Secretos

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  Hugo pasó por el primer par de rejas de la mansión Agreste y mientras continuaba su trayecto hacia la entrada divisó con nervios su celular. Lo sacó del bolsillo, lo desbloqueó, allí había un mensaje sin leer, sonrió y lo volvió a guardar en su pantalón. Tras tocar la puerta notó un cántico de gritos que provenían del interior, no se alarmó en absoluto, para él eso era ya casi una tradición al venir a buscar a su hermana Emma. 

  Una señorita del personal de servicio le abrió la puerta y ambos compartieron una sonrisa graciosa, ella se alzó de hombros. Hugo entró y divisó a Emma en el living, ella estaba con Adam en los brazos, dos bolsos y su cartera mientras sostenía con su boca una hebilla de cabello en un intento por peinarse, nada de eso le impedía continuar discutiendo con Adrien Agreste.

—  ¡Te dije una y otra vez que leas mis mensajes! ¡LEELOS! Tranquilo, no te vas a enamorar de mi con leerlos, te lo aseguro.

— ¿Sabes que tengo un asistente, no? ¡¿Por qué no se los envías a él así me evito el tener que cruzar palabras con una desquiciada?!

— ¡¿Por qué tengo que hacer algo como eso?! ¡Yo quiero hablar contigo y voy a hablar contigo! ¡¿Quien es el padre de Adam, eh?! 

  Hugo amagó a saludar pero en su experiencia Emma no notaría su presencia hasta que terminara de ganar la discusión. Era rara verla en esa casa, siempre que estaba allí junto a Adam parecía una persona diferente, no por esa particular agresividad, sino que parecía más adulta y responsable que la hermana mayor a la que Hugo estaba acostumbrado. Le gustaba esa faceta de ella, aunque también le causaba algo de pena, después de todo le dedicó su vida a criar a Adam cueste lo que cueste. Discutió con sus padres años la orden de alejamiento que tenía Adrien con Louisa, todo para que ella pudiese alquilar una de las habitaciones de la mansión para usarla de oficina y así poder intervenir en la educación de Adam las veces que fuese necesario. Aquel era un buen trato, luego de que Emma se recibió de arquitecta necesitaba de un espacio profesional en el que trabajar pero al mismo tiempo quería estar cerca de su sobrino; por su parte Adrien, aunque siempre estuvo reacio a la idea de que ella se entrometiese en su casa y en su vida, ahora podía visitar a Louisa en el hospital cuando quisiera y sin tener a un familiar de "custodio".

De cualquier forma ambos salieron ganando con ese trato, pero esas horas de convivencia parecían ser infernales para ellos, siempre que se los podía divisar en una misma habitación estaban peleando, aunque estuviera Adam allí. Igualmente se notaba que a Adam no le importaba, Hugo no sabía bien que pasaba por la cabeza del chico pero este siempre sonreía cuando era espectador de esas típicas discusiones. Quizás disfrutaba a su manera la cercanía de su papá y su tía, aunque eso solo fuera mientras ellos intentan matarse entre sí por ganar la última palabra. 

— ¡Ah! ¿Ahora yo tengo la culpa?

— ¡Yo te avisé que no podía cuidar a Adam hoy, que llames a la niñera o te quedes tú porque yo iba a acompañar a mi hermano a su show!

— ¡Fue tu idea en primer lugar que la niñera no tuviera cama aquí y trabajara con horario o cuando la necesitáramos! ¿Ves ahora las consecuencias?

— Cierto. ¡Cierto! No consideré que Adam tuviese un padre tan inútil incapaz de leer un mensaje ¡De la única persona que sí se preocupa por él! 

— ¡¿Quien te crees que er- —Adrien vio accidentalmente a Hugo sentado en el sofá, este notó el contacto visual y lo saludó timidamente. Adrien acomodó su postura— Tu hermano ya llegó...

  Emma volteó a la entrada y vió a Hugo sentado esperándola serenamente. Ella se exaltó y reaccionó de la hora que era, estaban llegando tarde. Bajó al suelo a Adam, arregló su cabello en dos movimientos y acomodó su cartera y los bolsos. Le indicó a Hugo con la cabeza que vaya a la puerta y tomó la mano de Adam.

LouisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora