido nunca a mi casa.

—Decile que venga el sábado a la mañana. O a la tarde, cuando quiera.

Genial, pensé. Pasaría el sábado con él.

¿Podrá también cortarle el pelo a mi mamá?

Sí, dice que sí.

Tal vez Lenny tenía curiosidad por mi familia, pensé. Y también pensé que se aburriría soberanamente charlando con mi mamá. Lenny era una mujer muy culta, una intelectual. Y mi mamá era una mujer común con intereses comunes. Escuchaba a Arjona, no se perdía ninguna novela de Canal 13 y solo leía las revistas de chimentos. Tal vez Lenny se decepcionara al conocerla.


Nunca me voy a olvidar de este día, pensé al ver a Sebastián acercarse a lo lejos. Había pensado que verlo me confirmaría si en verdad estaba enamorado de él, cuando la ansiedad que todos los días sentía por verlo ya me lo había confirmado. Pero ahora era diferente; estaba consciente, había despertado.

El cielo estaba nublado y habían pronosticado lluvias para la noche. Sebastián era una silueta completamente negra que cruzaba la larga avenida...¿Y qué era eso traía? Una guitarra, colgada a la espalda. Genial.

Cuando lo vi mejor, fruncí las cejas extrañado. Se había puesto unos borcegos negros, sus vaqueros rotos en las rodillas y debajo de la campera tenía un buzo con el dibujo de una estrella de cinco puntas, como todo un chico católico. Llegó hasta mí, me sonrío, apoyó la mano derecha sobre mi hombro izquierdo y me besó en la mejilla. Le devolví el beso.

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