XXI

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El mundo es un lugar mejor

desde que tú llegaste.

Tu caricia es como luz del sol a través de los árboles,

tus besos son la brisa marina.

Todo está bien, cuando tú estás conmigo.

Eres mi cosa favorita... Todo el amor que traes.

(Better Place – Rachel Platten)

El secreto de Madison y Thayer ya no pertenecía a unos pocos, se había extendido hasta Patrick que probablemente, abriría la boca para ocasionar algún tipo de daño. Solo era cuestión de tiempo. Madison estaba casi segura de que perdería su trabajo. La habían suspendido y el jefe quería hablar con ella, intuía que estaba a punto de ser despedida y no le resultaba tan extraño, siempre tenía un problema nuevo. Su hermano aún se mantenía estable, pero los médicos les advirtieron que su cuerpo estaba débil. La enfermedad atacaría en cualquier momento y por última vez.

En cambio el panorama de Thayer no era tan trágico, pero tampoco demasiado alentador. ¿Cuánto tardaría su padre en tomar medidas en su contra después del ataque a Patrick? No tenía idea, pero sabía que algo haría al respecto. Lo había tocado en donde más le dolía, en su hijo "prodigio", su heredero, del cual se mostraba orgulloso en cada ocasión que podía. Thayer no descartaba que su padre hiciera algo contra él, porque claro, de complicarle la vida sí se ocuparía.

El futuro era incierto, pero al menos se tenían el uno al otro. Así, lidiar con los problemas era más fácil.

Madison envolvió con la venda por última vez la mano de Thayer y lo soltó, elevando la mirada hacia él, que la contemplaba como si ella fuera un ángel en medio del caos.

— ¿En qué piensas?— le preguntó un tanto sonrojada, porque él no dejaba de mirarla. —Di algo— le reclamó cruzándose de brazos y dejándose caer levemente sobre su pecho. Thayer desprendió una sonrisa al darse cuenta que la había hecho sentir nerviosa.

—En nosotros. En ti. En lo que podría pasar— respondió, rodeando la cintura de Madison con uno de sus brazos.

— ¿Y qué va a pasar?— murmuró, si acaso él tenía alguna certeza, quería saberlo. — ¿Crees que algún día se acaben los problemas?— de solo pensar en todo lo que tenían por preocuparse, se asfixiaba.

Él se lamentó por no ser capaz de asegurarle nada. —Solo hay una cosa que sé Mad, y es que quiero estar contigo— despacio, Madison asintió reconociendo la sinceridad reflejada en sus pupilas. Ella quería lo mismo.

—Al menos podemos tener eso— atinó a sonreír, era la única cosa que le brindaba esperanzas. A pesar de los problemas, cuando estaba con él sentía que podía respirar.

—También pienso que podríamos irnos— largó. Ella frunció apenas el ceño, sin entender a qué se refería exactamente.

— ¿De qué hablas?

—De que nos vayamos, Madison. Tomar nuestras cosas, salir de aquí. Los dos, solos— le propuso y Mad rio porque le sonó a una locura.

— ¿Y dejar todo, así de la nada?— continuaba sin entender esa idea descabellada. —Te quiero, pero estás loco— emitió. Le gustaba la que fe que veía en él, pero no era capaz de creer que todo de pronto estaría bien.

—No, lo digo en serio— insistió. —Podemos irnos por unos días, a cualquier sitio donde nadie nos conozca, donde estemos tranquilos. ¿O vas a negarme que no necesitas salir de aquí?— estaba seguro que era justo lo que necesitaban. Alejarse de la realidad que los acontecía en ese pueblo. Salir del juego o mejor dicho, poner pausa hasta que pudieran retomarlo.

Mi salvaciónWhere stories live. Discover now