La novia de mi mejor amigo.

Todo termina.

Había un brillo de júbilo en su mirada, mientras camina de la mano del hombre que ama. Puede sentir el resplandor del flash de las cámaras sobre su rostro, pero ni siquiera aquella sensación de estar rodeada, los gritos y los llamados eran más grandes que el orgullo que sentía en aquél momento por Tom, su Tom.

El anillo que posaba en su dedo y prometía toda una vida de ellos juntos, llenos de nuevas vivencias y de ricas experiencias, se sentía como una segunda piel y la mano de Tom tomando la suya, se sentía como pertenencia, algo que siempre debía de estar ahí y nunca desaparecer. Norah se sentía llena y amada.

La dicha de caminar por aquella alfombra roja que a Norah se le antojaba demasiado larga, era aún más grande que el sentimiento de incomodidad que eventos como aquellos le provocaban. Un año había pasado desde que habían vuelto a besarse como dos locos enamorados, y un año había pasado para que Norah se diese cuenta de que el hombre que le sonreía cada vez que les tomaban una fotografía era el hombre que la inspiraba en cualquier sentido, le inspiraba en el arte y en cada línea que la broche pudiese pintar, cada punto que la pintura dejase aunque solo fuese como un pequeño error. La inspiraba en la vida, y en el más puro arte de amar. Era él el que le había enseñado que en el amor hay oportunidad de equivocarse, que no hay nada más doloroso que descubrir que se ha herido a quien tanto se ha amado, pero también le enseñó algo mejor, algo que la deja plena día con día, el perdón. Aquella sensación de saberse reivindicado, de un nuevo inicio y de una nueva oportunidad, el saber de aquello era algo que Norah no cambiaría por nada del mundo. Así como no cambiaría al hombre que tenía a su lado, a Tom, su Tom.

Tom la mira con una sonrisa en el rostro, incrédulo de que ella sea la mujer con la que compartirá el resto de su vida, las cámaras le importan poco pues el tener a Norah a su lado y poder admirar la belleza que ella le ofrece, bien le había enseñado ella como admirar una verdadera obra de arte, y para Tom ella era la más preciosa de todas.

Le mira las pestañas, los labios rosados que se mueven en una tímida sonrisa, las mejillas sonrosadas, él entiende lo mucho que aquellas situaciones le apenan, y es porque ella no se considera lo suficiente como para estar en eventos como aquellos con él. Sin darse cuenta su mano se mueve hasta el mentón de ella y le levanta el rostro para darle un suave beso en los labios, pequeño pero lleno de seguridad, asegurándole a Norah que el afortunado en aquella alfombra es él.

Y para todos no son más que minutos los que pasan ahí esos dos de pie, pero para Tom son horas y horas en las que puede admirarla y pensarse como un tonto por no decirle con más vehemencia cuanto la ama.

Caminan un poco para comenzar a moverse. El vestido color rojo de Norah se le mueve con el viento, dándole la libertad de moverse como le plazca y sentir la suavidad de la seda acariciando su piel, aquél vestido es un regalo de Tom, un vestido el cual le ha pedido que se pusiera específicamente aquella noche. No podría discutir con él en nada en lo absoluto aquella noche, era una de las más importantes para él, no todos los días un actor es nominado para un premio Oscar. Las entrevistas comienzan y Norah se siente pequeña en comparación de Tom, después de escuchar las respuestas que él suele dar se pregunta de nuevo como es que pudo conseguir a un hombre como él cuando era no más que una simple mesera en una cafetería.

Ella sonrío y todo a su alrededor se iluminó por completo.

De pronto comenzaron a escuchar el nombre que durante todo un año habían querido evitar, escuchaban a todos los fotógrafos gritar el nombre de Benedict.

Estaba tan cerca de ellos, a tan solo unos cuantos centímetros. Norah pudo sentir la mano de Tom tensarse en su cintura, quería poder tranquilizarlo y decirle que todo estaría bien, pero tenía la sensación de que si ella lo mencionaba todo se vendría abajo.