Misión n° 5000: The Beginning of the End (Parte III)

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Vanderwood tecleó rápidamente en la computadora, tratando de apresurar el proceso de copiado de la información, aunque con lo rápido que se borraba todo, tuvo que hacer una selección de esta. Tenía poco tiempo, y con todo lo que había escuchado que estaba sucediendo entre Saeyoung y Melissa, más le valía apresurarse para estar ahí.

Era imposible que Saeyoung comprendiera todo lo que le sucedía a Melissa con Alex, e incluso a él viendo todos los archivos que pudo, le costaba entenderlo. Era una relación conflictiva, dolorosa, que había comenzado hace casi diez años. Si Melissa no lo había exterminado era porque necesitaba respuestas, y algunas de ellas las tenía Vanderwood en ese momento. Prefirió dejar de pensar en eso, y se enfocó en encontrar en qué parte del submarino se encontraban las drogas y experimentos de Chris, las pruebas que hacía, cualquier cosa. Si es que experimentaba tanto en ese lugar, y si es que además tenían siempre a su lado distintos tipos de componentes para afectar a sus enemigos, debían tener una cura.

En ese momento, Saeyoung miraba el suelo con rabia. Todo lo que le había confesado Melissa le dolía más de lo que esperaba.

- Saeyoung por favor, mírame. - le gritaba ella desesperada. – Si, en un principio todo se trataba de una misión, pero... - tomó aire. Le costaba revelarse así, aún más teniendo a Alex como observador en la cabina. Melissa lo miró de reojo, él estaba sonriendo, disfrutando el momento. Ella apretó sus puños y reunió toda su fuerza. – Yo... me enamoré de ti Saeyoung. – le reveló finalmente. Esperaba tener alguna reacción de su compañero, pero él ni siquiera la miraba. – Me di cuenta que eras mucho más importante para mí de lo que creía... y que me limitaba a alejarte y preferir a Vanderwood porque pensé que era el más fuerte, y lo mejor para mí, pero no puedo negar lo que siento. – le dijo Melissa, ahora ella miraba el suelo, un poco avergonzada. Saeyoung seguía sin mirarla, solo sentía asco de sus palabras, del nivel de manipulación que tenía Melissa. Ella ya no sabía que más decir.

- ¿Terminaste? – le dijo Saeyoung, volviéndola a mirar, y arqueando una ceja. Melissa sintió toda la frialdad de su mirada, y su corazón dio un vuelco. Dolía, su indiferencia y su desprecio. Tragó saliva con dificultad, y asintió con la cabeza. - ¿Qué esperabas? ¿Qué corriera hacia ti, después de todo lo que hiciste? – le dijo, mirándola duramente.

- Yo no maté a tu hermano...ni siquiera he salido del país. Estuve durante todo este mes buscándote por todos los lugares, tratando de hallar una manera de encontrar algún rastro, revisando absolutamente todo, viendo si Alex había dejado algún tipo de pista donde pudiera encontrarte, siguiendo día y noche a Chris o a cualquiera que trabajaba para él que pudimos identificar. ¡Tienes que creerme! ¡Jamás sería capaz de matar a tu hermano! – Melissa estaba comenzando a desesperarse. No quería seguir enfrentándose a Saeyoung, no de esta manera. Le dolía, todas las reacciones que tenía contra ella hacían que un dolor inexplicable apareciera en su corazón. Sabía que todo era su culpa, también sabía que se lo merecía, pero no por eso dolía menos.

- ¡Cállate, maldita perra! ¡No te creo! ¡Jamás te creería! ¡Me has mentido demasiadas veces! ¡Nada de lo que me has dicho ha resultado verdad, salvo tu puto nombre! ¡Solo querías convertirme en un monstruo igual que tú! ¡Un animal sin emociones, utilizando el miedo para moldearme, desconectándome de todo para servirte!– le respondió gritando. Era como si todo lo que hubiesen vivido juntos hubiese sido mentira. Melissa desde siempre lo engañó, era obvio que todos los sentimientos que habían florecido entre ellos no eran cierto, era obvio que todo lo que decía de sus sentimientos era para engañarlo, para utilizarlo. Una persona como ella no querría nada más de una persona como él. Saeyoung Choi, una cucaracha intentando salir de día, eso era, mientras que Melissa era una agente reconocida, la más querida, la más vanagloriada, la que más misiones ha hecho, la que tiene tanto dinero que es capaz de autocostear misiones de la agencia para su venganza personal, la favorita del jefe. ¿Y él, quién era? Nadie, absolutamente nadie. No tenía sentido que alguien como ella lo quisiera, teniendo toda la gloria a sus pies, era muy difícil que eso sucediera.

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