La treta de Dios.

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  El clima era realmente calido a pesar de la mala temporada que había cubierto a París de nieve, Luka se encontraba al otro lado de la habitación en donde se alojaba temporalmente su pequeña y amada hija. Aunque anhelaba con énfasis acercarse a ella para escuchar su melodiosa voz, se mantuvo titubeante frente a la puerta, Louisa se encontraba muy enojada con él. Luka no sentía culpa por haber enfrentado, invadido por una desconcertante ira, a aquel sin vergüenza de Adrien Agreste; estaba negado a dejar que se acerque tanto a Louisa como a Adam.
  No importaban las razones con las que justificara su incomprensible amor, su hija, luego de tantos años de sufrimiento, estaba enferma y debía tomar distancia para asimilarlo. Lograr eso era muy difícil para la familia Couffaine, el descarado Agreste no pretendía alejarse de su heredero y Louisa parecía una bomba de tiempo, su constante depresión podía llegar a ser el claro enuncio de una despedida. Luka se culparía por siempre si eso llegase a suceder, si de algo renegaba el comprensible hombre era el mantener distancia de ella, pero tampoco consideraría dejar que Louisa se case con adrien; por ende no tenía otra opción que aceptar su odio.

Marinette se había encargado de visitar constantemente a Louisa, consintiendo todos sus deseos, excepto, claro, el encontrarse con Adrien. Ella intentaba convencerla de que, al salir del hospital y encontrarse en un mejor estado, se reunirían todos para poder llegar a un acuerdo. Louisa parecía creer aquella mentira, pero, como Marinette le había comentado en una ocasión a su esposo, quizas solo estaba diciendo lo que ellos querían escuchar.

  Era exasperante estar cada minuto pendientes de Louisa, no por el cansancio físico o algún problema de agendas, sino, más bien, por la irritante idea de que podrían volver a perderla en cualquier momento; un descuido, tan solo uno, y las garras de aquel enfermo "amor" la guiarían hacía un escape. Luka esperaba estar exagerando, que tras recibir el alta solo tengan que lidiar con el corazón roto de la reciente madre, pero por más que intentaba ser optimista, del otro lado estaba Adrien.
 
  Cuando​ recordaba el rostro de ese sujeto, aquel que había intentado seducir a su mujer a través de tretas y ahora había embarazado a su hija, le daban ganas de volver a golpearlo aunque esta vez hasta la muerte; ahora contenía esos deseos, lamentablemente se había dejado llevar hace un par de días y, haciendose de un teclado en la mesa en asesoría, dejó una impecable escena para los varios testigos que se encontraban en el hospital aquel día. Marinette había ardido en rabia, ella se estuvo conteniendo porque sabía que la ley se inclinaba a su favor, ahora las cosas quizas habían cambiado.

  Luka volvió a sentarse en los sofá de la sala de espera, invadido por  la amargura se cubrió el rostro con ambas manos y despeinó su corto cabello. "¿Que opciones hay?" Volvió a cuestionarse. 
 
  Un milagro se había concedido, Louisa estaba en casa de nuevo junto a su familia. Recordó, como si su subconsciente le reprochase, las noches en las que había rezado ofreciendo su vida a cambio de volver a verla.
  Se decía a si mismo que no importaba nada, ni las circunstancias ni el sacrificio, él aceptaría y daría hasta lo inexistente por su hija; pero, ahora, como si el destino o algún dios hubiese escuchado aquellos lamentos nocturnos, se enfrentaba a aquel impensable trato.

  ¿Estaba siendo hipócrita, mentiroso o exagerado? El desganado hombre frunció el rostro, por más que quisiera llegar a un acuerdo el mismo no existía. Necesitaba que alguien lo convenciera, una escusa a quien refutar con ira tal negativa y, luego de haber expresado su descontento, aceptar sin más.

  Quizás las medidas legales que su esposa planteaba no eran una perdida de tiempo, aunque eso significaría, si ganasen, que Louisa recidiría un tiempo en una institución mental. Él se negaba a esa idea, era otra forma de alejarse de ella, pero, tomando en cuenta los argumentos de Marinette, era algo temporal frente a una amenaza de distancia eterna.

  Nadie en la familia se negaba a cuidar de Adam si la ausencia médica de Louisa lo ameritase, además no serían esclavos de probables amenazas de Adrien. Mientras Louisa fuese su fiel sierva enamorada él tendría control sobre ellos, era algo inaceptable, al igual que tener que lidiar con la existencia de Agreste en su cercanía. Lo mejor era seguir los pasos de Marinette, quien a pesar de la lúgubre situación se mantenía con un racional actuar para llegar al mutuo objetivo.  

LouisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora