Esperándote, pequeño

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La blanquecina mano se deslizó lentamente hasta llegar a los cabellos que caían graciosamente en la mejilla de ella. Acomodó el mechon tras su oreja. Sus rostros a escasos centímetros se examinaban con mortal paciencia, deseando que se detuviera el paso del tiempo, que el viento los envolviera y la luna enfocara sus rayos hacía ellos. Su rostro parecía inexpresivo ante los demás, pero en ese cuarto, en ese mundo donde solo ellos dos habitaban, esos ojos, escondían las maravillas del universo. El dorado centelleaba y las pupilas registraban cada parte de la criatura frente a sus ojos, descendió su mirada y sin perder la concentración con un simple tirón la seda que envolvía su cuerpo recorrió la delicada cintura para hacer casi un sonido imperceptible y culminando su viaje en el suelo. Regresó su mirada a las orbes color café, era ella, era esa misma mirada cuando regresó a la vida. Entreabrió sus femeninos labios cuando el subió su mano y recorrió con delicadeza su rostro. Se deleitaba con ello, su cabello moverse, su pecho subir y bajar con su respiración. Era ella... De nuevo frente a él.

Quédate... Quédate para siempre, Rin...

El resto de la ropa cayó en el suelo, no había vergüenza, ya conocían sus cuerpos a la perfección pero en cada encuentro, en cada respiración y suspiro de placer había algo nuevo que descubrir, un aroma los envolvía y caían hipnotizados en el mismo juego que ellos pusieron.

Siempre estaré a tu lado... Sesshomaru.

Su respiración lo hizo perder los últimos estribos de cordura. Cerró sus ojos color ámbar y junto su frente con la de ella.

-Somos uno... ¿Lo recuerdas, Sesshomaru?

Lo recuerdo... Pensó, pero le era insuficiente. Necesitaba hacérselo saber de otra manera, de la única en la que él sabía: Con silencio, con caricias suaves, susurrando su nombre al oído, recorriendo su cuello y besándolo. Sus delgados brazos le envolvieron su fornido cuello y lo atrajo hacia ella. Juntos, era imposible que alguien los volviese a separar, ya nada lo haría. Sus curvas se incorporaron perfectamente al cuerpo del demonio y cayeron ante el embrujo de la excitante noche.

La hizo suya, con pasión marcaba su territorio sobre la espalda de Rin, cada pliegue de piel, se encargaría que hasta el mismo sol que la iluminaba supiera que ella le pertenecía, ahora más que nunca.

El acto jamás concluye cuando los cuerpos cansados se detienen, no, ellos seguirían amándose a base de miradas. Ahora ella aspiraba el aroma que venía desde el pecho del gran perro mientras él con recelo pasaba sus dedos por entre sus cabellos oscuros, la estola caía por el suelo, y simplemente parecía temblar con el aire nocturno.

-Te había extrañado tanto...- Junto lo más que pudo su cuerpo hacía él.

Su cuerpo sintió el golpe de calidez proveniente de la humana y soltó el aire como un bufido.

-Hmp...

No caía en un sueño profundo, podía perderse por unos minutos, pero sus ojos volvían a abrirse para verlo, tal vez con temor de que la imagen desapareciera, pero siempre que lo hacía él mantenía su mirada firme, su estoico rostro se relajaba y perdiéndose en ese mar de conjeturas lograba hacer caso omiso hacía las voces que llegasen a molestarlo en su mente. Ella le sonrió y se giró para ver el techo mientras entrelazaba sus dedos con los de él.

Quería saber que pensaba...

-¿Crees que se parezca a ti o a mi?.-Le preguntó dirigiéndole la mirada. El que abordará el tema sobre el cachorro lo tomó desprevenido, a penas se había enterado de ello ese día y en ningún momento de su vida, se había imaginado teniendo esa conversación. Pero era importante para ella, y (aunque fuese aún extraño) también era importante para él.

Estaciones de una vidaWhere stories live. Discover now