24. [rota por completo]

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La mayoría de edad en esta historia es de los 18 años, independientemente de la de Corea

Miércoles, 18:00

Señor Kim

Desde siempre había odiado los hospitales. Eran tan efímeramente deprimentes que me afectaban hasta a mí. Y eso que había dado sepultura a mi corazón hace tiempo.

-Todo mejorará, lo malo llega a su fin al igual que las cosas buenas -continué acariciando la espalda de Soyeon, los huesos prominentes arañando mis dedos a través de su bata-. Pero no puedes continuar así, Soyeon. Tienes que salir adelante, esto te está dañando a niveles estratosféricos.

Su cuerpo estaba más insano que nunca, había hueso donde debería haber carne, y su anorexia estaba llegando a niveles tan altos que la preocupación no me dejaba dormir.

-¿No te acuerdas de lo guapa que estabas cuando me tiraste el café encima? -acaricié su pómulo afilado-. Tenías las piernas más bonitas de la cafetería.

Solo conseguí que llorara más, y me sentí increíblemente incómodo al no saber qué hacer para que mejorara.

Ayer ingresaron a Soyeon en urgencias tras haber tomado una sobredosis de somníferos. Si los médicos no hubieran actuado rápido ella no estaría llorando en mi camisa, en conclusión: Soyeon no habría vuelto a despertar nunca.

Era la segunda vez que intentaba suicidarse

Su depresión también estaba alcanzando el techo, y sus enfermedades mentales la estaban comenzando a ahogar.

-No puedo más... -la rotura de su voz me atravesó el pecho de forma fantasmagórica, dejándome el mismo sentimiento frío y viscoso. Su cuerpo comenzó a temblar bajo mis manos-. ¿Por qué la vida me lo pone tan difícil, Maestro? ¿Y por qué llamó a la ambulancia? Y-yo confiaba en usted...¿por qué me haría algo así?, ¿p-por qué?

-Soyeon -le aparté de mí, cogiendo su cara mojada para mirarla serio. Tenía los ojos rojísimos de llorar, y lo mismo con su nariz y labios.

Me recordó un poco a la zorrita de Areum después de castigarla

-Tenemos un trato, ¿recuerdas? -sus ojos ocre oscuro no se despegaron de los míos, atenta a mis conocidas palabras-. Tú trabajabas en tu salud mental y yo me hacía cargo de ti. Si no hubiese llamado a la ambulancia estarías muerta, ¿comprendes la gravedad de la situación?

Le tembló el labio, sabiendo lo que venía a continuación.

-¿Dónde está la Soyeon risueña que sonreía cada vez que comía dulces? No te reconozco -toqué las comisuras de sus labios resecos a punto de romperse. Intentó sonreír, y la piel sangró al romperse-. Estás en los huesos, y dudo mucho que estés mejor mentalmente. ¿Estás haciendo todo el esfuerzo por mantenerte sana?

La pregunta era retórica.

-¡S-sí! Se lo prometo -comenzó a asentir de forma frenética como una demente pero negué impasible, y me mojó los dedos al llorar con más desesperación.

-No lo creo, Soyeon. Si estuvieses luchando por sobrevivir no te habrías intentado suicidar otra vez. Es más que obvio que no puedes seguir con nuestro trato, así que romperé el contrato.

Solté su cara, mirando la intravenosa que se perdía en su muñeca con cortes horizontales.

Había conocido a Soyeon de forma accidental y simple. Me tiró el café en un traje Gucci que usaba semanalmente, no era edición limitada por lo que no me molestó. Me molestó ella, su ineptitud para servir un puto café sin derramarlo.

Sugar, daddy ; kth, jjk [+18] COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora