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  Louisa estaba realmente cansada de todo lo relacionado con la terapia y la clínica, y aquello se notaba con claridad en su desganado rostro. Estaba ansiosa porque llegue el día en que las puertas se abran para ella definitivamente y se le concediera su tan ansiada libertad para vivir felizmente con su familia; el amor de su vida que la esperaba quizás más ansioso que ella, y con su pequeño rayito de sol, que seguro extrañaba el calor de su madre tanto como para no querer comer ni respirar. 

"Necesito salir urgente de aquí."

  Por suerte Adrien le había prometido que solucionaría todo pronto, seguro había llamado a los mejores abogados, asesores o directamente un bufete legal completo; su rey asi era, no la defraudaría. Ella por su parte debía comportarse lo mejor posible en la clínica. Si mostraba avances sería más fácil comprobar su bienestar y darle de alta, o por lo menos eso había teorizado Louisa en su soledad.

  Era una mañana rutinaria hasta que la noticia de una visita no programada le sacó una brillante sonrisa a la joven. ¿Será este acaso el día de la gran noticia? Esforzándose por no salir corriendo a la sala de visitas, se arregló levemente y, con pasos largos pero delicados, fue directo a encontrarse con el amor de su vida. 

  Louisa apagó su sonrisa a la par en que oscureció su mirada, aquel sentado al otro lado de la mesa, contaminando el asiento de su querido rey, era Matsuo Tsurugi. Ella respiró hondo. 

"Es mi culpa, es mi culpa."

  La joven se cuestionó a si misma pero con cierto grado de comprensión, consideró que había hecho mal en meter en todo esto al franco-asiático, pero que podría resolver ese pequeño gran problema en este momento; hablaría, le daría las gracias por su inútil y fracasado trabajo y cerraría todo ese amargo asunto de tener contacto con él. Con un poco de gracia y poniendo su mayor empeño es esbozar una sonrisa, caminó hacia el joven y sentó frente a él despreocupada.

— Que linda estás, parece que hoy es un buen día para ti.

  Louisa mordió su lengua. Había algo en la mirada de Matsuo, en su rostro, que a pesar de tener encima una sencilla sonrisa humilde y bastante simpática, la inyectaba de un veneno visual tóxico. 

— Buenos días Matsuo —Por unos escasos segundos pudo sentir la fría y escamosa piel de una serpiente arrastrándose por su cuello al decir aquel nombre— ¿A qué has venido?

— Que formal Lou, creí que habíamos dejado eso atrás... —Rascó su cabello y continúo con una sonrisa comprensiva— Vengo a traerte noticias, buenas y malas... A mi me encantaría que fuesen todas buenas pero, va más allá de mi control...

  Algo estaba tramando aquel sujeto y Louisa lo olía como si la peste hubiese emergido dentro de la clínica. Realmente no tenía ganas de quedar atrapada entre las telas de araña que, seguramente, había estado tejiendo Matsuo desde la última vez en que se vieron. Este había dejado explícito el interés que tenía por ella, y Louisa lo entendía, ella sabía lo que su belleza natural podía causar en otros, pero lo lamentaba por Matsuo; tendría que conformarse solo con el sueño de estar junto a ella, ya que eso jamás pasaría. La joven había logrado encontrar al hombre perfecto, su rey, y ninguna persona le llegaba siquiera a los tobillos a este. 

— Matsuo... Entiendo que esta sea tu forma de querer remediar las cosas, queriendo ser útil, pero estoy bien y no te necesito. Tuve un momento de debilidad, lo sé, pero ya está todo más que bien. Saldré dentro de poco así que quizás nos volveremos a ver para mi boda —Mintió, jamás permitiría que este siquiera se acerque a la ceremonia— no quiero manchar más nuestros reencuentros con cosas... Fuera de contexto. No se si logro explicarme...

LouisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora