Las mentiras dejan un sabor amargo

1K 107 43
                                    

El tiempo pareció detenerse en este preciso instante.

Dios... no podía dejar de verla ¡Era como si estuviera hechizado! Había dejado de estar consciente de la hora, del lugar, de mi jodido entorno, para enfocarme únicamente en el sonido de su risa y en como su entera presencia reducía el espacio de la pastelería a esa condenada mesa.

Hubiera estado todo el día admirándola... como solía hacerlo cuando éramos adolescentes, si un suave empujón no me hubiera sacado de mi ensoñación. Una de las meseras había chocado conmigo por accidente y enseguida se disculpó conmigo, pero yo no tenía voz con cual responderle. Me llevé las manos hasta mi pecho, tratando de apaciguar los latidos desquiciados de mi corazón y hasta intenté respirar profundo varias veces, pero ¡el maldito aire se negaba a entrar en mis pulmones!

«Necesito... necesito calma... ¡Necesito pensar!»

Mis pies decidieron por sí solos regresar sobre sus pasos y solo cuando estuve nuevamente en mi santuario, pude volver a respirar con libertad.

—Hey... ¿Estás bien, amigo? —escuché preguntar a alguien... posiblemente Koji, pero todavía estaba demasiado exaltado como para responder.

—¿Acaso viste un fantasma?

¿Fantasma? ¡Un jodido espectro del mal me hubiera afectado menos! El pasado había decidido plantarse frente a mí sin tomarse la molestia de avisarme el muy maldito y ahora yo... yo no tenía ni idea de qué hacer. Rayos... ¿Cómo debía actuar? ¿Debía saludarla con un simple "hola"? ¿Hacerme el desentendido? ¿Preguntarle si se acordaba de mí? Oh Dios... ¡No estaba preparado para escuchar un "no"! ¡¿Y si me había olvidado?! ¡¿Y si mi recuerdo no era tan valioso para ella?!

Me quité el gorro blanco y revolví mi cabello con desesperación ¿Qué mierda debía decirle?

—¿Te sientes mal, Shaoran? ¿Quieres que te llevemos al médico?

Esta vez sí identifiqué bien la voz de Koji, subí mi mirada y me encontré con los ojos preocupados de mis amigos. Mierda, mis manos estaban temblando y posiblemente estaba más blanco que una hoja de papel... ¡No podía hacerlo! En este estado no podía salir y enfrentarla. Inhalé profundamente y tomé una decisión. Quizás no era la mejor idea de todas, pero en estas circunstancias no tenía otra opción. Era esto o perder la oportunidad de negociar con Dreamarts.

Me levanté y coloqué mi mano sobre el hombro de Koji y dejé ir las palabras.

—Tienes que atenderlos tú...

—¡¿Pero qué diablos...?! —exclamó, sorprendido... Yo también lo estaría dadas las circunstancias—. Oye, no sé qué rayos está pasando, pero te recuerdo que eres tú quien tiene ese súper poder de describir los postres de forma deliciosa y encantar clientes ¡Por eso tú te encargas de las citas!

—Pues vas a tener que ir allá, desplegar todo tu maldito carisma y si es necesario ¡te convertirás en el jodido gurú del azúcar porque yo no puedo hacerlo!

Ambos me miraron como si estuviera loco, pero me importaba una mierda. No podía enfrentarla ¡No ahora! Quizás si alguien me hubiera avisado...Agh ¡Esto era una maldita locura! ¡Una oda a la ironía en sí!

—Shaoran... si no nos explicas qué sucede, no podemos ayudarte.

Ni explicándoselo Takeshi lo entendería. Por eso, coloqué mis manos sobre sus hombros y lo conduje hacia la puerta de la cocina para que la viera por sí mismo.

—Mi jodido problema está allí, sentada en la mesa azul —dije, mirando de nuevo a la mujer que había sido mi musa... y lo seguía siendo a pesar de los años que habían pasado.

Musa de chocolate y cerezasWhere stories live. Discover now