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Unos días más tarde, me desperté con Katniss entre mis brazos. Su cabeza encubierta debajo de mi barbilla, estaba acurrucaba encima de mí, su pierna extendida sobre mis muslos y su pelo esparcido a través de mi almohada. Normalmente, y sé que soy un maldito idiota por decir esto, no era del tipo de hombre que le gustara que una mujer se quedara a dormir en mi departamento. No podía permitirme ese tipo de conexiones debido a la cantidad de tiempo que estaba en misiones. Simplemente no quería las complicaciones de una relación. Sin embargo, con Katniss, no tenía ninguna objeción al despertar con sus porquerías desparramadas por toda mi casa, ni con tenerla en mi cama.

Pasé un brazo alrededor de su cintura y la atraje hacia mí. Necesitaba la conexión que sólo ella parecía ser capaz de proporcionarme. El movimiento la sobresaltó y sus ojos se abrieron de golpe, haciéndola jadear. Cuando se dio cuenta que era yo, su cuerpo se relajó y me regaló una sonrisa soñolienta.

—Buenos días.

—Buenos días.

—¿Qué hora es?

—Temprano. No quise despertarte.

—Está bien, —se acurrucó más cerca y me besó en la barbilla—. Esto es maravilloso. ¿Qué tenemos planeado para hoy?

—Bueno, pensé que podríamos pasar a ver a mi mamá en el camino de regreso a San Diego, para saludarla. No la llamé desde que regresé y probablemente querrá saber que su nene creció y se casó con una mujer hermosa.

Se sacudió rápidamente hacia atrás.

—¿No llamaste a tu madre? Peeta Mellark, ¿cómo pudiste no hacerlo? —Hizo una pausa y abrió los ojos muy grandes mientras rodaba saliendo de la cama—, oh, Dios mío, tengo que vestirme.

Intenté agarrarla, pero se apartó y comenzó a balbucear para sí misma mientras revisaba sus cosas.

—Nena, vamos. A ella no le importará cómo luces, te lo prometo.

—Eso dices tú. Por supuesto que le importará cómo me veo. ¡No puedo visitar a tu mamá por primera vez luciendo como... como... como una ramera!

Agarró un montón de cosas y se dirigió al cuarto de baño, pero salté de la cama y la detuve.

—Todo lo que mi madre verá serán las mismas cosas que veo yo cuando te miro. Alguien fuerte, leal y amable. No quiero que te alteres por esto y confía en mí, mi madre pensará que eres la mejor mujer del mundo.

Se le llenaron los ojos de lágrimas y se aplastó contra mi pecho. —Por favor, no te preocupes, —le dije—. Ella va a adorarte.

—Aun así realmente necesito arreglarme. No puedo ir viéndome hecha un desastre, —sollozó.

—Te ves hermosa con cualquier cosa.

—De acuerdo.

La seguí hasta el cuarto de baño.

—Pero debo cumplir con mi deber marital y ayudarte. Así lo hice. Entusiásticamente.

Más tarde, llegamos a mi casa. Lucía igual que siempre, y a pesar de que era una pocilga, la sentía mi hogar. Mi madre tuvo que luchar contra todo para comprar este lugar, porque quería que tuviera una casa permanente.

Mi mamá salió corriendo por la puerta. Su cabello tenía algunas mechas grises más desde la última vez que la había visto.

—Peeta, estoy tan feliz de que estés en casa. ¿Esta es tu nueva novia?

HéroeWhere stories live. Discover now