[3] Amor

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Nos fuimos a acostar temprano, a eso de las diez de la noche las luces ya estaban apagadas, muy extraño en nosotros, pues normalmente nos dormimos hasta la madrugada, pero bueno, el cansancio acabó con nosotros hoy.

Un ruido me despertó en la madrugada, sin abrir los ojos traté de descifrar qué era, así que puse mucha atención a lo que sucedía fuera de la habitación. Eran pisadas en el corredor sin lugar a dudas. ¿Será ella? No, no creo. Ha de ser alguno de los chicos yendo por agua o algo. Sin embargo, la duda no me dejaba volver a dormir así que me paré a investigar, caminé descalza hasta la puerta de la habitación y giré la perilla lentamente cuidando no despertar a nadie. Volteé a ambos lados del corredor y no vi nada. Bien. Todo seguro.

Decidí dar un vistazo a las habitaciones de los chicos, abrí la puerta de la habitación de Nick, creo que estaba hablando dormido, balbuceaba cosas a la tonto, cerré la puerta y me di media vuelta. Solté un grito de terror.

— ¡Dios mío santo! —dije apresurada.

—Lo siento, Lina. No quería asustarte.

—Jesús, casi me matas del susto. ¡Te odio, Leo! ¡Pudiste haber avisado que estabas detrás de mí! —dije tratando de recuperar la respiración.

—Perdón, en serio, creo que estaba de sonámbulo, típico de mí.

— ¡Oh! ¿Con que tú eras el de las pisadas? Pensé que era Cecily.

— ¿Cecily? No, era yo. Y hablando de ella, ¿aún no hay señales? —negué con la cabeza—Bien, volvamos a dormir —ambos regresamos por el pasillo, me cercioré que Leo volviera a su habitación y luego entre a la mía. Me quedé petrificado a la entrada de la habitación, justo cuando vi esa escena. Ahí estaba ella, Cecily, con su camisón rosa de la otra vez, sentada en mi cama, abrazando sus rodillas. La luz de la luna que entraba por mi ventana le iluminaba la mitad del rostro, y hacia realzar sus pecas. Yo no pude decir nada, no pude llamar a los chicos para que vinieran y la vieran. Era real, no la había imaginado.

Lentamente me acerqué a ella, Cecily se volteó para verme y me recibió con una cálida sonrisa, ahora que la podía ver mejor, me daba cuenta que realmente era bonita.

Empecé a tratar de decir algo, las palabras no brotaban de mi boca. Ella dio unas palmadas a la cama, creo que quería que me sentara. Le hice caso y me senté a poca distancia de ella. Por fin tuve el valor de mirarla directamente a los ojos.

Cecily se acercó un poco más a mí y temerosa acercó sus dedos a los míos. Podía sentirla. No era un fantasma, era real. Podía tocarla, y ella tocarme a mí. Cerré los ojos, sentía su piel suave de su mano contra mi rostro, y en ese momento pude decir algo, o mejor dicho, gritar algo.

— ¡Chicos! —abrí los ojos y ahí seguía ella, pero su mirada había cambiado, ahora me veía asustada y con mucha preocupación. Ella empezó a agitarse cuando escuchó los pasos de los chicos aproximándose. Ambos volteamos a ver la puerta de mi habitación, los chicos ya casi llegaban. La miré de nuevo, y en ese instante se esfumó, como el polvo. Segundos más tarde, Leo fue el primero en entrar.

— ¿Que pasó? Escuchamos tu grito —los demás entraron detrás de él.

—Estaba aquí, ella estaba aquí —dije con un hilo de voz.

— ¿Dónde? ¿En la habitación? —Alex me preguntó.

—Sí, estaba sentada justo enfrente de mí, desapareció antes de que ustedes llegaran.

— ¿Estás segura que no lo imaginaste, Lina? —Alex puso una mano sobre mi hombro.

—Segura. Incluso.... —recordé cuando las puntas de sus dedos rozaron levemente los míos—Ella pudo tocarme, como si estuviera viva. Era más que real —Nick soltó un suspiro.

LimboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora