A buscar la inspiración

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—Aún quedan muchas personas...

—Sí... —dije, soltando un largo... largo suspiro.

—Pero eso es bueno. Significa que el libro de tu mamá es muy popular.

—Sólo tiene una semana a la venta y se han vendido... no sé cuántos cientos de copias... ¿O eran miles? —Diablos, debía prestar más atención cuando la tía Misa hablaba. Pero en mi defensa debía decir que ella soltó la cifra cuando estaba concentrado en mi clase de repostería con Shaoran.

—Me gustaría poder leerlos... pero está clasificada +15 —dijo, haciendo un puchero que se me estaba haciendo cada vez más adorable.

Gruñí con disimulo, esto de entrar en la pre-adolescencia no era tan bueno como lo pintaban. Los cambios que comenzaba a experimentar no eran agradables, las conversaciones que mis padres y Shaoran tenían conmigo tampoco lo eran... y lo peor de todo era este revoloteo que sentía en mi estómago cuando estaba con mi mejor amiga. ¡Eran como polillas! ¿Habría alguna forma de eliminarlas?

—¡Listo! —anunció, pasando la servilleta por su boca. ¿Por qué rayos me sonrojaba por eso? ¡Solo se estaba limpiando! —. ¡Gracias por invitarme un helado!

—Era lo menos que podía hacer... —dije... aclarando mi garganta—. Te invité a que nos acompañaras porque voy a hacer algo importante... pero no creí que el evento se tardaría tanto. —Señalé la larga fila.

—Aun no me dices qué es eso que harás.

—Será una sorpresa.

—Para tu mamá y Shaoran, no para mí, Yukio.

—Para todos en realidad —dije, sonriendo—. Y como mi mejor amiga debes estar allí.

Las mejillas de Aoi se sonrojaron... y me hizo sonrojar a mí también. ¡Jodidas polillas, deberían morir!... Diablos, necesitaba pasar menos tiempo con los chicos, especialmente con Koji. ¡Las groserías se me pegaban con facilidad! Y si mamá me escuchaba decir alguna... ardería Troya... y más atrás los chicos.

—Es mejor volver —dije—. Ya tardamos bastante y no quiero que mi mamá se preocupe en un día tan importante para ella.

—¿Eso quiere decir que si se puede preocupar otros días?

—Puede ser —le respondí con una sonrisa ladeada... y allí estaban otra vez sus adorables mejillas rojas.

Esto de que me gustara mi mejor amiga era... extraño.

Caminamos a la par de la fila y sin mentir conté noventa y tres personas que estaban esperando fuera de la librería... Rayos, eso sumaría aproximadamente una hora y media más a las dos que ya llevábamos aquí. El hombre que vigilaba la entrada nos dejó pasar con una sonrisa y seguí contando personas, llevaba aproximadamente diez más cuando vi un grupo peculiar que reconocería donde fuera, aunque estuvieran ridículamente disfrazados con gorras y lentes oscuros.

—Adelántate con mi mamá.

—¿Qué vas a hacer, Yukio?

—Cosa de chicos. —Le guiñé un ojo y caminé entre las personas para acercarme a ellos en sigilo, de esa forma podría escuchar su conversación antes de atacar.

Era divertido verlos reaccionar a mis bromas o cuando los dejaba sin palabras con mis comentarios, especialmente a Eriol que creía sabérselas todas, por eso disfrutaba mucho estar con ellos. Eran como esa clase de tíos cómplices que te respaldaban en todo. Alcahuetes les decía mamá, pero ella no entendía la camaradería que se había formado entre nosotros. ¡Era genial!

Musa de chocolate y cerezasWhere stories live. Discover now