Yo amo a Norah.

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Tom corría su décima vuelta, escuchando música en sus audífonos e intentando concentrarse en cualquier otra cosa que no fuese su propia vida.

Todo había ido perfecto, conseguía cada vez más papeles, más retos que cumplir, todo marchaba de acuerdo al plan, excepto por una sola cosa.

Norah ya no estaba con él.

Todas las noches antes de ir a dormir pensaba en la noche en la que habían terminado, en como los ojos de Norah se llenaban de lágrimas y le pedía perdón una y otra vez mientras que al mismo tiempo repetía las palabras "no puedo". Y también no podía dejar de pensar en que tal vez había alguien más. Alguien que la había robado de su lado y aunque se negaba a aceptarlo recordaba las veces que veía a Norah mirar hacia la nada y suspirar.

Tom no podía entender que pasaba y no dejaba de preguntarle cuál era el problema, ¿qué había hecho mal? Cada vez que corría aquella pregunta le perseguía con fuerza. ¿Había hecho algo tan malo que Norah había decidido irse?

Aún podía sentir su mano arder, aún podía sentir el ardor del anillo de compromiso que ella le había devuelto.

Corrió hasta su casa, se había hartado de tener tanto tiempo para pensar. Necesitaba concentrarse en cualquier otra cosa y la mejor solución parecía ser el trabajo, o salir con sus amigos. Tomó su celular y comenzó a marcar el número de Benedict.

Sonó durante unos cuantos segundos cuando finalmente contestó.

–¿Hola?

–¡Hola! ¿Qué tal todo Ben?

Quería un consejo, alguien que le dijera que hacer para poder recuperar a su Norah. Porque cada vez que Tom cerraba los ojos, no podía evitar pensar en sus hermosos ojos negros tan profundos que parecían ser un pozo en el cual podrías hundirte sin problema alguno, pero también recordaba lo que veía en ellos, y aquél obscuro iris parecía guardar un gran y doloroso secreto cada vez que lo miraba.

–¿Tom, sigues ahí?

Tom sacudió la cabeza y puso atención a lo que Benedict volvía a decirle. Eso era justo lo que necesitaba una voz sensata como la que siempre había tenido su mejor amigo.

–Hey Ben, ¿crees que podamos vernos esta semana? Realmente necesito hablar contigo.

–Cla-claro, ¿qué día te gustaría?

Algo en la voz de Benedict lo hacía sonar nervioso lo cual preocupo a Tom.

–¿Estás bien?

–Sí... si, ¿qué día te parece que nos veamos?

–¿Mañana te es posible?

Arreglaron detalles sobre su salida y se despidieron.

Benedict sonaba algo distante, frío, aquello no era lo que Tom necesitaba en aquellos momentos. Se dio una ducha caliente para dejar de pensar en Norah, leyó unos cuantos libretos y se fue a la cama pensando en ella.

Habían acordado verse en el mismo café en donde solía trabajar Norah, Tom no consideraba aquella una buena idea, pero era el único lugar que quedaba cerca para ambos, en especial desde que Benedict se había mudado.

El aroma a café le llegó por el olfato haciéndolo sentirse caliente y cómodo, aunque lo suyo era el té el olor del café le relajaba tal vez porque le recordaba a su madre.

Entró buscando a Benedict con la mirada y por primera vez desde que lo había conocido no lo veía en una sección de fumadores, aunque si se le veía bastante ansioso.

Se acercó con una sonrisa en el rostro, una sonrisa curiosa de por qué no estaba él afuera fumando.

–¿Benedict?

La novia de mi mejor amigo. Where stories live. Discover now