No me dejes con las ganas.

65.4K 3.8K 224
                                    

#Mía

Esa misma noche me sentí extremadamente vulnerable, todo se me hacía un mundo y algo en mí me decía que no iba mal encaminada, pero no puedo ni siquiera explicar cómo lo sé, era pura intuición. Por suerte Marcos se quedó a mi lado toda la noche intentando mejorar mi humor y desde luego que lo consiguió, despertarme a su lado era algo que siempre conseguía hacerme feliz.

- Veo que ya vuelves a ser la misma de siempre ¿eh? - Me dice Marcos sin abrir todavía los ojos mientras que yo le voy dejando besos de la boca al cuello y del cuello a la boca.

- ¡Ni siquiera me estás viendo!  - le digo riéndome. Él abre un ojo poco a poco y me echa un vistazo de arriba abajo mientras que yo intento parecer lo más sexy posible para que mañana cuando yo despierte en mi habitación y él en la suya se acuerde de esta imagen y me eche de menos.

-Vaya, sí que te queda bien mi camiseta- me dice abriendo el otro ojo y acariciándome las piernas- pero creo que sigo prefiriendo verte sin ella. Hay pocas cosas en el mundo que me gusten más que tu cuerpo, podría mirarlo por horas y no llegaría a cansarme.

- Esto no ha nacido así campeón, he hecho ejercicio toda mi vida para llegar a esto- le digo señalando mi trasero. Era la parte que más me había costado y casi de la que más orgullosa estaba, muchas noches se me pasaban las horas entrenando en la habitación con Lili y Emma después de estudiar.

- Por supuesto nena, no lo pongo en duda. Si quieres podemos empezar el día haciendo un poco de ejercicio juntos- a medida que habla se reincorpora sin darle la mínima importancia al peso de mi cuerpo sobre el suyo para llenarme el cuello de besos.

- ¿Así que hacer ejercicio eh? -le digo rodeando su cuello con mis brazos.

-Si nena, puedo hacer que sudemos. Mucho.

De un momento a otro sus labios pasan de mí cuello a mis labios y me besa con furor, con mucho más que ganas mientras que me agarra el pelo apretando su boca con la mía. Mi cuerpo se está encendiendo, sus besos logran excitarme, pero no es hasta que noto todo su miembro apretando bajo mi fino tanga cuando suelto un gemido sin poder evitarlo.

-Shh nena, estamos rodeados de gente. Una cosa es que anoche no lo dejásemos dormiré otra que además los despertemos un sábado a las diez de la mañana, nos van a odiar.  -No me importa lo más mínimo las palabras de mi novio en este momento y sé que en el fondo a él tampoco por lo que al verle intentando calmarse me alarmo y empiezo a frotar mis partes con las suyas sobre nuestra ropa interior en un intento por que no se aleje de mí.

- Si no quieres que me escuchen- le digo susurrándome al oído sin dejar de moverme- mantén mi boca ocupada. -Me despegó de su cuerpo lentamente rozando mi boca con su mandíbula hasta poder mirarle a los ojos. Sus preciosos ojos verdes ahora son casi negros y su respiración es mucho más acelerada.

- No sé en qué maldito momento decidió Dios hacerte así, pero desde luego que te hizo con el fin de hacerme perder la cordura. -Yo sonrío ante sus palabras, pero antes de poder decir o hacer algo más su cuerpo está sobre el mío moviéndose como si me estuviese follando sobre la ropa. Y eso me pone muy cachonda.

-Marcos hermano, deja lo que sea que estés haciendo. Tenemos que irnos. -Escucho a Emett hablar a través de la puerta y de repente me invaden unas ganas inmensas por estrangularlo contra ella.

-No le escuches mi amor, solo necesitamos unos minutos- le digo moviéndome de nuevo sobre, pero cuando acerco mi boca de nuevo a la de mi novio él no me devuelve el beso. Su cuerpo ahora está totalmente tenso.

-Dúchate y vístete, tienes diez minutos.

Marcos me coge suavemente y me baja de su cadera. Le observo coger ropa limpia del armario sin poder decir una palabra, ¿de verdad iba a dejarme así? ¿Desde cuándo éramos ese tipo de pareja? Nunca nos dejábamos con las ganas, no éramos así, o por lo menos eso era lo que pensaba yo de nuestra pareja hasta este momento.

-No me puedes dejar así- le digo totalmente despechada por atreverse a dejarme sola en su cama. Le odio mucho más en el momento en el que veo cómo se desnuda de camino a la ducha y mi co** se aprieta a causa de la excitación.

-Es por trabajo Mía, tengo que irme -me responde totalmente serio mientras yo le observo desde la puerta del baño.

-Creía que o había nada antes que nosotros, ni siquiera tú trabajo- sé a medida que van saliendo las palabras de mi boca que me estoy equivocando, quizá no debería de hablarle así pero ahora mismo tengo tal frustración encima que solo quiero que se quede veinte minutos más y que me fo*** como a una loca.

-No juegues sucio, nena. Créeme si te digo que esto me duele a mí más que a ti- dice señalando sus partes mientras le veo meterse en la ducha. Ver el agua correr por cada uno de sus músculos hacen que me acuerde de nuestro mejor polvo, el que tuvimos en la ducha de su habitación en la casa de sus padres. Sabe lo que estoy pensando en cuanto me mira a los ojos, y veo cómo cambia la manija del agua del calor al frío.

-Qué disfrutes de tu ducha, espero que ella te calme más que yo.

Termino de hablar y me giro para ir de vuelta a la cama mientras muevo provocativamente mis caderas, estoy segura de que no está perdiendo ojo de nada. Le dejo la puerta del baño abierta de par en par para poder verle duchándose desde la cama y me tumbo sobre ella pensando en cómo se la puedo devolver.

-Ni se te ocurra- me dice desde lejos. Pero es tarde, mi mano derecha ya está sobre mi pecho mientras que la izquierda está sobre mí tanga, por lo que empiezo a gemir lo suficientemente bajo como para que solo pueda escucharme él.

-Si no lo haces tú, tendré que encargarme yo cielo. -Él me fulmina con la mirada mientras se seca, parece que la ducha fría no le ha servido de nada. Genial. Espero que aprenda a no volver a dejarme así, nunca más.

-Joder- escucho como se queja al cerrar la bragueta de su pantalón y sonrío. Me quito el tanga y su camiseta dejando mi cuerpo totalmente expuesto a él mientras se pone los zapatos con mala gana. Yo gimo de nuevo.

-Umm.

-Te odio- dice saliendo de su habitación.

- ¡Que tengas un buen día mi amor! - le grito en la lejanía para que pueda escucharme. Me alegro de que se haya ido tan frustrado como estaba yo, espero que no me vuelva a dejar así.

ERES MÍA, PRECIOSA. (I)Where stories live. Discover now