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Nuevamente le mentí a Katniss diciéndole que tenía que trabajar al día siguiente. Me dirigí de nuevo a la casa de Kyle, pero esta vez, en lugar de encontrarme con el espectacular culo de Sara al abrirse la puerta, fui recibido por Vic.

—Hola amigo, entra. Creo que tenemos algo.

Lo seguí a la oficina de Kyle. Éste estaba en la computadora diseñando los planes de la misión como si fueran jugadas de fútbol: había fotos, diagramas, fechas, mapas. Afortunadamente, teníamos acceso a todos los registros de los ex­miembros de los SEALs.

Tomé asiento en una de las sillas.

—¿Qué tenemos?

—Bueno, hice una lista de todos los hombres que dejaron el Equipo en los últimos cinco años. Luego eliminé a todos cuyas carreras no se relacionaban son servicios de seguridad. Me quedé con una lista de ciento cuarenta y tres hombres. Estos fueron asignados a diferentes países, distintos estados, diferentes operaciones mercenarias. Sólo hay tres pelirrojos. Dos de ellos siguen trabajando en sus empresas de seguridad, pero uno trabajaba para Neptune Group. Dejó a su equipo de seguridad hace unos dos años y medio.

—Seis meses después de encontrar a Katniss.

—Exactamente. Su nombre es Matt Houston. Les pregunté a algunos amigos si lo conocían, parece que ingresó en rehabilitación. Y conseguí esto, vive en Poway.

Vic intervino.

—Nos estaremos reuniendo con él dentro de una hora para almorzar. Le inventé la mierda de que estoy pensando en contribuir para la fundación de los SEALs caídos. Se lo tragó. Estaba feliz de reunirse con algunos hombres del Equipo.

Brillante. Los chicos del Equipo siempre aceptaban una reunión con un antiguo compañero, aunque nunca antes se hubieran visto. Era uno de los beneficios de ser parte de la mejor fraternidad del mundo.

Entramos al Cadillac Escalade Hybrid color negro de Kyle. Le envié un mensaje a Katniss para ver cómo estaba. Quería pasar el mayor tiempo posible con ella antes de tener que irme, pero tenía que averiguar la verdad.

Matt recomendó que nos reuniéramos en Provisiones Brothers, una tienda de sándwiches que servía cerveza artesanal de barril en Rancho Bernardo.

Mientras nos acercábamos, examiné el patio de comidas. Lo reconocí de inmediato. Pelo rojo, aún continuaba siendo musculoso, mirada endurecida. No me importaba si era un tipo del Equipo... quería matar a ese hijo de puta, por follar a mi chica y abandonarla a su suerte.

—Encantado de conocerte, Matt. Soy Peeta, este es Kyle y él es Vic, —extendí mi mano, pero él no la tomó. Sus manos estaban inquietas y sacudía sus llaves.

Asintió con la cabeza y nos dirigimos hacia el interior para ordenar unos bocadillos y cervezas. Volvimos al patio, charlamos un rato sobre los diferentes equipos en que estuvimos, un par de tipos que conocíamos en común, y distintos destacamentos.

El tipo tomó un sorbo de su cerveza mientras movía los ojos de un lado a otro. —Necesito ir al baño.

Se levantó y entró en la tienda. Apenas unos cuantos segundos después una vieja camioneta Ford color negra salía a toda velocidad del estacionamiento. Estaba escapando de nosotros.

No hablamos, sabíamos lo que teníamos que hacer. Tiré algo de dinero de propina, y salimos rápidamente en el Escalade de Kyle.

Podía ver la camioneta de Matt entrando a la autopista I­15 hacia el sur.

HéroeWhere stories live. Discover now