Cuando la inspiración llega de sorpresa

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10 años después

—¡Buenos días, jefe!

Dejé la puerta a medio abrir al escuchar la optimista voz masculina. A pesar del frío de la madrugada, mis cuatro ayudantes venían caminando hacia mí con caras sonrientes. Correspondí su saludo con una ligera inclinación de mi cabeza y continué abriendo la puerta de la pastelería.

—Me alegra verlos tan entusiasmados, chicos. Porque hoy tenemos mucho trabajo que hacer —El agradable calor interior me recibió al entrar y calmó el tiritar de mi cuerpo.

—No es para menos, jefe —dijo una de las chicas—. ¡Por fin logramos llegar al mismo tiempo que usted!

—Dejen de tratarme de usted que no soy tan mayor —dije, riendo, mientras encendía las luces—. Y con respecto a lo de llegar temprano... pues estoy acostumbrado a madrugar.

—Usted... —Al ver que fruncía mi ceño, Haru, el chico que había saludado primero, se corrigió—. Tú siempre llegas primero que todos. Por eso quisimos esforzarnos para igualarte y comenzar juntos las labores.

—Llegar a las cinco y media es una proeza, por eso estamos orgullosos —dijo Rika, la chica que había hablado antes.

—Si es así, felicidades a los cuatro por lograrlo. —Sonrieron—. ¿Todos recuerdan sus asignaciones de hoy? —Los chicos asintieron con seriedad—. A trabajar entonces.

Entraron en los cambiadores y comenzaron a prepararse para enfrentar un nuevo día en nuestra pastelería, "Dulce inspiración".

Dando un suspiro, caminé hacia la oficina mientras me quitaba la chaqueta de cuero y la colgué en el perchero que estaba en una esquina. Me acerqué hacia el escritorio y consulté la agenda de cuero marrón donde solía anotar mis pendientes, tenía tres citas para hoy. Dos eran para la elaboración de pasteles de bodas, y la tercera, que sería la primera que debía atender en horas de la mañana... representaba una gran oportunidad para la pastelería que no podía desperdiciar. No cuando estábamos en pleno crecimiento.

La editorial más grande de Japón abrió una convocatoria hace un mes para participar en un concurso y el ganador tendría la oportunidad de exhibir una monumental mesa de postres en un gran evento que se llevaría a cabo en un par de meses. Obviamente, no dudé en lanzarnos al agua porque sabía que teníamos lo necesario para destacar y no... no estaba siendo engreído. Nuestras habilidades, dedicación y entrega eran grandes, por eso no me extrañó que nos llamaran dos semanas atrás para notificarnos que habíamos sido seleccionados para las rondas de degustaciones y precisamente hoy nos tocaba enfrentarnos a esos titanes. Sonreí, no estaba dispuesto a dejar ningún cabo suelto, por eso yo mismo me encargaría de atenderlos.

Dejé la agenda sobre el escritorio y caminé hacia el estante donde guardaba mi filipina. Me la coloqué, amarré el delantal en mi cintura y cubrí mi cabello rebelde color chocolate con el gorro blanco. Listo y preparado.

Al entrar en mi cocina, vi que todos ya estaban en sus estaciones y completamente concentrados en sus labores. Me sentí orgulloso. Estos cuatro chicos no habían estudiado en un instituto culinario como yo, pero habían realizado cursos de repostería y pastelería que les habían brindado la habilidad necesaria para comenzar y tenían lo que yo consideraba más importante a la hora de cocinar, pasión. Eran curiosos, estaban completamente dispuestos a aprender todo lo que podían y lo más importante, lo hacían rápido. Por eso no me arrepentía de haberles dado la oportunidad de trabajar conmigo cuando iniciamos el negocio.

—Haru, recuerda lo que te dije de la Red velvet. —El chico asintió sin desviar sus ojos del bol—. Rika, bate un poco más la crema de chocolate blanco para que tome mayor consistencia. Confío en ambos para las degustaciones de la tarde.

Musa de chocolate y cerezasUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum