Ya quiero desfallecer, dejar de gritar, pero no estoy cansada. Nadie vendrá a ayudar a un psicópata. Eso soy, una psicópata. Yoriichi, te amo. Te amo como no tienes idea, pero soy mala. Soy mala por haber nacido. Puedo hacer correr a los hombres y atemorizar a las hembras con tan solo mirarlos. Soy mala porque salí del vientre de mi madre siendo un mortal con alto coeficiente y pensar que desde que vi la luz del día, todos son unos imbéciles.

Tu no lo eres. Tu eres el sol naciente de este país. Tu eres el cosmos, tu eres como el agua cristalina que cubre mis pies cuando mi madre me baña. Tu eres la razón de que no mate a nadie, oque yo me mate. Déjame ver tu rostro y besarle, porque sé que tu no correrás de mi.

-¡YORIICHI TSUGIKUNI TE AMO, POR FAVOR ÁMAME A MI COMO NINGÚN IMBÉCIL DE ESTE PUEBLO HIZO! ¡DÉJAME VERTE ANTES DE MORIR EN MANOS DE ESTE DEMONIO!

Grité como nunca haciendo que muchas luces se prendan en la aldea. El sonido de un corte perfecto inunda mis oídos y caigo estrepitosamente al suelo causándome un daño terrible en mis brazos y piernas. Eso es lo de menos.

-¡¿Quién gritó así?!

Los imbéciles llegaron. Sus antorchas iluminan opacando a la luna de manera odiosa. Los odio pero no puedo hacer nada. No es momento de pensar, quiero ver que mi salvador no es otro pilar, sino mi amado príncipe samurai.

-No puede ser... tu no deberías estar afuera... -Mi madre habla.-

Mis oraciones, suplicas, todo fue escuchado. Yoriichi Tsugikuni estaba frente a mi sosteniendo su katana escurriendo sangre. Mi corazón comienza a latir a mil por hora y sonrío al verlo con esa hermosa mirada que dedica a todos.

-Tu dijiste...

-¡Lamentamos todo este asunto, señor Tsugikuni! Está mal de la cabeza y no puede evitar hacer sus locuras cuando le gana la adrenalina. -Él mira a quien lo interrumpió.-

Debería ser ilegal interrumpir a Yoriichi Tsugikuni. Si fuera un verdugo acabaría sin piedad a todos aquellos que lo hagan. En este caso... fue mi padre.

-No pierda más su tiempo y vaya a hacer sus cosas importantes. Nosotros le daremos un castigo digno. -Madre, tu te mereces ese castigo, yo merezco volver a mi plano astral, pero con Yoriichi Tsugikuni.-

-¿Cuántos años tiene? -Las bellas palabras de mi amor platónico se presentan con un melódico tono que sería música de todos los días para mis oídos. Mi única cura.-

-Eh... veintiuno. -Responde mi madre nuevamente.-

Yo quisiera responderte, pero a besos.

-Yo la llevaré conmigo.

-¡Imposible! ¡Nadie en su sano juicio se casaría con la loca ___! -Protesta el primer chico que llevaron a casa para presentarme como una prometida. Claro que cuando se enteró de mi estado, salió corriendo más rápido que un pollo al horno.-

-¡No podrías soportarla ni un segundo! -Responde otro de los chicos que intentaron casarse conmigo.-

-Mi hija nunca estará en condiciones de cuidar de usted, no puede hacer de comer o tratar con un marido. No tiene conocimiento. -Te equivocas padre, soy más inteligente que tu.-

-Entonces yo cuidaré de ella el resto de mi vida.

Esas palabras crearon un silencio en toda la aldea por la madrugada. Estoy sonrojada como nunca lo haya estado, estoy que reviento. Quiero reír y llorar porque nunca en mi vida experimenté un sentimiento tan fuerte como este.

-Entonces a eso se debía el interés en tus preguntas sobre ella... -Hace su presencia el anciano sabio que intentó inútilmente saber lo que tengo. No es un sabio, solo un anciano. El sabio soy yo.- Quizás puedas ser el único que vea a través de toda esa falta de cordura en su coeficiente. Él único valiente.

Yoriichi asiente con la cabeza.

Entonces esa mirada que nos dimos aquella vez si significó algo. No quería hablar tanto de su perspectiva porque a pesar de que mi autoestima es neutral, no podía estar segura de lo que pensase al respecto sobre mi. Pero, yo jamás me equivoco. Sabía muy en el fondo que algo había entre nosotros una vez apartado los ojos.

-No sabe hablar. -Exaltada, la dueña del puesto de verduras exclama en un intento de hacerme ver mal.- ¿Así quieres casarte con ella?

-Yo sí sé hablar. -Me levanto.- Pero soy demasiado como para hablar con imbéciles como ustedes.

Veo la mano extendida del pelirrojo y de inmediato coloco la mía sobre la de él. No parece sorprendido, es comprensible que entienda que soy como me han echo ser. Pero yo he criado mi carácter, ellos me inspiraron decirles por ese pronombre.

Todo el mundo, incluyendo a mis padres comienzan a abuchearnos. Más bien, solo a mi. Mi estado me permite ignorarlos.

Solo te necesito a ti en mi vida.

Ya no extraño tu presencia, Yoriichi Tsugikuni. Porque estás aquí, cargándome como la princesa que nunca fui, alejándome de este horrible lugar lleno de descerebrados.

-Créeme, no volverás a verlos. -Habla sin mirar hacia mi.-

-Yoriichi Tsugikuni, te amo.

Ahora si, su vista se dirige a mi y detiene su caminar. Ya estamos muy lejos igualmente.

-Lo gritaste hace rato.

-Y lo repetiré. Esta chica enferma está loca por ti.

-No creo que estés enferma.

-Lo estoy, desde que nací he sabido que lo estoy. Y ahora Dios me ha dado un motivo para estarlo. Voy a bailar.

-¿Bailarás?

-Lo haré porque estoy reteniendo toda mi emoción dentro de este débil cuerpo enfermo de conocimiento.

Él me baja. Sus manos blancas se dirigen a mis pómulos y los acaricia.

-Si el sol bajara a visitarnos, pelearía contigo por hacerle competencia.

Sonríe tiernamente sonrojado ante mi piropo.

-¿Quieres casarte conmigo entonces? -Solo asiente silencioso.- ¿Y qué esperas a besarme?

Deseos escuchados.

...

Kimetsu No Yaiba [Escenarios/OS]Where stories live. Discover now