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Conduje mi camioneta hasta la I­5 norte en dirección a la casa de los padres de Katniss en Encinitas. Después de casi un año en el mar, la jodida camioneta todavía marchaba, gracias a mis compañeros que se habían ocupado de ella. Con todo el dinero que había ahorrado durante la misión, consideré por un momento cambiarla por una nueva Ford Raptor. Desde que cumplí dieciocho años, pasé la mayor parte de los últimos siete años en misiones o en entrenamientos. Durante todo ese tiempo, a excepción del entrenamiento BUD/S, había pasado un total de ocho meses en San Diego, con interrupciones de intervalos de dos o tres semanas. Necesitaba echar raíces, tal vez comprar un condominio. Pero en este mercado de bienes raíces las posibilidades de hacerlo eran escasas. ¿De todos modos, para qué demonios necesitaba echar raíces?

Llegué a la dirección que Katniss me había anotado. Efectivamente, vivían en una mansión multimillonaria con vistas a la playa. Con todo el dinero que parecían tener, ¿por qué no habían sido capaces de rescatarla? Simplemente contratando a algún ex SEALs para traerla de regreso... un verdadero SEALs, no algún idiota que fingiera serlo. Conocía un montón de empresas de seguridad que estaban llenas de tipos que habían pertenecido al equipo y que podrían haber logrado realizar el trabajo. Yo hubiera vendido cada una de mis posesiones si tuviera que salvar a mi hija. Hubiera dado mi vida.

La enorme reja se abrió y me detuve en el camino de entrada. Eché un vistazo al espejo del coche, me puse una camisa formal y pantalones de color caqui. Incluso me afeité. Parecía un chetito imbécil... tendría que encajar ahí dentro.

Katniss dio la vuelta por el costado de mi camioneta. Reconocí a sus padres inmediatamente de toda la cobertura de las noticias. Su padre tenía una destacada barba blanca y penetrantes ojos azules. Su madre se veía como una de esas amas de casa de los Reality shows... largo y brillante cabello negro, ojos chocolate con forma almendrada y piel de porcelana.

Me quité las gafas de sol y salí de la camioneta. Su padre me observaba fríamente, y me tendió una mano, la cual estreché. —Es un honor conocerte, Peeta.

Su madre me dio un rápido abrazo. Tenía lágrimas brillando en sus ojos cuando levantó la vista sobre mí.

—Gracias por salvar a mi hija.

—No hay de qué. No lo hice solo. Mis compañeros ayudaron.

—Pero regresaste por ella. —Su madre me abrazó nuevamente y pude oler su perfume penetrante—. Trajiste a nuestra Katniss de regreso a casa.

—Está bien, mamá, ¿podemos al menos entrar antes de que comiences a asustarlo?

—Por supuesto, cariño.

Seguí a Katniss subiendo las escaleras de la elegante entrada. Me impactó la vista de la playa Moonlight State desde el salón. Esta casa tenía que tener un valor de al menos tres millones de dólares, lo que hizo que las alarmas en mi cabeza se apagaran. Mi mente corría a toda velocidad. ¿Por qué no vendían esta casa con vistas al mar y se trasladaban a un lugar más modesto? Podrían haber utilizado ese dinero para salvar a Katniss, ofreciendo una recompensa enorme. ¿Qué mierda les pasaba a estas personas?

Su padre se paró frente a la barra.

—Entonces, Peeta. ¿Puedo ofrecerte algo de beber? ¿Un Martini, tal vez? ¿Quién pensaban que era yo... James Bond? ¿Qué tipo de veinticinco años bebía Martinis? Solté un gruñido.

—Gracias, señor. Eso está bien.

Joder. Ni siquiera sabía cómo hablar con estas personas.

HéroeWhere stories live. Discover now