Primeras miradas.

2.5K 151 15
                                    

Los dos recordaban con exactitud el día que la habían conocido, tanto Tom como Benedict. 

La primera vez que la habían visto, la primera sonrisa que les había dirigido, y las primeras palabras que les había regalado, lo recordaban todo a más minímo detalle. 

Era una mañana soleada de domingo, se podía oler la hierba mojada de la lluvia del día anterior, Tom y Benedict tenían un par de meses sin verse, y a pesar de ser como hermanos sentían que habían perdido el contacto. Habían decidido verse y desayunar en una pequeña cafetería que les quedaba a unas cuantas calles pero nunca habían podido visitar. 

Tom llegó temprano, como siempre acostumbraba, pidió una mesa en la terraza ya que suponía su amigo querría fumar, además de que era un día bastante hermoso para perderse un solo rayo de sol. Pasaron varios minutos hasta que Benedict finalmente llego. 

—Perdona la tardanza, me he quedado dormido.

Se disculpó con Tom, Tom negó con la cabeza para detenerlo, aquella vida que llevaban en esos momentos era ocupada y con pocos momentos de descanso, era obvio que intentaran aprovechar cada minuto que podían aunque fuese para dormir un poco.

Benedict hizo exactamente lo que Tom había pensado, saco un cigarrillo de su chaqueta y comenzó a fumar intentando así liberarse de cualquier preocupación.

Escucharon unos pasos detrás de ellos. Y fue ahí cuando la vieron.

Norah se acercaba hasta ellos, usaba su uniforme de la cafetería que consistía en una playera de algodón blanca con una etiqueta pegada en su pecho que tenía su nombre, una pequeña falda que le llegaba un poco más arriba de las rodillas, un delantal verde amarrado en su cintura, y unas largas piernas morenas que terminaban en unos tenis converse de color blanco. Su cabello negro estaba amarrado en una media coleta, lo cual dejaba la otra mitad de su cabello caer con gracia sobre sus hombros, usaba muy poco maquillaje, solo un poco de rimel en las pestañas para que lucieran más largas y un poco de brillo en los labios para no lucir tan simplucha como ella pensaba que era.

Sus ojos color negro miraron a cada uno de los hombres frente a ella, una sonrisa comenzó a crecer en su rostro, una sonrisa que ninguno de los dos podría explicar claramente. Era una sonrisa de aquellas que te incitan a sonreír también, una sonrisa que desafiaba a todo aquél que se atreviese a mirarla y no ser feliz, una sonrisa que se negaba a tener una cara larga por respuesta.

—¡Hola! Mi nombre es Norah y voy a ser su mesera en esta hermosa mañana, tenemos...

Se sintieron instantáneamente atraídos hacia ella y su sonrisa, incluso un tanto hipnotizados. Cuando les dio el menú a cada uno, ambos sintieron la necesidad de tocar su mano, y ella ni siquiera notaba la magia que estaba teniendo sobre aquellos dos hombres.

Benedict la miro y se dio cuenta de que estaba hablándole a él.

—Lo siento, ¿qué?

—¿Necesita un cenicero?

La miro un tanto confundido, se había perdido en la inmensidad de los ojos negros que le miraban con un brillo divertido, Norah señaló el cigarrillo en mano de Benedict y el asintió con un poco de violencia.

—Oh, sí, sí claro, gracias.

Respondió un tanto sonrojado, aunque intento disimularlo.

—Muy bien, volveré cuando esten listos.

Ambos asintieron, ella se dio la vuelta y de ambos regresaron a verse.

—Ella es...

—Sí.

Respondió Benedict, interrumpiendolo, no quería seguir mirandola de la manera en la que lo estaba haciendo, también intentaba lucir tranquilo, después de todo él ya tenía novia, y aunque ella no estuviese ahí, le gustaba pensar que era capaz de respetarla en todos los sentidos.

—Es toda tuya.

Dijo Benedict, y antes de que Tom pudiese responder, Norah había vuelto y ponía cerca de Benedict el cenicero.

—¿Listos?

Preguntó ella, y Benedict sintió como si hubiese otro sentido en la pregunta, se sintió tonto de pensarlo si quiera.

Ambos ordenaron algo, aunque sin prestar mucha atención a lo que decían, no podían dejar de mirarla mientras se alejaba, la manera en la que se reía, la forma en la que jugaba con las puntas de su cabello cuando estaba distraída y la manera en la que trataba a otros clientes cuando entraban al local, no había ninguna diferencia en su sonrisa, ofrecía la misma felicidad a cualquiera que la mirase, ambos se dieron cuenta de que cualquiera que la veía sonreía de inmediato.

—Oye, Tom.

Dijo Benedict, pero Tom estaba demasiado concentrado mirando a Norah. Benedict lo movió de los hombros y Tom dejó de mirarla.

—Estas babeando.

Tom se sonrojo de inmediato.

Norah volvió con lo que habían pedido.

—Que disfruten su comida.

Dijo ella con la misma sonrisa en el rostro.

—Gracias, se ve delicioso.

Dijo Tom intentando disimular el cosquilleo en sus mejillas por la necesidad de sonreírle.

—Por nada.

Se dio la vuelta y una pequeña libreta se cayó del bolsillo roto de su delantal, aunque ella no se dio cuenta, Tom regresó a ver a Benedict y el negó con la cabeza, Tom lo ignoró y se apresuro a tomar la libreta, pero justo cuando se agachó para tomarla su mano tocó la de ella y sus ojos se derritieron ante la mirada de Norah, ella se sonrojó y lo miro con una sonrisa que se había vuelto tímida. Tener la sonrisa tan de cerca y que fuese solo para él le robo el aliento e hizo que respirara mucho más rápido, todo al mismo tiempo.

Benedict los miraba desde la mesa y sintió una sonrisa crecerle en el rostro, pero de pronto se dio cuenta de que la chica había dejado de ver a Tom y le daba una rápida mirada a él. Y entonces Benedict se sintió celoso.

La novia de mi mejor amigo. Where stories live. Discover now