Capítulo 17.

45.7K 2.7K 361
                                    

Sueños pecaminosos y diluvios universales, excelente combinación para un jueves por la mañana. 

Esa noche dormí en mi casa. Como después de una discusión fuerte todo pareció haberse olvidado como si jamás hubiese tenido lugar y la familia volvió a su forzada dinámica como una maquinaria engrasada y perfectamente automatizada.

Me desperté en mitad de la madrugada inundada en sudor y con el pulso golpeándome con fuerza en las sienes. Mi cuerpo al completo palpitaba y tardé unos segundos en comprender lo que había ocurrido, aún jadeante y estupefacta por el contenido de mi sueño.

Me incorporé con torpeza deshaciéndome de la gruesa colcha que me sepultaba contra el colchón para que el aire fresco me aclarase las ideas y reduje las constantes aceleradas de mi organismo. Estado de revolución derivado de mi extensa imaginativa que por algún motivo en especial me había ofrecido una secuencia rica en detalles de una escena no recomendable para menores de edad.

¡Por los glúteos de Thor! Acababa de tener un sueño húmedo.

Me froté los ojos con vehemencia y muy despacio la respiración se calmó en lo profundo de mi pecho y pude pensar con seriedad en aquello sintiéndome avergonzada y sorprendida a partes iguales.

El recuerdo fantasioso de un par de dedos recorriendo y descubriendo mi piel me atormentó unos segundos más. Lo preocupante no era por sí mismo el contenido de mis fantasías si no el reparto que tenían.

Yo... yo...

Ahogué un grito de incomprensión y puro nerviosismo cerrando los ojos con mucha fuerza para tratar de deshacerme de la ráfaga de imagines de mi mente. Había sido tan real e inconcebible que la mezcla resultó explosiva.

Mi retorcida imaginación decidió, pues, montar una película propia de Hollywood y en mi primera ensoñación de esa índole jugó fuerte añadiendo dos personas en lugar de una. Sí, no podía huir de la verdad... en mi desbocada fantasía no perdía mi angustiosa virginidad solo con un chico, si no con dos. Y ya habréis adivinado lo inevitable... ajá, Kavinsky y Derek. Derek y Luca.

Junté las palmas de las manos y recé a todas las deidades que conocía con el fin de purificar mi mente sucia y obnubilada por la abstinencia que arrastraba desde el día de mi nacimiento.

¿Qué clase de alucinógeno cochino tenía la cena para transportarme a semejantes ambientes?

Todo era culpa del estúpido Robert y nuestra conversación en el aparcamiento del instituto que había abierto puertas nunca antes tocadas.

Tan asombrada estaba por el hecho que ni me atrevía a aventurarme en el transfondo e interpretaciones de mi improvisado trío virtual.

Con el fin de purgarme emocionalmente me arrastré como una lagartija, maldiciendo en voz baja por el peso muerto que suponía Freddie hasta alcanzar el portátil que reposaba sobre el escritorio. Mis dedos se movieron genialmente por el teclado y pronto la tenue luz azulada iluminó de forma parcial la instancia.

Moví el ratón hasta posarme sobre el icono de Netflix. Alabado sea Noah Spellman y su cuenta a la cual me había dejado adherirme como una garrapata. No me hizo faltar buscar mucho para que un capítulo de Friends comenzarse a reproducirse en la pantalla y mis problemas se fuesen diluyendo despacio hasta volverse más pequeños.

—Unagi —pronuncié en sincronía con el Ross de la pantalla y no pude evitar sonreír.

No recuerdo volver a quedarme dormida pero me desperté en una posición la mar de incómoda y con el tiempo suficiente como para evitar que mi ordenador se hiciese añicos contra el suelo. Ojerosa y malhumorada esperé el juicio final hasta que se me hizo ineludible levantarme de la cama y afrontar el día siguiente.

Kavinsky © [✓]Where stories live. Discover now