[26] Paranoia

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— ¿Y esto cuando termina?

— ¿A qué te refieres? ¿Al hecho de estar atrapada en el limbo? ¿O éste lindo paseo que estamos dando a través de tu mente?

— ¡Entonces sí estamos en un paseo! Dijiste que íbamos de salida.

—Sí, es el paseo hacia la salida, ¿qué no pones atención a lo que te digo? —Nayma se exasperó.

—Olvida lo que te dije, simplemente sigue caminando —y ella obedeció, durante un tramo más, Nayma estuvo completamente callada, yo también, sólo se escuchaban nuestros pasos sobre el césped húmedo, el correr del río y algunas avecillas cantoras, era el paraíso.

Minutos después, nos encontramos con una pequeña cabaña, justo en medio de toda la pradera.

—Llegamos —Nayma dijo finalmente.

— ¿A dónde?

—A casa —ella sonrió y empezó a caminar de nuevo, esta vez, por su propia cuenta. Yo me quedé allí parada, asombrada.

— ¿No vienes? —se giró hacia mí

—Sí, claro —la alcancé, ambas nos detuvimos justo en frente de aquella puerta de madera, la puerta principal de la cabaña.

—Fue un gusto estar en tu mente —Nayma dijo en modo de cumplido—No olvides cerrar la puerta una vez que estemos dentro, ¿okay? No queremos invitados indeseados —pero antes de que yo pudiese decir algo, Nayma entró a la cabaña, yo seguí sus pasos, y tal como me dijo, cerré la puerta.

Otra vez la sensación de vértigo, no era igual a la que experimentaba cuando me evaporaba. Esta era más fuerte, era como sentir una caída libre, sí, creo que era algo así. Al final de todo, caí en el suelo, tenía los ojos cerrados. Me daba miedo abrirlos y encontrarme con que algo había salido mal.  No, mejor no quiero pensar en eso, tengo que ser positiva. Uno, dos, tres... Abrí mis ojos de golpe. Estaba tirada sobre una alfombra, la alfombra de mi casa. La casa de Alina. Todo esto se sentía como una especie de dejavú.

Nayma se encontraba recostada al lado de mí, de ahí en más, ninguno de los chicos había aparecido aún. Me percaté de un cambio en mi ropa, ahora usaba el vestido que traía puesto en mi mente y Nayma también. La sombrilla blanca estaba a su lado, cerrada. ¿Fue real?, me empecé a cuestionar.

"Casi" escuché que alguien decía dentro de mi mente.

"¿Quién eres?" contesté.

—Fui yo —dijo Nayma mientras despertaba y soltaba un gran bostezo.

— ¿También puedes...?

— ¿Hablar con pensamientos? Sí. Espero no haberte asustado, o hecho pensar que me quedé a residir en tu cerebro —yo llevé una mano a mi cabeza cuando dijo eso— ¿Y cerraste la puerta como te lo dije?

—Sí, sí lo hice.

—Perfecto. Los demás no tardarán en llegar, dales tiempo. Mientras...— Nayma se puso de pie— Yo iré por un café, dado a que no me dejaste terminar el que estaba bebiendo dentro de tu mente.

—Perdón —no sé ni por qué me disculpe, ella no tenía por qué tomar café dentro de mi subconsciente. Nayma se adentró en la cocina, escuché la cafetera empezar a funcionar, yo me quedé sentada ahí en la sala, esperando señales de vida de alguno de mis amigos.

¿Qué hora será? Me entró la curiosidad, habíamos pasado un buen rato en la fiesta de Halloween, más el tiempo que pasamos en la corte celestial, ¿tres horas? ¿Cuatro? Casi lo olvidaba: el tiempo de los ángeles no es el mismo que el de la Tierra. Entonces, ¿un día o dos? No, no pudo ser tanto. ¿O qué tal si ya es 31 de diciembre?

LimboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora