—No eres más que una maldita zorra —dijo Victor.

La silla cayó al suelo con un fuerte sonido al recibir otro golpe pero reí nuevamente. La sangre cayó de mis labios, manchando mi rubio cabello y el piso. Miré las pequeñas gotas perfectamente rojas en contraste con la pálida cerámica. La intensa luz artificial hacía brillar mi sangre de un carmesí casi irreal, como si fuera parte de las pinturas de Josh. Afuera pequeñas gotas de lluvia comenzaron a golpear contra las ventanas, pequeños y tranquilos tamborileos contra el cristal que rompían el silencio en el estudio.

Victor levantó la silla y me arrastró unos metros más atrás. Él estuvo frente a mí, sus ojos ardiendo con odio y furia pero tan solo lo miré con desafío y diversión y le sonreí. Posiblemente un psicólogo clasificaría mi conducta de mentalmente cuestionable. ¿Pero cómo podía temerle a alguien como Victor? Ahora lo veía perfectamente claro, no era nada más que un cobarde al golpearme sabiendo que yo no podría responder. ¿Y cómo temerle a un cobarde? Todo no era nada más que una puesta en escena, una gran actuación para que el temor cegara a la víctima y aprovecharse así de ella pero yo podía ver a través.

—¿Eso es lo mejor que tienes? He conocido niñas que golpean mejor que tú —dije.

—Escúchame bien jodida perra, cuando termine contigo serás tan irreconocible que ni tu hermano sabrá quién eres —dijo Victor—. ¿Crees que puedes burlarte de mí sin más?

—Lo estoy haciendo.

—Te equivocas —dijo él y reí luego de recibir otro golpe a pesar del rojo manchando mi uniforme—. Desearás no hacerlo.

—¿Haces el mismo número con todas tus víctimas? —pregunté y le sostuve la mirada—. Te equivocas mucho si crees que puedes conmigo, si piensas que me conoces lo suficiente como para tratar conmigo. No tienes idea de quién soy ni de lo que puedo hacer.

—Tranquila, ya he aprendido que lo que me dijeron de ti antes de conocerte no es nada más que una maldita mentira —dijo él y me volvió a golpear—. Raphael y Frank me estafaron con la información que me dieron sobre ti. ¿Débil? ¿Indefensa? ¿Asustadiza? ¿Fácil de manejar? Luego de ti siguen ellos.

—Gracias por los halagos. En su defensa puedo decir que me tomaron por sorpresa cuando los conocí formalmente y no venía de una buena experiencia.

—Pensé que no tenías sangre Bright corriendo por tus venas, que tal vez era cierto ese rumor sobre que no eres hija de Orlando Bright después de todo si eras como ellos te describieron —dijo Victor—. ¿Es cierto entonces? ¿Tu padre realmente te rechazó? Qué triste y patético.

—Solo por curiosidad. ¿Cuántos hermanos tienes? Contando a todos. Hermanos, medio-hermanos, hermanastros, ex-hermanastros. No te atrevas a hablar de mí cuando tú no eres nada más que una figurilla en el tablero de juego de tu padre, un miserable peón, un soldado más —dije—. Y ni siquiera uno destacable. ¿Cuál es tu especialidad? ¿La fuerza bruta? No eres sorprendente, el instituto está lleno de matones como tú.

—Parece que alguien ha estado hablando de más contigo —dijo Victor y sus dedos se hundieron dolorosamente en mi mandíbula cuando tomó mi rostro con una mano y se inclinó sobre mí, sus uñas cortando mi piel—. ¿Con esta misma atrevida boca besas a ese bastardo? Parece que se preocupa mucho por ti, sería una lástima que algo te pasara. Podría cortar tus preciosos dedos y enviárselos con un moño.

—¿No es un poco cliché? —pregunté—. Ya sabes, el asunto de los dedos. Solo un poco. ¿Realmente? ¿No tienes algo un poco más original?

—¿Quieres ver qué tan original puedo ser? —preguntó él tomando una navaja y acercándola a mi ojo—. Le hice una vez esto a un fenómeno como él, nada más que un favor al quitar lo que estaba tan endemoniadamente mal. Seguro que reconocerá tu lindo ojo si se lo envío.

Valentino (Pandora #2) **Disponible en físico y e-book**Where stories live. Discover now