46. Mi pecado.

3.3K 236 251
                                    

(+18)

No fue hasta que sentí la calefacción del coche de Berlín recibirme que me permití pensar en las consecuencias de mis actos.

Berlín puso el coche en marcha tan pronto se lo pedí, arrancándole un rugido al motor mientras tomaba un desvío y nos alejábamos de la escena que yo misma había montado. Dejé apoyar mi cabeza sobre el cristal de la ventanilla, enfocándome únicamente en las calles que se postraban ante mí en un pésimo intento por dejar la mente en blanco y olvidar lo que había acabado de ocurrir. 

Cómo si Berlín fuese consciente de que estaba torturándome a mi misma mentalmente, estiró su mano hasta tomar la mía, apretando esta en un gesto que me reconfortó y me transmitió lo que con palabras no dijo pero con su mirada sí: todo va a salir bien.

Le regalé una débil sonrisa a lo que él me respondió con otra. 

No tenía pensado que después de un mes sin vernos nuestro encuentro iba a ser así, llorando y sin ganas de hablar, pero me sentí aliviada de que él fuera consciente de la gravedad de la situación como para no abordarme con preguntas que lo único que harían serían desestabilizarme un poco más. En lugar de eso, pasó todo el trayecto agarrando mi mano, en un silencio sepulcral que no pecó de incómodo, sino que fue bien recibido y agradecido por mi parte, ya que lo único que mi mente reclamaba en ese preciso instante en el que todo mi interior era una auténtica revolución, era un poco de calma, silencio y una mano que me sostuviese. 

Después de varias llamadas por parte de Steve, Lucas y mis amigos, no me quedó más remedio que apagar el móvil y guardarlo. No me encontraba con las suficientes fuerzas como para enfrentar la situación, ni mucho menos para hablar con Lucas sin sentirme culpable por haberle delatado delante de Steve. Ahora que pensaba en frío, me sentía completamente avergonzada por haberme dejado llevar por ese impulso de maldad. En su momento pensé que era la mejor idea, que de algún modo me sentiría mejor conmigo misma, pero lo cierto era que no había rastro alguno de ese sentimiento de paz, de haber hecho lo correcto. Todo lo contrario, le había traicionado y aunque siguiese afirmando que él me había traicionado primero, la que la había cagado más de los dos había sido yo.

El resto del trayecto hacia su apartamento pasó así, en un completo silencio, a excepción de mi cabeza en la que había miles de voces diciéndome lo muy estúpida que había sido por haberme dejado cegar por la ira, mientras que otra parte, con no tanto volumen, me decía que en cierto modo, había hecho lo correcto, y que ya iba siendo hora de demostrarle a todo el mundo que también tenía mi carácter y que no podían domarme a su antojo.

Cuando llegamos a su apartamento Berlín prendió las luces cuando entré y cerró la puerta haciéndome dar un brinco. No sabía por qué, pero tenía las emociones desatadas y cualquier minúsculo ruido me alteraba. Exhalé hondo cuando sus brazos me rodearon por detrás, en un abrazo reconfortante y vigorizado. Giré sobre mi eje y quedé parada frente a él, pero nuestras manos aún entrelazadas. 

—Te he echado tanto de menos—Habló él primero. Soltó mi agarre sólo para ahuecar mi rostro entre sus manos. 

Besó mi frente y antes de que pudiera responderle un "yo también" me envolvió en otro abrazo que se volvió más placentero y reparador que el anterior. Enterré mi cabeza en su pecho, absorbiendo su olor, su esencia, aquella que dí por olvidada este mes atrás, y respiré hondo llenándome de él como si de algún modo pudiera reemplazar todo el dolor y el desamparo que habitaba dentro de mí. 

Ahora más que nunca afirmaba que un abrazo de la persona que más quieres, era mil veces más reparador que cualquier medicina que te pudieran recetar.

BERLIN  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora