XVII

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"Sí, pareces más feliz...

Pero nadie te necesita como yo.

Sé que hay otros que te merecen,

pero cariño, todavía estoy enamorado de ti".

(Happier – Ed Sheeran).

Diez días después.

—Tienes que ayudarnos en esto, Madison. No podemos quedarnos de brazos cruzados viendo como tu hermano se muere— al oír aquello, sintió de inmediato que ya no podía continuar con esa discusión. Era su madre quién lo decía y no quería lastimarla, a pesar de que ella sí ya estaba herida. Apretó los labios, omitiendo las palabras y tragándose en la angustia.

—Mamá, me preocupo todos los días por Austin. Él está feliz aquí ¿no lo ves? Es su decisión— pronunció, tratando de ser delicada. No era fácil. —No se trata de lo que hacemos o no nosotros. Es mayor, es su vida y la enfermedad lo maneja desde hace años... Dejemos que por una vez él tenga control sobre lo que va a pasar— le dolía hasta en las partes más insignificantes de su cuerpo ser dura, pero no encontraba otro modo. Austin se lo agradecía después de todo.

—Pero aún le queda un tratamiento. Tiene que intentarlo. No podemos aceptar que lo abandone, después de todo lo que pasó— insistió, considerando que su hija menor era su única esperanza. La ubicaba en un lugar difícil, le ejercía presión... Pero estaba desesperada.

—Tú lo dijiste. Después de todo lo que pasó. Lo sabes mejor que nadie, ma. Esto no es una guerra entre el sí y el no... Deberíamos estar unidos para apoyar lo que eligió. Es lo que Austin quiere— observó a su progenitora con los ojos cristalizados. Suplicando que dejaran esa discusión en el olvido.

—Puede que esté cegado por una idea equivocada. No podemos permitir que se rinda tan rápido. Yo no puedo permitirlo. Lo quiero aquí, con nosotros. Vivo.

— ¿Crees que yo no quiero eso?— frunció el ceño, sintiéndose más lastimada que minutos atrás. — ¿Acaso estás insinuando otra vez que yo quiero que Austin se muera?— elevó la voz, porque no era la primera vez que algo así ocurría. Había pasado por situaciones similares con ella y no pretendía seguir metida ahí.

—Maddie, no quise decir eso y lo sabes— su mamá quiso acercarse, pero la castaña había comenzado a subir las escaleras.

—¿Sabes qué?— respiró hondo, frustrada y dejó salir el aire. —Olvídalo, mamá. Sigue pensando que soy la mala aquí, que convenció a Austin de que se deje morir— corrió hasta su habitación, donde se refugió cerrando la puerta, alterada. Se sentó en la cama, empezaba a temblar y deseaba ponerse a gritar, romper el silencio, desahogarse. Pero tuvo que omitir su ir transformándola en un llanto silencioso, que solo aumentó su sensación de ahogo.

Había una sola persona en el mundo capaz de entenderla, o al menos, la única con la cual Madison podía ser ella misma, exponer sus sentimientos. Pero no podía llamarlo. Se suponía que debían mantenerse alejados por un tiempo.

De todas maneras, buscó su celular para llamarlo. Solo le hablaría ¿Qué había de malo en eso? Cuando lo encendió, dispuesta a tocar su número, un mensaje la invadió.

Levi: ¿Vamos a la feria está noche? Como los viejos tiempos.

Leyó. Lo había visto solo una vez desde que llegó, se reunieron a la tarde y merendaron en el bar. No habían hablado tanto, él tenía cosas más interesantes para contar, como su viaje en Alemania. Suponía que debían seguir poniéndose al tanto de sus vidas, después de los meses alejados. << ¿Por qué no?>> Pensó Madison. Al menos Levi era una opción para salir de casa y no estar sola por ahí. Se quitó las lágrimas, y tratando de calmarse escribió.

Mi salvaciónWhere stories live. Discover now