Too tall to live

88 10 35
                                    

Demasiado alto. Odiaba ser de ese modo, odiaba verse al espejo teniendo que flexionar un poco las rodillas. Ya le había dicho a su madre que prefería un espejo de cuerpo completo antes que uno redondo colocado en el muro, pero Leann le decía que eso no era tan importante y que podía usar el espejo de su padre que estaba en la habitación. Ella no entendía que Dallon odiaba ser demasiado alto, ese era el problema.

No, el problema era su estatura. Cielos, ¿por qué tenía las mismas piernas largas que su padre?, ¿por qué no heredó la sencillez y delicadeza corporal de su madre? Prefería dar un aspecto femenino que lucir alto y destacar en el mar de cabezas en el que a diario se sumergía en el colegio. Y eso sólo le recordó que no había tiempo para insultar mentalmente a su reflejo dado que se le hacía tarde para asistir a clases.

Salió de su cuarto, llegó a la cocina y tomó una pera del frutero. Dio la primera mordida y enseguida le dio un beso a su madre en la mejilla como despedida. Entonces cruzó la puerta de entrada y comenzó su camino a la esquina donde el bus escolar lo recogía siempre. Weekes no tardó mucho en llegar a su destino —es decir, tenía unas piernas muy largas, por ende, sus pasos también lo eran y en pocas zancadas lograba llegar a donde quería— y esperó al transporte.

— ¡Dallon! — Escuchó que alguien lo llamaba. Giró su rostro con la pera cercana a su boca y vio a la distancia a su compañero de biología acercándose; diferente al nombrado, Brendon Urie era muy bajo y él sí que tenía una complexión delicada que el castaño envidiaba. Sus piernas normales daban pasos normales, pero al parecer esta vez sus pies se cruzaron y estuvo a punto de tropezar. Menos mal pudo sostenerse de un contenedor de basura. — Oh, no.

De no ser porque Dallon dio un par de largos pasos para llegar a tiempo, las gafas del azabache habrían caído al interior junto a la basura. Las que no salieron intactas fueron sus manos que, por tocar el borde del contenedor, quedaron algo pegajosas y olorosas. Sus pequeñas, suaves y bonitas manos no, pensó Dallon, quien ya se apresuraba a sacar unos pañuelos de su mochila; usualmente se enfermaba y por eso llevaba material para limpiarse por si el resfriado llegaba de forma inesperada.

— Brendon, ¿estás bien? — Preguntó entregándole tanto sus anteojos como las toallitas.

El menor asintió repetidas veces. Weekes siempre veía en el contrario un intenso rubor que en los primeros días de conocerlo pensó que era natural, pero después se dio cuenta que ese tono en sus mejillas sólo aparecía cuando estaba con él, mas el castaño no entendía por qué. El de ojos oscuros aceptó primero los pañuelos y se limpió las manos para tomar sus gafas y ponérselas de nuevo.

— Gracias.

— No es nada. ¿Qué pasó?, ¿por qué ibas a caer? — Le preguntó tranquilamente.

— No sé caminar, eso es todo. — Resumió el número uno en la clase de biología.

Al oírlo, Dallon rió un poco.

— Ten más cuidado, ¿sí?

— Eso trato siempre, pero soy muy torpe.

— No digas eso, eres brillante.

La sonrisa de Brendon pasó de tímida a ilusionada.

— ¿Eso piensas? — Preguntó con aquella voz dulce con la que normalmente se dirigía al ojiazul, mismo que asintió sin vacilar.

— Eres muy listo, Brendon.

— Tú eres muy lindo... ¡Listo! — Exclamó en voz alta. — Dije "listo", sí. Eres muy listo, Dallon. — Repitió la oración que Weekes ya había usado.

— Gracias. — Dijo el mayor repentinamente.

— De nada.

— No, enserio. Gracias.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Jul 05, 2020 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

MY4AM •• Brallon OSWhere stories live. Discover now