¿Enamorado?

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Habían pasado ya algunos meses desde que Norah y Tom habían comenzado a salir, y por lo que Tom le decía a Benedict parecía que iban en algo serio. 

—No le veo lo especial, Tom, de verdad, creo que es como cualquier otra chica. 

Tom sonrió levemente, dejo de beber la taza de té que tenía en frente y miro a Benedict con cierta burla en los ojos, como aquél que se ríe de algo que sabe y que el otro ignora. 

—Tiene algo que la vuelve la mujer más especial en este mundo. 

—Bueno, te aseguro que no más que Meredith. 

Respondió Benedict, sosteniendo el cigarrillo en su mano mientras se rascaba la ceja. Había seguido saliendo con Meredith, su novia, no parecía ser nada serio o al menos eso pensaba él, aunque había escuchado las indirectas que Meredith le había hecho para aclarar su situación.

—Cada mujer es especial a su manera, no creo que haya comparación entre las dos. 

Benedict simplemente asintió, no quería seguir hablando de Norah, se sentía incómodo y como un completo mal amigo al hablar con ella. 

Porque desde que la había visto por primera vez no podía dejar de pensar en ella, en aquella sonrisa que los había hecho caer a ambos, en las largas y hermosas piernas debajo de la falda que usaba el primer día que la había visto, en qué se sentiría tocarle las mejillas. Y cuando la veía en persona, un tremendo sentimiento de ardor le cruzaba por todo el pecho, se negaba a sí mismo que aquello fuesen celos. ¿Cómo podría? Él estaba bien en una relación con una mujer maravillosa. Pero de nuevo cuando la escuchaba reír, hablar incluso, se sentía presionado, como si no hubiese fuerza que lo sostuivera en la tierra, era ella la que provocaba todo aquello. 

—Como sea. Quería invitarte a ti y a Meredith a cenar con nosotros mañana.

Benedict frunció el ceño, no quería verla, no le gustaba como se sentía cuando estaba con ella, mucho menos cuando su novia estaba cerca. Además de que lo único que le ayudaba a calmar los nervios que era fumar, no podía hacerlo debido al asma de Norah. 

—¿Tengo que ir? 

—Benedict, no entiendo porque eres así con ella. 

—¿Así como? 

—¡Así! No te cansas de ser cruel con ella, y de recordarle que es una mesera y no más. Por eso quiero que vengas mañana. 

Benedict no dijo ni una palabra, no se había dado cuenta de que en su intento de disimular su atracción hacia Norah se había vuelto un tanto cruel con ella. 

—Esta bien, te veré mañana, y en verdad lo siento, no me había dado cuenta de que la trataba así. 

Tom no le dio importancia, charlaron durante toda la tarde sobre otros asuntos hasta que Tom se fue. Benedict se quedo a solas y fue entonces cuando se sentó en su sofá y se agarro del cabello como un desesperado, tenía que hacer lo que fuese para sacarse a Norah de la cabeza.

No llevaban mucho tiempo sentados, cuando Benedict llego de la mano con Meredith, Benedict esperaba que Norah reaccionara de algún modo, esperando que mostrara celos tal vez, pero ella no dejaba de mirar a Tom con una leve sonrisa en el rostro. 

No habían pasado más de quince minutos y a Benedict ya le sudaban las manos y no dejaba de intentar acomodarse el cuello de la camisa. Meredith no dejaba de mirarlo, curiosa ante aquella actitud. Se acercó a su oído y le habló en voz baja. 

—A mi tampoco me agrada que no nos deja fumar. 

Benedict sonrio un poco e intentó disimular un poco más, si Meredith se había dado cuenta no quería que Tom lo hiciera también. 

La novia de mi mejor amigo. Where stories live. Discover now