Capítulo 19.

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La sabiduría de los Tres Mosqueteros.

—¿Qué vas a querer para cenar?

—A ti, bebé, entero y sin acompañamiento.

Los labios de Robert se separaron en una mueca de la más basta indignación y repulsión. Sus cejas castañas se fruncieron ante la respuesta de Noah que logró arrancarme una carcajada divertida.

La escena no dejaba de ser graciosa y cotidiana a la vez.

Spellman estaba tumbado cuan largo era en el sofá principal de la sala y yo me encontraba apoyada sobre él en perpendicular, con el cuerpo apoyado en la prolongación lateral del mueble y los pies muy próximos a la cabeza de Troy que manipulaba el mando de la consola sentado en el suelo. Éramos un conjunto de despojos humanos con el único ser decente de pie, a medio paso entre el salón y la cocina.

—¿Puedes dejar de decir gilipolleces durante dos segundos? Trato de hablar con mi hermana.

Noah sonrió con perversión.

—No me provoques, ese delantal es demasiado sexy para mi salud —se llevó dramáticamente una mano al pecho— Primero me enamoras y después me rechazas. Y aquí sigo, enganchado a nuestra relación.

Rob puso los ojos en blanco con tedio y me apuntó con el tenedor de madera. Lo cierto es que sí exhibía un aspecto curioso con el delantal de mi madre ajustado a su anatomía de ex jugador de fútbol americano. Era una mezcla extraña e hilarante.

—¿Te lo puedes creer? —Noah se dirigió a mí y sus dedos se deslizaron entre los mechones de mi cabello en una agradable caricia— Tu hermano es un ser despojado de sentimientos.

—Y tú eres un idiota sin neuronas, ¿enana? —insistió Robert volviendo sobre su pregunta inicial.

Titubeé unos segundos barajando mis posibilidades sopesando, a la vez, las habilidades culinarias de mi hermano. Su destreza en la cocina era algo limitada.

—¿No podríamos pedir algo? —probé con cara de niña buena para tratar de ablandar el corazón del universitario— Seguro que a papá y a mamá se les ha olvidado llenarnos la nevera y es demasiado tarde como para hacer la compra. La cena estaría muy limitada y no sería suficiente para todos nosotros, ¿o quieres que te recuerde como comen tus amigos? La mejor opción sin duda es encargar... ¿pizza?

—Secundo eso —Troy apartó por un momento la atención de la pantalla y se encogió de hombros— La pequeña Cole tiene razón.

Noah asintió en silencio.

Rob nos contempló unos segundos como si miles de formas de asesinarnos cruzaran su mente a una velocidad supersónica. Finalmente soltó un profundo suspiro y se deshizo el nudo del delantal para lanzarlo contra la cara de Noah.

—De acuerdo —gruñó— pero no pienso ser yo quien se haga cargo de la cuenta.

Spellman se apartó la tela del rostro con lentitud y le devolvió la acción a Robert quien agarró con agilidad y unos reflejos que yo no tendría jamás el proyectil.

—Yo invito.

Me acomodé aún más en mi sitio con una mueca de satisfacción por haber conseguido mi objetivo: cenar pizza. Noah soltó un pequeño gruñido de aburrimiento y dejó su teléfono a un lado. La mano que aún continuaba enredándose en mi pelo enrolló un mechón de este.

—¿No tienes calor? —inquirió despacio, con una pizca de maldad en las profundidades de sus ojos azules.

Moví la cabeza hacia atrás para poder contemplar sus facciones desde mi postura. Lo cierto es que la temperatura de la casa no era compatible por completo con la sudadera que llevaba pero me veía incapaz de desprenderme de ella.

Kavinsky © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora