Plan de azúcar

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Yukio Kinomoto

—Recuerden que esta guía de ejercicios deben entregarla en la próxima clase —dijo la maestra—. Pueden pedirles ayuda a sus papás, pero siempre intenten primero hacerlos ustedes mismos.

Miré las hojas sobre mi escritorio. Me gustaba estudiar, leer y memorizar cosas nuevas, pero los números... En palabras sencillas, los números y yo no nos llevábamos bien. Lo peor era que mi mamá los odiaba aún más que yo y últimamente había estado tan preocupada por su trabajo que no quería molestarla con mi tarea. Solté un suspiro... me iba a tocar esperar a que mi abuelo regresara de la universidad o pedirle ayuda a papá el domingo que regresaba de su viaje.

Mis ojos recorrieron el salón y noté que todos tenían caras afligidas... por lo menos no era el único que consideraba las matemáticas como un karma, como decía mamá.

La campana sonó, anunciando el final de la tortura numérica... Ojalá las clases de matemática fueran como las de repostería, ¡así si darían ganas de estudiar!

—¡No olviden que tendremos el último ensayo de la obra el próximo viernes! —dijo la maestra con... demasiado entusiasmo—. Traigan sus vestuarios para poder realizarlo completo.

¿Vestuarios? Un escalofrío me recorrió la espalda entera al recordar el disfraz que mi tía Tomoyo había hecho para mí. Rayos... hasta había considerado el reportarme enfermo el día de la obra para no tener que usar esa ropa tan vergonzosa, y ahora resultaba que debía ensayar con ella antes del evento... Definitivamente, genial.

Desvié mi mirada hacia mi escritorio mientras guardaba mis cosas y resoplé, no era que me desagradara participar en los eventos escolares, siempre y cuando me tocara atender un puesto o ser parte del personal de utilería en las obras... ¡Pero esta vez me había quedado con el papel principal sin querer! ¡Era el príncipe! Era vergonzoso tener que decir esas líneas... aunque debía aceptar que no todo era malo pues gracias a los ensayos, me había abierto un poco con mis compañeros... y al final tuve que darle la razón a mi maestro. Todo se basaba en poner de mi parte para que la actitud de los demás cambiara, pero todavía me costaba relacionarme. Trataba de mantenerme abierto y responder a los intentos de acercamiento de los demás niños, pero no podía evitar estar a la defensiva la mayor parte del tiempo... más después de lo que pasó hace días.

Caminé por los pasillos de la escuela sin reparar en nadie hasta salir al exterior. El sol estaba en todo lo alto, brillando con toda su fuerza, haciendo que el clima estuviera excesivamente caluroso.

—Lo que daría por ir a la playa... —anhelé en un suspiro.

—¡A mí también me gusta la playa! —dijeron a mi lado, haciéndome brincar del susto—. El sol, la arena, las olas y el fresquito. ¡Adoro el mar!

La niña a mi lado parloteaba sin parar... y quizás hace algunas semanas me hubiera fastidiado, pero después de haber estado ensayando con ella el último mes, se podría decir que me había acostumbrado. Además, su tono de voz era... agradable, y debía aceptar que sus ojos eran muy bonitos. Eran de un color celeste muy claro.

—¡Lo siento! Seguro estoy molestándote hablando de más y yo... —Sus mejillas se colorearon—. Es que... cuando estoy nerviosa suelo pasarme de parlanchina y sé que te gusta el silencio.

—¿Por qué estarías nerviosa? —pregunté alzando una ceja.

—Ahm... bueno... es que tú... eres muy serio y... cuesta un poquito acercarse.

Di un largo suspiro y miré a la niña de reojo, sus mejillas aún estaban rojas, pero ahora miraba al piso y sus pequeñas manos estaban apretadas al frente. Yo no era bueno conversando con niños... ¡mucho menos con niñas! Ni siquiera sabía qué podía decirle para que no se sintiera incómoda. Mordí mi labio y entonces pensé que... si le dejaba ver un poquito de mí, se quedaría tranquila y no me vería como un antipático que le gustaba hacer llorar a las niñas... así que eso hice.

Musa de chocolate y cerezasTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon