Inspiración con sabor a chocolate

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Sakura Kinomoto

Los nervios. Algunas personas decían que eran una señal de vacilación, el reflejo más puro de las dudas ante un hecho que podría cambiar en algo nuestras vidas. ¿Era malo sentirlos? Unos decían que sí, pero si me lo preguntaban a mí, era una sandez que pensaran de esa forma porque los seres humanos dudábamos de todo, hasta de nuestra propia existencia. ¡Nos la pasábamos buscando respuestas la mayor parte de nuestras vidas!

—Por aquella zona estarán las mesas y allí colocaremos un pequeño escenario —escuché a mi lado.

Sonreí al sentir como se iba formando el delicioso vacío en mi estómago a medida que mis ojos recorrían el gran salón. ¿Cómo podía ser esto malo, si me hacían sentir tan... viva?

—El señor Matsudara dará el discurso de apertura —continuó—, luego dará los anuncios de la editorial y presentará a la gran CherryLeeUp. Entonces, ¡harás tu gran entrada triunfal!

—Creo que estás más emocionada que yo, Tomoyo —dije, girándome hacia ella.

—¿Bromeas? Estoy que deliro de felicidad. —Sus vivaces ojos azules centellearon con emoción—. Me parece mentira... ¡Por fin vas a revelarle al mundo quién es la maravillosa Cherry!

—Sí... demasiados años escribiendo tras un seudónimo y ahora... —Solté un suspiro—. Tengo sentimientos encontrados...

El vacío comenzó a extenderse y un frío envolvente me hizo vibrar de emoción. Este cúmulo de sensaciones mezclándose en mi pecho de forma sublime podía llegar a paralizarme si no tenía cuidado, pero después de tanto tiempo, de tantas experiencias, había aprendido a controlar mis nervios y disfrutar de ellos. Los usaba de impulso y de inspiración para seguir avanzando.

—Por cierto, ¿cómo vas con el libro?

Hice una pequeña mueca y desvié mi mirada hacia el lugar donde estaría el escenario.

—Después de haber estado bloqueada por seis largos meses, me siento contenta de poder avanzar de nuevo... —respondí, soltando un suspiro.

—Pues no lo parece...

—Aún no estoy conforme con algunas cosas... pero sé que lograré terminarlo.

—Creo que estás sobre exigiéndote, cariño. —Sus ojos me observaron de forma maternal—. ¿Qué te dijo Misa?

—Está muy emocionada —dije, recordando a mi chispeante editora—. Le gusta mucho el cambio que le hice al esquema original de la historia, dice que le da más realismo e importancia a la guerra... Así que estoy mejor encaminada.

—¡Más a mi favor! —Tomoyo me miró con una ceja alzada—. En vez de tener esa carita llena de preocupación, deberías estar experimentando algo parecido a un orgasmo literario.

—¡Tomoyo!

—¿Qué? Estoy usando analogías. ¿No es eso lo que ustedes los escritores usan?

Definitivamente, mi amiga estaba loca. Cualquiera que la viera de lejos podría decir que Tomoyo Daidoji era la personificación de la elegancia y la altivez, pero debajo de toda esa sofisticación, se escondía una mujer excéntrica y adicta a toda aplicación de lectura que estuviera disponible.

—Analogías creativas para describir sentimientos, Tomoyo.

—Mis analogías son creativas y eróticas, podrías usarlas en tus libros.

Musa de chocolate y cerezasWhere stories live. Discover now