Capítulo 1. Adolescencia...

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Voy nervioso pero lento por mi piso, para no despertar a los vecinos... Preparo mi cafecito de la mañana y acerco mis labios a la taza blanca de los cafés de la mañana. Joder, si solo el vapor ya está ardiendo...

Si lo tomo ahora, probablemente me queme, pero si espero a que se enfríe, no podré llegar a tiempo a clase...

Me lo bebí de un solo sorbo. Joder, esa mierda parecía sacada del mismísimo infierno. Fue la peor decisión que pude tomar.
Corrí. Corrí muy rápido, vistiéndome lo más rápido que podría haberlo hecho cualquier persona humana.

Salí de mi piso con toda la prisa del mundo, corriendo como nunca antes corrí. Mi casa estaba a varios minutos del instituto al que iba, pero eso no detendría mi carrera por las vacías calles de mi pequeño pueblo.

Al girar en una esquina choco con alguien, y caigo al suelo por el golpe, y ese alguien me grita.

-Mira por donde vas, ¡imbécil! -Decía mientras recogía su maletín.-

-L-lo siento... -Me incorporaba poco a poco para volver a salir corriendo hacia el instituto.-

Ese hombre parecía tener prisa también y, por su maletín, puede ser un político, un abogado o un entrenador de fútbol que vaya a comprar al árbitro de su próximo partido.

Malditos adultos... Siempre tomando a los niños como la mayor escoria de la tierra con su superioridad... Ese pensamiento puede ser por dos cosas: Porque vivo solo por mucho tiempo o... Bueno, por eso.

Me levanté y rápidamente seguí mi carrera hacia el instituto, y mire mi reloj de muñeca. Ya eran las ocho y cuarto.

Seguí corriendo...

Simplemente corri...

Cuando llego a la verja de mi instituto, no había nadie. Normal, eran las ocho y veinte. Entre en el instituto, y seguía sin venir nadie. Estaba completamente vacío.

Pasaban minutos... Quizá horas... Hasta que llegaron por fin.

Empezaron a llegar adultos, probablemente los profesores que tendríamos en el instituto y, un poco más tarde, todos los estudiantes con los que compartiría clase... O, al menos, con unos pocos de ellos.

Me levanté de uno de los bancos, donde me había sentado a recuperar el aliento después de mi media maratón y seguí a los profesores, perdiéndome entre los estudiantes.

Fuimos a, probablemente, la sala más grande de todo el instituto. Después de entrar todos, entre murmullos y susurros, todo queda en completo silencio, y una mujer seguida de un hombre abren la puerta de la sala.

El hombre era de una mediana edad, un poco más alto que cualquier profesor, con un corto pelo negro y unos ojos del mismo color. Parecía un adulto, pero a la vez no quería parecerlo.
Si os dijera que la mujer que iba con el parecía una vagabunda, no me equivocaría, pero no lo era, ya que, dejando de lado su capa marrón, sus pantalones cortados y su pelo marrón, llevaba un aparato en el tobillo, al igual que el chico en uno de sus dedos, como si se tratase de un anillo.

Uno de los profesores saco unas hojas de papel, y se las entrego a ambos sujetos. Todos los profesores salieron de la sala, y quedamos todos junto con los "profesores". Se hizo el silencio, mientras el hombre leía las hojas en voz muy baja. Probablemente sería el listado de alumnos.

Entonces habló.

-Buenos días, estudiantes. Soy Zannia, y el es mi compañero, Singreed. -Sonrió.-

Su voz era dulce, muy dulce. Era tan dulce que podrías saborear miel y la voz de Zannia seguiría siendo mucho más dulce. Singreed hizo una pequeña reverencia, como mostrando respeto ante todos nosotros. Entonces me centré en los nombres... Singreed y Zannia.

Bingo, ya había encontrado a Zannia, ahora solo me quedaba decirle que El Héroe del Ocaso había encontrado a alguien digno, aunque yo mismo no lo crea así.

-Como bien ha dicho Zannia, soy Singreed, y lamentamos la repentina entrada. -Su voz era tosca y seria, pero amigable al mismo tiempo.-

-Bien pues, levantaros y venir de uno en uno. -La palabra volvió a Zannia.-

Los murmullos volvieron a despertar en la sala. ¿De uno en uno? ¿Que iban a hacer con nosotros? ¿Será un examen oral? ¿Que tendremos que responder?
El miedo inundó las piernas de todos, y casi nadie se levantó... Casi nadie.

Los pocos que se levantaron fueron un grupito que estaba sentado al fondo de la clase, dos personas de la primera fila y yo, aunque estaba dudoso ante mi decisión, no quería perder a Zannia de vista, no sin antes decirle eso.

-Bien pues, venir los que se hayan levantado. -Mira a todos los que siguen sentados.- Los que no, pueden marcharse a casa.

Una avalancha de adolescentes cruzaban la puerta de salida, algunos sacando paquetes de tabaco, otros besándose...
Pero lo que es realmente importante es lo que nos harán a nosotros.

-Volvió la mirada hacia nosotros de nuevo.- ¿No vais a presentaros?

Un silencio inunda la sala. Nadie habla por unos segundos, pero esos segundos se hicieron eternos.

-Parece que no... Bueno, Zannia, ¿qué teníamos que decir? -Se hacia el confundido, pero miró a Zannia con una mirada que decía "es tu turno".

-Vale, ahora. -Su actitud había cambiado de ser la persona más amable que había conocido a la persona más seria que había conocido.- Quien de aquí...

-¿Cree en la magia...? -Singreed acabó la frase de Zannia, como si estuvieran compenetrados a la perfección.-

Los que estaban sentados en el fondo se rieron, en cambio, yo levanté la mano, confiado. Después de lo que me había enseñado Zero en La Sala, cualquier cosa puede existir realmente.

-¿Solo él? Vaya, parece que la selección de este año será muy leve...

Parece que la palabra selección ha despertado al dragón durmiente dentro de uno de los integrantes del grupo que estaba sentado en el fondo, que también levanta la mano, un poco temblorosa. Las dos personas que se habían levantado en la primera fila tenían las manos cogidas y levantadas.

-Bien, vosotros cuatro. -Nos mira a todos los que quedamos de pie.- Decidme vuestra razón por la que creéis en la magia. Los demás... Singreed, enséñales la salida.

-¿Podéis seguirme, por favor? -Se refería a los que se estaban riendo.-

-Pe-pero... Yo quiero quedarme... Yo creo en la magia también...

Una dulce voz sale de entre el grupo que se reía, y una chica bajita con un largo pelo rubio se acerca a Singreed.

-Singreed asiente, complacido.- -Bien, nuestro trabajo aquí ha terminado.

Zannia va con la pequeña chica y la abraza, y Singreed se lleva al grupito a la salida. Después de llevárselos, vuelve con las manos en los bolsillos.

-Zannia nos mira a todos nosotros.- -Vosotros cinco, que habéis sido elegidos por el consejo de la magia de Vadania, venid con nosotros. Tomar nuestras manos y vayamos al instituto que os corresponde.

Acto seguido, Singreed y Zannia extienden sus manos y los cinco las tomamos...

-Zannia... -Empecé a tartamudear por los nervios.- E-el Héroe del Ocaso y-ya ha encontrado alguien digno...

-Perfecto entonces. -Dijo ella con una amplia sonrisa se formó en su cara.

Y con un destello, desaparecemos de esa amplia sala del antiguo instituto, para llegar a otro instituto, mucho más grande, aunque en una sala pequeña con ocho mesas y sillas, una para cada alumno que estará aquí.

-Bien pues, podéis tomar asiento. -Dijo Singreed mientras sacaba un libro.-

[Las Sombras De La Torre]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora