Capítulo 25. Inmersión infinita imperfecta

43 1 0
                                    

[Aviso, este capítulo contiene descripciones gráficas muy sangrientas y dolorosas. No leer si estás teniendo un mal día o eres susceptible. Gracias.]

-Me has hecho cambiar de Plano de Eutimia dos veces, Elegido. No esperaba menos de ti. 

-Ya, ya, suficiente charla. -Para un respiro que tenía, pensaba aprovecharlo al máximo posible, para recargar energías.- ¿Eres uno de los enviados de Paradox, cierto? Con todo ese rollo del Elegido y toda la mierda esta.

-Eso es correcto. Los siete subordinados de Paradox, representando los Siete Pecados Capitales. Quien corrompió a Boreas era la Ira, quien quiso terminar de matar a Tailen era la Avaricia, quien quería terminar contigo en el sueño era la Envidia y yo soy la Soberbia, el Orgullo. Puedes llamarme Krena. 

-Tsk... Básicamente, me estás diciendo que además del cabeza cigarro de Paradox, ¿tengo que enfrentarme a los pecados restantes? No me jodas.

-Tampoco hace falta ponerse así... Siempre estás a tiempo de aceptar el trato de Paradox y unirte a el. Nosotros, los siete, somos como... Un recordatorio. Para frenarte y recordártelo, hacer que abras los ojos.

Suspiraba, llevándome una mano a los ojos. 

-Otra vez este rollo del Elegido, me está matando. A ver si te enteras de una vez, Krena. Yo no elegí ser el elegido de quienes todos hablan y blablabla. No. Literalmente me leí un puto libro, me atropellaron y durante el coma, empecé a tener pequeñas visiones cada vez que me dormía. En una de esas visiones estaba en el medio de una enorme tormenta... -hice una pequeña pausa para observar a mi alrededor. A medida que decía esas cosas, parece que el Plano en el que estábamos empezaba a cambiar, canalizando y representando lo que decía....y un enorme relámpago me impactaba, matándome en el proceso.

Tal y como dije, un enorme relámpago apareció de la nada, impactando con una precisión milimétrica encima de Krena, quien se retorcía de dolor.

-Otra de las veces, sentía como el ambiente era pesado, y la piel se me derretía completamente, como si estuviera completamente cubierto de ácido y tóxicos. Toda la piel sangrando y deshaciéndose, llegando a cada uno de mis nervios y destruyéndolos poco a poco como si fueran pequeñas agujas que atraviesan un trapo para volver a coserlo.

Como la vez anterior, Krena sintió ese dolor, y gritaba de dolor, esta vez casi suplicando.

-Otra de esas veces sentía como ardía todo mi cuerpo, todos los músculos desgarrándose y coagulándose casi al instante, cicatrizando para luego volver a arder. Los huesos se rompían por la enorme temperatura y caía al suelo, suplicando de dolor, porque no podía hacer nada mas que rezar.

Una tercera vez ocurre esta sensación, Krena siente todo lo que estoy narrando, y su sufrimiento es indescriptible. Si lo fuera, lo hubiera puesto.

-Y después de que todos mis huesos y músculos ardieran, una enorme ola de frio, un manto gélido se tiraba encima de mi, sepultándome y congelándome vivo.

La congelación directa de los músculos es un dolor que no le deseo a nadie. Krena estaba de rodillas, rogando en silencio a Paradox de que le librara de esa tortura.

-Y la última antes de despertar, era que me hundía en un profundo e infinito mar de almas, que gritaban y destrozaban mis tímpanos. No podía respirar, la presión me asfixiaba y reventaba cada hueso de mi cuerpo, matándome lentamente. 

El suelo se tornó de cristal, y caímos los dos en un abismo infinito. No se podía respirar, daba igual lo mucho que gritaras. Tu cuerpo era desgarrado por una fuerza superior, mas allá de la comprensión de cualquier ser. Una enorme mancha de sangre se forma en los alrededores de la cabeza de Krena. Sus oídos estaban sangrando por la enorme presión. Todos sus músculos y toda su piel se estaba desgarrando, y la mancha de sangre se amplificó. 

-Miedo, pánico. Eso era todo lo que sentía. Dolor, sufrimiento. Quería que todo se acabara de una vez. En ese preciso instante...

La sala volvía a cambiar, haciendo desaparecer el agua. Krena estaba completamente arrodillado, postrado frente a alguien, con una mano tocándose el cuello, aguantándose las ganas de vomitar y intentando respirar a partes iguales... Una espesa niebla negra cubría la zona, y yo simplemente caminaba hasta estar frente a el. Tomándolo del pelo con fuerza, acerqué sus ojos a los míos, obligándole a mirarme fijamente. 

-En ese instante de desesperación, vi los ojos de la Muerte. 

Al igual que lo que pasó con Envidia, el rostro de Krena se sumió en una desesperación extrema, en un temor inmenso, en un... Respeto. La forma de la bestia volvía a aparecer, y con un brillo plateado de mis ojos, Krena lloraba. El Pecado Capital del Orgullo, mostrándose dócil ante alguien, arrodillándose ante alguien, llorando inclusive ante alguien. 

Soltaba su cabello y hacía que cayera al suelo. Mientras yo suspiraba entrecerrando los ojos, la figura y el ego destrozados de Krena gritaban con el poco aire que le quedaba en los pulmones.

-¡ESTO ES INJUSTO! ¡PARADOX DIJO QUE SERÍAS FÁCIL DE VENCER! ¡TU NO ERES UNA PERSONA NORMAL...! ¡ERES...! ¡ERES...!

-Adelante, dilo. ¿Qué soy? ¿Un monstruo? ¿La Muerte? ¿Un inhumano? ¿El Elegido? ¿Una aberración? ¿La encarnación del Diablo? Debe ser muy duro para el Pecado Capital del Orgullo postrarse ante alguien, ¿no?

-¡MALDITO SEAS...!

Aunque Krena se abalanzó contra el en un intento de silenciarme, ya estaba con las energías completamente recuperadas. 

-Decimotercer descendiente. Imperfección.

Con una simple mirada, todos los miedos de Krena aparecían dentro de su cuerpo. Por alguna razón, sentí la mirada aterrada de Paradox en los ojos del Pecado Capital, lo cual me hizo sonreír de la manera mas sádica posible. Con una simple patada en su cabeza, lo lancé contra el suelo, inconsciente. Después de esto, perdí el conocimiento. Cuando lo conseguí recuperar, vi que lo único que quedaba de Krena era un cuerpo magullado, extremidades rotas y huesos salidos, moratones y dientes faltantes, la mandíbula desencaja por, posiblemente, un golpe seco, una cara de terror indescriptible y un enorme charco de sangre a su alrededor.

Suspirando, junté mis manos, y me concentré en destruir ese Plano de la Eutimia del que hablaba Krena.

-Decimosegundo descendiente. Perfección. 

Todo parecía cristalizarse, a punto de romperse. Con una sola patada, el extraño plano se resquebraja y se destruye. 

Me quedo por un momento en un abismo infinito en todas direcciones. 

Suspiro... No otra vez...

[Las Sombras De La Torre]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora