Todo lo que quieras de la era de los Merodeadores. One shots, Imaginas, Preferences, Types...
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El picnic que tenía planeado con Remus se fue al garete, esa mañana estaba lloviendo tanto que los jardines se habían vuelto un barrizal. De todas maneras no esperaba desperdiciar esa oportunidad, se suponía que esa debía ser mi primera cita con Remus, y no iba a dejar que se destrozase.
Bajé a las cocinas, y los elfos domésticos me dieron algo de comida, sin siquiera dejarme que les ayudase a cocinar.
Metí toda la comida en una cesta de picnic y fui a la habitación de los merodeadores, era sábado y había excursión a Hosmeade, por lo que Peter, Sirius y James habían salido y solo Remus estaría allí.
Llamé suavemente a la puerta, esperando una respuesta de dentro.
— Peter, si vienes aquí espero que estés calladito....— dijo Remus al abriendo la puerta, de golpe, al principio ni siquiera se dio cuenta de que era yo, porque abrió la puerta y me dio la espalda, yéndose a su cama.
— Yo venía a verte a ti...— respondí entrando lentamente a la habitación.
—¡T/N!— dijo él sorprendido, girándose de golpe.
— ¿No habrás olvidado nuestra cita?— respondí mostrándole la cesta del picnic que llevaba en las manos.
— Creí que por la lluvia.....— dijo él soltando el libro que tenía en la mano y acercándose un poco más a mi.
— Bueno, tenemos que comer igual— respondí colocando la cesta en el suelo, con un hechizo saqué la comida, colocándola en el suelo sobre una manta de mantel.
Nos sentamos en la manta de picnic, el uno frente al otro. Estuvimos comiendo y charlando por lo que parecieron horas, hablamos de todo tipo de cosas, algunas importantes, pero la mayoría simples tonterías.
— Pero hay algo que no entiendo. ¿Cómo es que tienes tiempo de ser la capitana del equipo de quidditch y de las mejores de nuestra clase? Yo solo soy una de esas cosas y no tengo tiempo de nada— me preguntó mientras seguíamos comiendo.
Solté una ligera carcajada.
—A veces siento que mi día tiene más horas de lo normal— dije sin poder evitar agarrar el dorado collar de reloj de arena que me había dado el director.
Todo había ido genial, después de comer estuvimos hablando un buen rato más, nos movimos, quedando el uno al lado del otro, en vez de uno frente al otro, y empezamos a acercarnos lentamente. Él colocó su mano en mi mejilla y con la cercanía comencé a sentir el calor de su aliento sobre mis labios.
De repente, la puerta se abrió de golpe, y nos separamos rápidamente.
— ¡Remus! ¡Sigue siendo mi hermana pequeña!— dijo James enfadado, entrando a la habitación.
