16: Él te toca, ¿pero te siente?

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Suponía que, para la edad que tenía en ese entonces, ser un calenturiento por mínimas que fueran las acciones, era algo común. Como despertarse con vistas indeseadas o que alguien despertase antes que nosotros y nos despierten a nosotros también; tener mano callosa, pañuelos a mano y una página para adultos al alcance del aire caliente. Común, sí. Sabiendo esas cosas, me sentía mejor conmigo mismo. No era del todo anormal para los fantasmas de mi cabeza con lluvia seca.

Y esa palabra traumatizaba, ¿qué era "normal" para ellos? ¿Que un adolescente tuviese callos en las manos o los pañuelos solo fuesen para desparramar su llanto agonizante? Sé normal, me decían, un adolescente se la pasa viendo videos que no son aptos para su edad, lo necesitan, ¡están descubriendo su sexualidad! Si no dejas que tu organismo se exprese mediante reacciones biológicas, si no descubres el placer, tal vez luego nada te dé aquello.

Placer. Qué palabra más bochornosa y tabú entre los adolescentes correctos, para hablar con padres o responsables a cargo; ¡qué miedo tocarse y hacerse mal!, qué miedo tocar a otros y generarles timidez a su recato, qué miedo presentarse como bisexual cuando todos tenían la idea en mente de que serías heterosexual; qué miedo definirse como persona y te conviertan en problema, oh, qué temor convertirse en todo lo que juraste que jamás serías y terminaste siendo, qué temor decepcionar a tus conocidos convirtiéndote en lo que detestan; ¡qué temor daba ser un adolescente!

Cada persona encontraba el placer en cosas tanto aflictivas como ideales, tanto azarosas como banales o universales.

Yo lo encontré en esas cinco.

Bueno, banal no era. Sin duda, no lo era.

Era lo mismo que decir que mis pestañas royendo al atardecer, sudando sus colores como lágrimas briosas que se abrían y separaban sexualidad con admiración; era lo más banal que había pensado. Era crepúsculo abatido, ojos añiles que por la ofuscación se tornaron cafés. Y le echo un vistazo.

Mentira, solo sabía mentir; nadie podía decir que solo echaba un vistazo cuando la amparaba con mis cejas furibundas por no poder fundirme en la mirada ambarina. Ojos color sol.

TaeHyung tenía pecas color sol. Y sus ojos... eran bellos, pero su ceño colérico no me enseñaba ese ámbar que el crepúsculo decía solo estando presente. Sus pecas no dejaban al sol por nada del mundo, y aun así, se encontraba impasible a los besos que le mandé cada ocaso desde que empezamos a hablar. Mi cama y mi ventana eran testigos de esos besos que nunca nos dimos.

Odiaba que después de tantas repercusiones ocasionadas por su falta de control y sentido común, no podía odiar la idea de besarnos sobre la manta, sobre el césped.


No le digas a tu madre, pero te haría apretar la manta sobre el césped para que sepas lo que mi mente siempre quiso hacerte. No le digas a tu padre, pero me importa un carajo tener o no su bendición para devorarte a versos, así me trague mis palabras retenidas por todo este tiempo. Tampoco llegues a decirle a tu novio, él es el menos indicado para quejarse en esta situación. Él te toca, ¿pero te siente? Él roza sus labios con los tuyos, ¿pero te besa?

Hay un millón con tus pecas, pero solo pienso en las tuyas.

Con amor, un efebo transitorio.

Este efebo transitorio se la pasaba viendo sus estados desde Instagram hasta WhatsApp; eran tantos y solo era él contando anécdotas de la infancia, riéndose, o bien, carcajeándose mientras recordaba a sus amigos de la guardería y jardín. Suponía, porque honestamente no me convenía inmiscuirme en cosas que no me debían interesar. Después de todo, nuestros mensajes estaban cargados de sufrimiento y ninguno de los dos sabía si nuestras mentiras eran verdades o nuestras verdades, mentiras. ¿Pero será que las mentiras las dijimos con tanta convicción que terminamos creyéndolas?

Como fuera, no era como si sus estados con poca ropa fueran dedicados a mis destemplanzas carnales. Al estar tan acoplado con la envidia hacia su novio malditamente afortunado de poder dedicarse a sí mismo sus manos callosas, a usarse a sí mismo de pañuelo desechable..., qué maldito, de seguro ni sabía tocarse; me dejaba a mí con la impotencia de seguir soñando un cuento de amor adolescente donde ni TaeHyung ni yo nos tocábamos.

Daba igual. De vez en cuando fantaseaba con asfixiar el cuello del maldito y ponerme en su lugar. Pero, en serio, me daba igual.

¿Estás celoso, JungKook?

¿Yo, celoso? ¿A quién le dices? ¿A mis puños apretados o a mis dientes rechinando del enojo?

Era una sensación asquerosa que se generaba en mi estómago vacío. Podía ser hambre, también. Pero hambre con algo más. Hambruna celópata.

Está bien, no concordaba con ese pensamiento. No era un celópata, pero el que sintiese la empatía del encierro y ver a la persona que le gustaba con una que le hacía daño o pensar que quizá uno le daría mejores cosas; una mejor estancia para ese pimpollo marrón precioso, que subía las lomas de sus montañas debajo de una prenda fina y escasa; me entendería. ¿Me explicaba?

No era como si quisiera que fuese mío y usurparle la esencia de su jovialidad. Era, como dije antes, un efebo transitorio: me ponía caliente cuando veía piel cubierta que mostraba tanto como desnuda o descubierta en una foto pública, en su estado. Y Dios sabrá cuántas personas la habrán visto. Pero eso no me enfurecía tanto como hacerme la idea de que Joaquín no sabía qué hacer con un chico tan hermoso, sentir su tristeza en el chat porque tampoco tenía el valor para llamarlo y preguntarle cómo estaba.

Seré distinto, pero mis deseos carnales también tenían algo de iguales en ellos.

Sí estaba celoso. Sin embargo, mis celos no eran de esos que podrían cegarme y dejarme estrellado contra el árbol de la inconsciencia.

En ese entonces, no sabía si eran "celos saludables" o procuraba deshacerme de ese chico por medio de puñetazos y palizas sangrientas.

Tenía muchísimo hambre.

Solo pensaba en el dolor en mi estómago por empecinarme en no comer ni un bocado de pan o masa fresca. Engañaba al estómago con bocanadas de agua. No le deseaba esa sensación ni a mis peores enemigos.

Si quieres engañar al estómago, solo come. Ingiere alimentos. ¿Y qué si los demás te han dicho que te ves más gordo que ayer? Su problema. Estás dañando a tu sistema, a tu máquina. El cuerpo es un vehículo, y sin gasolina, no funciona.

Hasta llegué a pensar que no importaría si dañaba al vehículo de mi cuerpo y lo dejaba sin nafta para verme como ellos querían que me viese.

Hasta me quedé pensando que...








Pimpollo Marrón

Llamada entrante...

Aceptar ✔             Rechazar ✖










...nadie llegaría a amarme.

Rocíame Tus Pecas | KookV ©Where stories live. Discover now