Capítulo 28.

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Conductas extrañas. O tal vez no sean tan extrañas después de todo. 

—No te atreverás —entornó los ojos, estudiando la expresión de su rival—. Por tu bien espero que medites con respecto a la decisión que supondrá un punto de no retorno en nuestra relación. Yo que tú... ¡ni se te ocurra! —perdió todo el aplomo— ¡Te abriré el abdomen para sacarte los intestinos y hacer figuras de animales con ellos! ¡Sucio traidor!

Las amenazas brotaron con fluidez de los labios de la pelirroja en el instante que la carta cayó sobre la mesa. Con cara de pocos amigos y mientras no cesaba de insultar la memoria de todos los antepasados del chico cogió ocho cartas del montón. Adiós a su oportunidad de ganar el juego tras haber proclamado a todo pulmón que tan solo le quedaba una.

—Creo que te tomas demasiado en serio el juego —masculló Isaac—. Debes aprender a aceptar una derrota.

—¡Nunca! ¡Y mucho menos frente a ti! —expresó sus palabras con afiliada indignación y se recolocó las gafas de sol sobre el puente de la nariz—. No cederé a tus tácticas.

—Uno —intervine posando mi penúltimo naipe sobre la mesa que estratégicamente habíamos situado entre las hamacas—. Ninguno de los dos ganará esta partida.

Jossie refunfuñó, enrabietada, ampliando la mueca burlona de Kowalski que me miró con una mezcla de diversión y exasperación.

Nuestra amiga era competitiva hasta extremos bastante radicales y ver como perdía los papeles y se sulfuraba por una partida de cartas era bastante cómico. Bueno, al menos de momento que no habían empezado a volar objetos. Aún tenía una pequeña cicatriz junto a la ceja izquierda de aquella tarde que perdió todas y cada una de las carreras al Mario Kart en la Nintendo DS.

—Acepto el reto, Lea —Isaac extrajo su tercera carta y cambió de sentido los turnos— ¿tienes rojo?

Dejé que la tensión dramática creciese a nuestro alrededor mientras paseaba la vista de uno a otro con suma lentitud. Jossie estaba tan tensa que estaba a medio paso de convertirse en una masa de tics nerviosos. Isaac me evaluó con la mirada como el gran estratega que era con sus cejas enmarcando una expresión suspicaz.

Disfruté de todos los segundos que compuso el momento de dejar la carta a ojos de todo. La pelirroja maldijo y dejó caer todas sus cartas al suelo con furia. Sus labios compusieron un insulto directo hacia mí que en lugar de ofenderme consiguió hacerme reír.

—¡Oye! ¡Ten más cuidado o nunca más traigo las cartas! —se quejó el chico. Después se dirigió a mí— Bien jugado. Ahora escapa aquí antes de que te decapiten.

Aunque no temía por mi salud física sí que me levanté de la tumbona. El tejido cruzado había impreso ya una huella en mi trasero y muslos y el sol comenzaba a hacerme sudar. Gruesas gotas de agua y crema recorrían mi piel achicharrada así que caminé en dirección a la piscina.

El hotel era bastante grande y un auténtico resort vacacional con multitud de servicios. Piscina, discoteca, chiringuitos y un dudoso personal para entretener las veladas. Era temporada baja y sus huéspedes más numerosos éramos nosotros.

Las puntas de mis dedos tantearon la superficie para medir la temperatura. El agua estaba fresca y apetecible para sumergirse pero me tomé las cosas con calma, flexionando las rodillas hasta quedar sentada en el borde con las piernas metidas hasta unos centímetros por debajo de ellas. Mis pies describieron movimientos circulares durante un tiempo impreciso mientras me trasladaba a un viaje mental sin contenido. Un momento en blanco, limitándome a disfrutar de la sensación refrescante del agua en mi piel y dejando fluir el aire a través de mis pulmones en respiraciones amplias y profundas.

Kavinsky © [✓]Where stories live. Discover now