Capítulo 14.

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La gente tiene un pasado, la cuestión es, ¿cuál era el suyo?

El hogar de Kavinsky era acogedor. No era un apartamento especialmente amplio pero cada detalles estaba cuidado y todo el ambiente desprendía un aura de calidad y cercanía muy distinta al orden maniático y desquiciado que dominaba mi sala de estar.

Los dos muchachos que vivían en ella no se quedaban atrás.

Había visto a Luca reírse y sonreír con anterioridad. Desde que le conocí me quedó claro que era una persona feliz, lo que no sospechaba era hasta que punto podía ser burlón, inteligente, sarcástico y divertido. Su risa era un bálsamo, sobretodo cuando se amplificaba por la familiaridad de su propia casa.

—¡Eso no es verdad! —se defendió Finn y movió con intensidad la cabeza pero no pudo evitar ocultar la sonrisa que le traicionó— ¡Por favor, Luca! Eres un mentiroso. No le creas ni una palabra, Eleanor.

—Ni una palabra —asentí acepté el puño extendido que me tendió. Choqué mis nudillos contra los suyos.

Luca se incorporó recogiendo su plato de la mesa y paseó su mirada oscura y chispeante entre nosotros. Él mismo había preparado la cena en apenas unos minutos. Una jugosa tortilla francesa con queso fundido que había calmado el tigre hambriento de mi estómago.

—¿Y esta alianza en mi contra? —sus cejas negras se arrugaron al tiempo que sacudía la cabeza y aferraba el plato de su hermano menor.

—Simple —me apresuré a coger el mío antes de que él se hiciese cargo. Sus ojos se cruzaron con los míos en el momento en el que nuestros dedos se tocaron durante unas breves milésimas de segundo— Tú eres el hermano mayor. Como hermana pequeña he de posicionarme en mi bando.

—No hace falta que me ayudes —dijo indicando mi intento por ponerme en pie.

—Por supuesto que hace falta —refuté y apoyándome con la mesa logré incorporarme con el plato entre los dedos— Me habéis invitado a cenar, lo menos que puedo hacer es colaborar un poco. Y no, no aceptaré un no por respuesta, Kavinsky.

Luca me estudió durante unos segundos hasta soltar un suspiro de rendición que ensanchó mi sonrisa.

—Eres muy testaruda.

Me ayudé con una sola muleta y asentí con el más legítimo orgullo, coincidiendo con sus acertadas palabras.

—Muy observador,pero aún no has visto nada.

Mi piacerebbe.

La cabeza llena de rizos de Finn,que hasta ese momento había permanecido en silencio mirando con fijeza la tele, se entrometió entre ambos.

—¡Espera! Esa me la sé...

Su hermano se llevó dos dedos a los labios acallando la traducción del pequeño.

Demonios, debería haber prestado más atención a mis estudios de lenguas extranjeras. Quizás así no me sentiría tan perdida y ansiosa por conocer el significado de su respuesta.

—Eres un tramposo —amonesté y cojeé en dirección a la cocina.

Luca me siguió de cerca soltando una ronca carcajada que me erizó el vello de la nuca. Era sorprendente y confusa la reacción de mi propio cuerpo a la presencia del italiano. Una dicotomía diseñada para torturarme con lentitud. Por un lado me sentía en completa calma y paz mientras que por otro... el pulso se me aceleraba más de lo necesario.

Kavinsky dejó la vajilla sucia en la pila y dejó que un potente chorro de agua caliente eliminase parte del queso fundido adherido en la porcelana. Desde mi perspectiva tan solo podía contemplar sus anchos hombros de jugador de lacrosse y su cabello moreno y ondulado que nacía de una línea irregular en su nuca.

Kavinsky © [✓]Where stories live. Discover now