2: Tu partitura

8.3K 925 815
                                    

—Señorita ¿Le gustaría pasar y mirar nuestros productos? Sería de gran ayuda.

Un anciano de ojos esperanzadores me miró. Tenía una gran sonrisa en el rostro. Sonreí y miré la tienda. Era una tienda de música, parecía acogedora.

—Por supuesto, muchas gracias.

Pasé sin pensármelo mucho, nunca había entrado a una tienda de música. Sabía tocar el piano gracias a mis padres, pero aun así siempre había sido en casa. Era muy bonita, todo estaba lleno de instrumentos y las paredes estaban decoradas con partituras.

—¿Ve algo de su gusto?

El anciano me miró, parecía que era la única persona en la tienda. Yo sonreí, me daba mucha dulzura.

—Todo es muy bonito, pero no sé exactamente qué estoy buscando.

—¿Qué instrumento le gusta?

Le miré pensativa. Nunca nadie me había hecho aquella pregunta.

—Toco el piano, bueno, más bien tocaba.

—¡Eso es fantástico! ¿Podrías tocar algo?

El anciano parecía emocionado. Asentí nerviosa, no podía decirle que no. Me señaló un piano que se encontraba al final de la tienda, era grande y de madera, estéticamente era precioso. Me senté en el banco y coloqué mis dedos sobre las teclas. Por suerte, gracias a mi capacidad memorística recordaba muchas canciones clásicas de las clases que tomaba con mis padres.

Comencé a tocar, cerré los ojos y pensé en el concierto, notaba como los dedos se movían por sí solos, como mis finos dedos tocaban cada tecla. Aquellas teclas me dedicaron una melodía dulce y relajada, podía sentirla por todo mi cuerpo, como la primera vez que toqué el piano.

Cuando estaba por terminar fui interrumpida por unos aplausos.

—Ha sido precioso.

Había una chica con el anciano. Llevaba unas gafas de sol y un sombrero bastante grande. Sonreí avergonzada.

—Gracias.

Me levanté mirando a la chica con curiosidad. Notaba que sus ojos estaban mirándome, pero las gafas los cubrían. Una sensación de nervios recorría mi cuerpo y no sabía muy bien el por qué.

—¿Desde siempre has tocado el piano?

—Bueno, sí. Mis padres pensaron que iría bien junto a mi educación.

—Me alegra que tus padres hicieran aquello. Tienes mucho talento.

Entreabrí los labios por sus palabras, estaba sorprendida, nunca nadie me había dicho eso. Desvié la mirada hacia el anciano, él se encontraba en el mostrador. No sabía que responder a los halagos de la chica.

—¿Tú sabes tocar?

—¿Yo? Sí, es mi pasión.

Después de escucharla hablar por unos minutos su voz se me hizo muy conocida. Iba a decir algo pero un barullo de gente comenzó a correr por las calles, muchos de ellos iban con cámaras. La chica corrió a esconderse debajo del mostrador, la miré confundida. Cuando toda la multitud pasó de largo la chica salió nuevamente.

—Ya se han ido Kyouka— dijo el anciano.

Mi corazón comenzó a latir muy rápido. No me lo creía. No, debía ser solo una coincidencia. La chica salió del mostrador y se quitó las gafas y el sombrero. Pude ver su pelo morado y sus hipnotizantes ojos oscuros.

—¿Kyouka Jirou?

Me costó unos segundos asimilar lo que estaba ocurriendo, y pronunciar su nombre con normalidad. Ella sonrió y asintió. No me lo podía creer.

—Siento provocarte molestias abuelo— dijo ella.

—No molestas en absoluto, aquella chica es la única que ha venido en todo el día. La gente ya no le hace caso a un pobre anciano— él agachó la mirada.

—Tiene una tienda preciosa señor— dije dedicándole una pequeña sonrisa.

Miré a Jirou de nuevo, no podía dejar de mirarla y estaba algo nerviosa, hacía tiempo que no sentía esa sensación. Ella sonrió y se acercó a mí.

Tragué saliva. Debía dejar de estar nerviosa y mantener la compostura. Era una gran suerte y un honor poder hablar con ella después de ver su concierto.

—Me ha gustado cómo has tocado.

—Yo...bueno...tu también tocas muy bien, es decir...fui a tu concierto de ayer.

Tenía que comportarme.

—Te recuerdo ¿Estabas en primera fila, verdad?

¿Cómo me recordaba? No podía recordarme, era estadísticamente imposible. Yo no destacaba entre todas aquellas personas que habían asistido al concierto.

—Sí, era mi primer concierto— agaché la mirada avergonzada.

—Es un honor que el mío haya sido tú primer concierto.

Sonreí. Miró a su abuelo y luego cogió una partitura de la tienda. Me la entregó.

—Me ha conmovido como has tocado. Me gustaría darte esto. Siento que esta es tu partitura.

La cogí, rozando levemente sus dedos. Tenía la piel algo áspera, pero fue un tacto agradable. Respiré hondo y miré las notas, nunca la había visto.

—¿Cuánto es?

—No importa, es un regalo ¿Verdad abuelo?

—Por supuesto.

—Muchas gracias, de verdad.

Estaba muy agradecida. Asentí con la cabeza y miré el reloj de plata de mi muñeca. Llegaba tarde a casa, mis padres llegarían en unos minutos. Quería quedarme, pero sabía que no podía.

—He de irme— miré a Jirou con una sonrisa inconsciente— Gracias por todo, a los dos.

—Nos vemos jovencita.

—Un placer, espero verte en mis próximos conciertos.

Ella me guiño un ojo, sonreí nerviosa y salí de la tienda. Respiré hondo y me mordí el labio inferior. Hacía tiempo que no me sentía tan feliz. Tal vez debía retomar mis clases de piano.

 Tal vez debía retomar mis clases de piano

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Tu partitura | MomoJirouWhere stories live. Discover now